Genciana amarilla o Junciana (Gentiana lutea) en un rezumadero con una turbera sobre ellas. |
En la Sierra de Majarreina, en Tornavacas (Cáceres), existe un lugar que nada tiene que ver con el resto de la provincia. Pese a ser una exposición de solana, con sus más de 2.000 m las numerosas fracturas del granito permiten que la escorrentía del deshielo sea retenida, generando una zona con numerosos manantiales, turberas y rezumaderos. Una zona en la que además sobreviven las últimas pocetas glaciares de Extremadura.
La primera visita que hice a la zona me acompañó una persona que se había criado desde niño es estas sierras, viviendo en la majada con su familia. En aquella época, hace unos 35 años, todavía quedaban algunas familias de cabreros viviendo en las majadas todo el año. Esta persona, a la que nunca podré agradecer suficientemente todo lo que he aprendido con él, tenía gran interés en enseñarme la zona. Conocedor como era de mi afición por las plantas, una vez me habló de un lugar donde había más flores que en ningún otro sitio de la sierra. Un lugar donde cuando era un niño solía ir a jugar con otros hijos de cabreros. También me contó que desde siempre a esta zona se le había dado el nombre de Los Altares, porque tenía tantas flores como el altar de la iglesia (imagino que sólo visitarían la iglesia el día de la fiesta del pueblo, cuando el altar está abarrotado de flores). Por último, me comentó que su padre solía ir a esa zona en busca de la raíz de la Junciana, planta esquilmada en toda la sierra al ser usada contra las mataduras de las cabras. Ante todo aquello sólo quedaba organizar una visita a la zona lo antes posible.
Junto a las gencianas endemismos gredenses como Armeria rivasmartinezii, Doronicum kuepferi, Sedum campanulatum, Alchemilla serratisaxatilis o plantas raras en Cáceres como Phyteuma spicantum. |
Fiel a la costumbre de mi guía y como dormiríamos al raso, evitamos los primeros 12 días de agosto, que es cuando, según reza el calendario zaragozano, el tiempo puede ser muy inestable, recreando en 12 días el tiempo de los 12 meses siguientes, o algo así. La verdad es que cuesta un poco llegar a la zona, pero una vez que estás en ella es casi como un trocito de una montaña alpina. Todo verde, agua por todas partes y millones de flores de todos los colores. Mi emoción animó a mi compañero, que comenzó a revivir sus experiencias infantiles en la zona y por un momento me pareció que aquel chiquillo había vuelto para saltar entre los bloques de piedra. Me costaba mucho esfuerzo seguirle, hacer fotos y descubrir todas las especies que allí había. Era absurdo intentar frenarle gritando “este megaforbio es de libro”o “creo que no hay citas de esta especie en Cáceres”, él siempre respondía “ven mira, aquí hay muchas más”.
En esta zona de la sierra las gencianas amarillas tienen un llamativo color naranja, Junto a ellas la forma de altura de la Dedalera (Digitalis purpurea). |
Cuando paramos a comer yo estaba agotado de subir y bajar laderas detrás de mi compañero. Ya habíamos llegado a la parte más baja y sólo la hombrera rocosa del antiguo glaciar nos separaba de unos resecos piornales, que poco más tarde tendríamos que atravesar. En ese momento me di cuenta de que había perdido la tarjeta con la mayoría de las fotos, al cambiarla a toda velocidad la debí dejar olvidada. Miré hacia arriba y dije “allí se queda, estoy reventado y aún nos queda una buena hasta el coche”. Afortunadamente todavía seguía con nosotros aquel chiquillo incansable que, con una agilidad felina, trepó por unos resbaladeros y en pocos minutos llegó al lugar donde cambié la tarjeta. No tardó en encontrarla y bajar. Yo pagaría las cervezas en el pueblo, allí desapareció el chiquillo.