Recupero aquí mi foto favorita de Macromia splendens. |
No voy a entrar a valorar los valores geológicos incuestionables del Geoparque de Villuercas pues seguramente cometería buen número de errores. Lo que es cierto es que este lugar nos permite reconstruir el pasado remoto, aunque sea sólo mentalmente, interpretando sus maravillosos fósiles, pliegues y fallas. Sólo por esto ya merece la pena acercarse a conocerlo.
Pero dejando a un lado las piedras, este Geoparque también
nos ofrece una maravillosa oportunidad de revivir de manera modesta, es cierto,
pero completamente viva los avatares que durante las últimas glaciaciones iban
a configurar lo que es nuestra actual fauna y flora.
Sólo se conoce una población de Daboecia cantabrica en Las Villuercas. |
Eligiendo algunos puntos de río Ibor uno puede sentarse a la
orilla del río bajo la sombra de algún ejemplar de Loro (Prunus lusitanica), un árbol que mantiene en esta comarca buena
parte de los últimos individuos del continente. Con suerte, se dejará ver
alguna Libélula brillante (Macromia
splendens) volando velozmente a 1 metro de la superficie del agua mientras
defiende su territorio. Exactamente la misma imagen que se lleva repitiendo en
esta zona desde hace más de 3 millones de años, al igual que ocurría en buena
parte de Europa antes de que las últimas glaciaciones acabaran con
prácticamente todas las especies subtropicales, incluyendo al Loro y a la
Libélula brillante.
Ejemplares de Prunus lusitanica en un abrigado barranco de Las Villuercas. La imagen típica de un refugio de flora. |
Paseando por algunas de las umbrías más frescas de la zona
más alta de la comarca, puedes sorprenderte con alguno de los últimos ejemplares
de Abedul (Betula alba) y Roble
carballo (Quercus robur), o incluso
descubrir las matas de Arándano (Vaccinium
myrtillus) en los mismos lugares donde los osos las buscaban hace cientos
de años. Son posiblemente las especies más representativas de los bosques
boreales de origen Eurosiberiano que llegaron a la comarca durante las fases
frescas y húmedas de las últimas glaciaciones. Hace unos 8.000 años el clima se
tornó mediterráneo con una fuerte sequía estival y estas especies también desaparecieron
de la Europa Mediterránea. Habían sustituido a las especies subtropicales y
ahora ellas mismas eran desplazadas. Curiosamente en esta comarca unas y otras
pudieron refugiarse y mantenerse relativamente próximas.
Una turbera del Valle del Guadarranque. |
Podemos encontrar repartidas por enclaves favorables de la
comarca otros ejemplos de especies relictas. Entre las especies supervivientes
del Terciario podemos citar a la insectívora Flor del Rocío (Drosophyllum lusitanicum) y a la Azucena
portuguesa (Paradisea lusitanica),
hoy casi desaparecida aquí, o al Cambrón (Echinospartum
ibericum) y al Cenizo (Adenocarpus
argyrophyllus) como reliquias de los matorrales de cumbres de leguminosas
del Plioceno (hace entre 5 y 2 millones de años). Posiblemente las especies más
conocidas de origen eurosiberiano en la comarca sean las plantas asociadas a la
turberas como el Brezo vizcaíno (Daboecia
cantabrica), el Brezo de turbera (Erica
tetralix) y las insectívoras Rosolí (Drosera
rotundifolia) y Grasilla pálida (Pinguicula
lusitanica).
Qué atractivas, e inquietantes, las insectívoras. Como la protagonista de una novela de género negro... Besos.
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