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miércoles, 17 de octubre de 2012

UN PASEO POR EL TEIDE.


La parte que emerge de las nubes era nuestro objetivo.
 
El Pico del Teide (Echeyde en guanche) es un cono volcánico de unos 1150 años que se alza unos 200 m sobre el propio Teide hasta alcanzar los 3718 m. Según he podido leer, El Teide en su conjunto ocupa la décima posición en altitud para una isla en todo el mundo y es el tercer volcán más alto del mundo, tras dos volcanes hawaianos, con 7500 m desde el lecho marino. Las condiciones ambientales en esta zona son bastante duras y exigen bastante mano izquierda a cualquier especie que se plantee instalarse por aquí. Hablamos no sólo de un substrato volcánico con pendientes del 70 % sino de una humedad relativa inferior al 50 % durante todo el año, con 6 meses de sequía (3 de ellos con precipitación 0 mm) y una precipitación anual de sólo 325 mm. Las temperaturas anuales oscilan entre los -15 °C y los 26 °C y recibe la increíble cantidad de 3000 horas de sol al año. Por todo ello no es de extrañar la presencia de más de 30 endemismos de flora exclusivos de Tenerife en las laderas del Teide.
 
Panorámica chapucera del cráter del Teide.


 Habíamos ido a pasar unos días de descanso a las Cañadas del Teide y, aunque se trataba del mes de octubre, tenía esperanzas de encontrar algunas plantas de montaña con flores, aunque no fuera una floración plena de temporada. Y la verdad es que buscando un poco pudimos dar con ejemplares floridos de varias de las especies emblemáticas de este increíble Parque Nacional: Silene nocteolens, Echium wildpretii, Erysimum scoparium, Adenocarpus viscosus, Spartocytisus supranubius, Echium virescens, Pterocephalus lasiospermus, Descurainia bourgaeana, etc. Un objetivo estaba claro, subir al cono del Teide en busca de plantas y tenía tres cosas en la cabeza.

Azufre y vapores de las fumarolas. Al fondo la isla de La Palma.

Gleras móviles, más abajo la Corona Forestal y el mar de nubes.


La primera era ver alguna Violeta del Teide (Viola cheiranthifolia) cerca de la cumbre, había visto ya algún ejemplar con flores pasadas en Montaña Blanca y no perdía la esperanza de conocer en primera persona a las que se suponen que son las plantas vasculares que crecen a mayor altitud en España, y es que había leído infinidad de veces sobre esas plantitas que suben casi hasta el cráter y me picaba la curiosidad. Antes de llegar a los 3500 m vimos una matita sin flores en una enorme glera de piedras. No buscamos más pues se trataba de una zona de acceso restringido.
 
Margarita del Teide (Argyranthemum teneriffae). 3600 m.


El segundo objetivo de la lista era más complicado y tan sólo nos fuimos fijando por si sonaba la flauta al recorrer la zona donde se suponía que era posible localizarlo un poco abrumados, eso sí, por la cantidad de turistas que merodeaban por la zona. Se trataba de la Borriza de cumbre (Ghapalium teydeum), que recibe también el comercial nombre de Edelweiss del Teide. Sólo existen unos 200 individuos en dos poblaciones que ocupan menos de 1000 m² asociadas a las microzonas húmedas generadas por las fumarolas. Lógicamente no hubo suerte.

Fisuras húmedas con musgos y hepáticas a 3700 m.

Pequeños céspedes de musgos a unos 3680 m.

Otra fisura con musgos a unos 3700 m.


 El tercer objetivo era la comunidad colonizadora de algas cianofíceas, musgos y hepáticas asociadas a las fumarolas. De estas sí que vimos una buena muestra, incluso en el propio cráter. Desconozco las especies de esta comunidad, aunque los céspedes verdes brillante de Campylopus pilifer y la diminuta hepática Cephaloziella divaricata son las especies más comunes, como así parecía. Viendo cómo son capaces de sobrevivir estas especies, rodeadas de azufre, con vapores a 85 °C y sobre rocas volcánicas porosas, realmente me olvidé de todo lo demás.
 
Esta Tolpis webbii fue la planta vascular que vimos a mayor altitud (3650 m).


Al final las plantas con flores que pudimos ver a mayor altitud fueron una Tolpis webbii (endemismo de Tenerife y La Gomera) que vimos sobre los 3650 m, junto al sendero Telesforo Bravo, y una Argyranthemum teneriffae (endemismo de Tenerife) a unos 3600 m sobre La Rambleta. Después vendría el descanso de los guerreros: conejo en salmorejo, papas arrugadas, tabla de quesos canarios y vino tinto de Tacoronte (Viña Norte) y ¡qué bien sienta el vino por encima de los 2000 m!

lunes, 8 de octubre de 2012

LA GRASILLA PÁLIDA (Pinguicula lusitanica).

Pinguicula lusitanica. Reserva Regional del Cíjara, Badajoz.


Pese a su nombre, esta especie ocupa toda la fachada atlántica europea, desde el norte de Escocia al norte de Marruecos. Se trata de la única especie del género dentro de Extremadura, aunque a este respecto aún recuerdo cómo hace años me dejé las suelas de unas botas buscando Pinguicula grandiflora en la Garganta de los Infiernos en la sierra de Gredos cacereña. Me habían enseñado una foto supuestamente tomada allí, que finalmente resultó ser una foto de Peñalara. Es el riesgo de no ser ordenado con las fotos.

En los últimos años las grasillas, entre otras especies de plantas carnívoras, se han hecho populares entre los aficionados a la jardinería, que disponen de una buena oferta en los centros de jardinería, generalmente vistosos híbridos de hermosas flores similares a las violetas. Quién tenga esa imagen en la cabeza se llevará una desilusión cuando se encuentre con Pinguicula lusitanica, la más esmirriada de las grasillas ibéricas. Yo reconozco que no soy objetivo porque me atraen casi todas las plantas, esta no es una excepción, pero debo reconocer que la primera impresión con esta especie suele dejar bastante frío. Es muy pequeñita (máximo 12-15 cm contando el tallo floral) y la roseta de hojas a veces es poco más grande que una moneda de 2 euros. Estas, además, están parcialmente enrolladas y tienen un intranquilizador aspecto viscoso verde-amarillento con venitas rojas. Un asquito vamos. La florecilla tampoco es un exceso de la Naturaleza y hay que ser generosos para ver alguna similitud con las violetas o incluso las prímulas, como en la mayoría de sus parientes. Su color como colofón es de un blanco azulado poco llamativo.



Sin embargo, estos “sin embargo” son siempre muy importantes para mí, estamos ante una grasilla peculiar y con su propia personalidad. Es una planta de vida corta, unos 2 o 3 años, a la que no le gusta la presencia de muchas plantas a su alrededor, algo difícil en las zonas turbosas donde vive. Por eso es frecuente verla en zonas muy próximas al agua, en los canales que drenan las turberas, canales que habitualmente pueden subir de nivel de agua durante varios días. Esto no es ninguna molestia para esta pequeña plantita que aguantará varios días bajo el agua, pero reduce mucho el número de especies vegetales que pueden colonizar estos medios anfibios. También se distingue de otras grasillas ibéricas en que mantiene sus hojas carnívoras durante todo el año, a diferencia del resto que tiene hojas de “entretiempo” y otras más desarrolladas de verano con capacidad carnívora. Esto puede ser una forma de ahorro de costes para una especie de vida corta, aunque tiene dos graves inconvenientes. El primero es que las hojas carnívoras dotadas de abundantes glándulas, que segregan mucílagos pegajosos unas y enzimas digestivas otras, producen un gran consumo de agua por parte de la planta, que se deshidrataría rápidamente si no tuviera a su disposición agua permanentemente. El segundo es que las elaboradas hojas carnívoras no resisten las heladas, por lo que estas plantas aparecen como quemadas en invierno y mueren en zonas muy frías, a diferencia de otras especies ibéricas, cuyas hojas no carnívoras forman unas yemas muy apretadas al final de la temporada que pueden resistir las heladas y que reciben el apropiado nombre de hibernaculum.

Con unos requerimientos tan marcados su presencia en Extremadura no debería ser abundante y así ocurre, ya que sólo está presente en los escasos enclaves turbosos de las Villuercas cacereñas y la comarca pacense de Los Montes. Nunca me he parado a contar cuantas plantitas de estas puede haber en una turbera, probablemente entre varios cientos y pocos miles, porque no es esa la pregunta que hay que hacerse sino ¿estos pocos metros cuadrados de turbera tienen garantizado su futuro?

Ya les digo que por muchos carteles y pasarelas de madera que les coloquen la respuesta es no.

lunes, 1 de octubre de 2012

LOS FRUTOS DEL LORO (Prunus lusitanica).


Prunus lusitanica. Las Villuercas, Cáceres.
Aprovechando que el domingo se presentaba como un día perfecto para salir al campo, soleado tras días de lluvia y con entre 15 y 20 °C, decidí acercarme a visitar algunas loreras de las Villuercas (Cáceres). Este es un buen momento para ver cómo han pasado el verano los loros (Prunus lusitanica), para ver la cantidad de frutos que han producido y para rebuscar las plántulas recién emergidas antes de que ciervos y corzos se las merienden. Muchas diferencias entre las dos loreras más importantes y como viene siendo habitual últimamente El Mesto le gana la partida a La Trucha.

Cuando ya estaba empezando a cambiarme el semblante un Mirlo acuático que buceaba en la lorera de la Trucha me distrajo y comencé a fijarme en los pajarillos que pasaban por la zona, imagino que buscando los frutos del loro, que a fin de cuentas no deja de ser un pariente del cerezo. Tan bucólico me puse que me olvidé de antiguas experiencias y me comí una magnífica cerecita madura de loro. Si pudiera describirse en una escala el grado de amargor este debería estar cerca de “soñar con una muerte rápida”. Me llevó un buen rato que mi boca volviera a este mundo.
Los arces (Acer monspessulanum) se están quitando del medio este año muy pronto.

Esto me hizo pensar que la dispersión del loro, aunque parece que también se debe a pequeños mamíferos, debe ser más bien trabajo para las aves. Muy mal debe estar una garduña rodeada de extensos madroñales cuajados de dulces frutos para hacerle semejante desaire a su paladar. Además, el tamaño del fruto es típicamente pajarero.

Esta relación planta-ave es una de las maravillas de la Naturaleza. Así un pequeño pajarillo nacido al norte de Alemania, por poner un ejemplo, puede volar durante miles de kilómetros, en una época con muy pocos insectos y casi ninguna semilla, en dirección al sur rumbo a África. Parará en las zonas donde abundan árboles con frutos, imagino que cada uno se irá elaborando su propia ruta con sus propias “estaciones de servicio”, que con suerte repetirá en años sucesivos. De esta manera, además, su ruta migratoria se enriquecerá con los frutos que el mismo contribuye a dispersar. Cuando se avecina el momento más difícil, cuando requerirá mayor esfuerzo y consumo de reservas, la Naturaleza le echa un cable en forma de extensa franja por toda la zona mediterránea cuajada de acebuches (y desde hace unos milenios olivos también), que le proporcionan auténticas bombas energéticas que le permitirán cruzar el mar y el desierto. Es impresionante.
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