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martes, 31 de diciembre de 2013

Recuerdos del Trepador azul.


 
Estos días navideños son muy apropiados para ponerse un poco nostálgicos, así que aprovechando unas fotos de Trepador azul me vais a permitir que haga lo propio.

Con 7-8 años, en lo que entonces era 3º de EGB, yo ya era un gran aficionado a escarabajos y mariposas, recogiendo y guardando cualquiera de ellos que encontraba muerto. Aunque era un buen estudiante, ese mismo año incluso recibí un premio en el colegio al final de curso, era también un macarrilla impenitente. Mis peleas eran constantes y mi osadía no conocía límites, peleándome con niños 5 años mayores que yo, aún cuando no era raro que me pusieran un ojo morado o me hicieran sangrar por la nariz de un buen puñetazo. Recuerdo que un día uno de esos niños de 13 años llegó educadamente hasta mi casa persiguiéndome, llamó a la puerta y le dijo a mi madre “mire señora, yo lo único que quiero es pegarle a su hijo” (entonces éramos así de correctos). Cierto que en aquellos momentos yo ya era un aficionado a la Naturaleza, pero de haber seguido así las cosas incluso podría haber llegado a ser un cazador.



En uno de esos sucesos que aparentemente son intrascendentes puede que mi suerte cambiara y de ser un viril cazador he pasado a un rarito que busca flores y pajarillos. Así, una de aquellas hepatítis virícas, tan comunes antes, me dejó tres meses en la cama, en reposo absoluto. Entonces reposo absoluto era no salir de la cama en todo el día (sin televisión, tablet, Smartphone o videoconsolas) y con un régimen severísimo que me convirtió de repente en una piltrafilla humana. Sin embargo, mi padre tuvo la feliz idea de regalarme los 11 tomos perfectamente encuadernados de la enciclopedia Fauna del Dr. Rodríguez de la Fuente. No recuerdo cuantas veces me la leí durante aquellos meses. Al volver al colegio ya no era el mismo, no era un angelito, que no hubiera durado dos minutos en aquellos patios feroces de un colegio sólo de chicos, pero me había convertido en una enciclopedia andante de la fauna mundial y mis aficiones desde ese momento quedaron completamente fijadas.


Aquel capítulo 67 del tomo 5.

De todos los volúmenes de Fauna el número 5 era mi preferido y entre sus capítulos siempre terminaba con el de Las Aves de los bosques caducifolios, con una impresionante fotografía de un Trepador azul en su nido. Aquel pajarillo se convirtió en mi Santo Grial. Mi padre de vez en cuando me montaba en el coche y me soltaba unas horas en Monfragüe o me llevaba a las dehesas de Oliva de Plasencia, por lo que pese a no tener prismáticos las cigüeñas negras, grullas, alimoches, buitres y águilas no me eran desconocidos. Sin embargo, aquel Trepador azul no se dejaba ver en mis entonces muy limitadas correrías campestres independientes. Ahora es casi imposible no ver uno cada vez que salgo al campo cerca de Plasencia.

Recuerdo que mi primera observación fue en un robledal del Valle del Jerte, pero a pesar de los años nunca se me ha quitado esa sonrisilla de satisfacción infantil cada vez que me cruzo con uno de estos bonitos pájaros.

                                                                 FELIZ AÑO 2014

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Roble del Barranquillo de la Plata (Quercus pyrenaica). Losar de la Vera, Cáceres.


Diapositiva del Roble del Barranquillo.


Pocos árboles singulares hay en Extremadura tan alejados de carreteras y caminos principales. El Barranquillo de la Plata no es, sin embargo, un lugar virgen y olvidado. Para llegar hasta él tendremos que dejar atrás tres majadas (la última con el muy serrano nombre de Pie Gordo) y andar un trecho por el antiguo camino de la plata, que cruzaba por el Collado de la Plata en dirección a la antigua mina de plata de Navalonguilla, en la cara norte de la sierra, ya en Ávila.

Tanta actividad serrana seguramente permite explicar la supervivencia de un árbol tan majestuoso en un lugar donde entre el clima y las personas se da poca tregua al arbolado. Quiero imaginar que la ubicación de este árbol junto al manantial donde nace el Regajo de la Plata permitía un refugio frente al terrible sol serrano y por eso fue respetado.

A esta altura, unos 1400 m, los rebollos van dando paso a los piornales y en esta zona en concreto, los suelos escasos de berrocal o berrueco permiten que los enebros desplacen a los robles. Todo esto no parece importar a este gran árbol, instalado cómodamente en una pequeña vaguada que le garantiza agua abundante y algo de refugio frente a los vientos de montaña.

Con todo, este árbol muestra las huellas del paso del tiempo y de una relación no siempre fácil con las personas. Su tronco se eleva hasta los casi 4 m donde se abre en siete gruesos cimales que conformarán la copa de más de 25 m de diámetro, aunque no tan globosa como en otros robles de cotas más bajas y que nos muestra que el árbol está en una fase avanzada de su madurez con la aparición de los primeros síntomas de la vejez. El tronco de 5,25 m de perímetro a 1,30 m se muestra claramente inclinado como consecuencia de la pendiente, lo que explica la corteza de acordeón en su base y sus grandes paquetes de madera de reacción en el lado opuesto, que generan una base de casi 8 m de perímetro. Dos grandes ramas se han desgajado hace muchos años y han originado pudriciones que a buen seguro habrán afectado al tronco, algo totalmente normal en un árbol que seguramente supere los 400 años.

martes, 3 de diciembre de 2013

CHORLITOS CARAMBOLOS (Charadrius morinellus): LOS SIETE SAMURAIS.



Este es el más curioso de los siete y seguramente el más fotografiado. ¿Será Kikuchio?

No está siendo un otoño especialmente rico en rarezas ornitológicas en Extremadura, más bien todo lo contrario. Por suerte, los siete chorlitos carambolos de Cuatro Lugares están dando mucho juego.

Ellos solos, como los siete samuráis de Kurosawa, se bastan para enfrentarse día tras día con los inagotables pajareros que hemos decidido ir a visitarlos. Como buenos samuráis no tienen miedo y no se achican ante un cara a cara, lo que me animó a acercarme a observarlos una tarde con mi hija de 3 años, algo impensable con la mayoría de las aves.

El lugar elegido obviamente les ayuda a camuflarse.

Rara vez se agrupan, lo habitual es que dejen al menos un metro entre ellos.

Sin embargo, es una pena que algunos no sepan valorar tanta confianza y vayan más allá, sobrepasando su distancia de confianza, convirtiendo una observación placentera en una molestia para las aves. De momento estos samuráis están demostrando que está forjados en acero de ley y se mantienen firmes, pero no sé cuánto tiempo más serán capaces de soportar a esa gente que no respeta las normas.

Este (¿esta?) parecía estar al mando de la partida.

Mantienen un ciclo frenético de alimentación-reposo-alimentación.

Que un grupo de pájaros corra hacia ti cuando estás observándolos es un privilegio que deberíamos saber respetar.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Aparece en Cáceres la Grulla errante.


La Grulla en su nuevo dormidero.
Localizada esta mañana en Cáceres la Grulla que desapareció ayer por la tarde de Moheda Alta (Navalvillar de Pela, Badajoz) tras el Festival de las Grullas.
 
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