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jueves, 24 de abril de 2014

Acebedas extremeñas.


Sierra de Béjar, Cáceres.

Sé que la idea de acebedas en Extremadura puede resultar exótica pero, aunque sea por los pelos, uno todavía puede darse el gustazo de pasear por una de estas misteriosas formaciones. Un paseo, todo hay que decirlo, que no nos agotará.

Sierra de Béjar. Cáceres.

Aunque el Acebo (Ilex aquifolium) es una especie relativamente bien representada en las sierras cacereñas, su presencia generalizada en forma de individuos aislados o pequeños grupos parece descartar cosas de mayor enjundia.

Sierra de Béjar. Cáceres.

En el Castañar O´soitu de San Martín de Trevejo, en la Sierra de Gata cacereña, encontramos en un radio de 1 km una interesante colección de plantas relictas de gustos atlánticos como Lilium martagon, Quercus robur, Betula alba, Paradisea lusitanica, Narcissus asturiensis, Ulmus glabra, Sorbus latifolia, Monotropa hypopitys, Lycopodiella inundata, etc. No es raro que precisamente en este refugio de flora, en el tramo alto de un arroyo orientado al norte, se concentren en poco más de 2 o 3 hectáreas un buen número de pies de Acebo bajo el dosel del castañar. Numerosos ejemplares viejos con el cuerpo plagado de muñones originados por el desgaje de las ramas al apear los castaños y muchos ejemplares juveniles de rebrote. Tengo pocas dudas de que los acebos aquí terminarían formando una acebeda densa en pocas décadas si la explotación del castañar se lo permitiera.

Sierra de Gata. Cáceres

 
Sierra de Gata. Cáceres.

En la cara sur de la Sierra de Béjar, aunque en la provincia de Salamanca, se localiza una acebeda que todavía impresiona, pese a sufrir un continuo aclareo para conseguir más pastos para el ganado. Ya se ha fragmentado en varios parches y si no se remedia poco a poco irán desapareciendo los parches uno detrás de otro. Es lo que tiene vivir en la frontera. Aunque uno siempre va preparado para lo peor cuando visita este lugar (acebos anillados, lazos ilegales, etc.) siempre termino embelesado. Aunque por muy poquito, un pequeño fragmento de esta maravilla se encuentra dentro de la provincia de Cáceres. Si en Castilla y León esta formación no sobresale, teniendo en cuenta las acebedas que mantiene esta Comunidad, este pequeño fragmento cacereño es sin dudas una de las joyas de la flora extremeña. Aquí los acebos son la especie dominante, creando una masa densa y oscura con un sotobosque muy pobre. Acompañan al Acebo, avellanos, abedules, saúcos, majuelos y sauces.
 
Uno de los fragmentos supervivientes. Sierra de Béjar. Salamanca.

Incluso, siendo generosos, podríamos incluir una pequeña formación de acebos integrada en una aliseda de la sierra de Gredos en Losar de la Vera. Pero no es conveniente abusar.

jueves, 17 de abril de 2014

Buscando al Macho de las Ceborrinas por Losar de la Vera.


Verónica de las fuentes (Veronica serpyllifolia)
 
Me había acercado a buscar una población de Campanones (Narcissus pseudonarcissus) de la que me había hablado una persona de Losar de la Vera, aunque sin muchas indicaciones pues quedamos en llamarnos por teléfono. A pesar de no poder contactar con la persona que conocía esta población decidí visitar la zona yo solo.

Cuando atravesaba el robledal de camino a la sierra se me cruzó una piara de cabras serranas y me paré a ver si veía al cabrero. Casi inmediatamente apareció un hombre de edad indeterminada entre los 50 y 60 años, pequeño, fibroso, con la cara renegrida y llena de surcos profundos. Sus ojos azules transmitían amabilidad, lejos de esas miradas hoscas tan frecuentes. Debió de ser rubio pero ya era “pelicano”. Me fijé en sus piernas, las tenía arqueadas, con las rodillas deformadas de años de subir y bajar “barreras muy repentinas”.

-Buenos días, ¡vaya calor que hace!

-Buenos días. Ya es que no hay más que invierno y verano.

-Vengo a buscar los campanones amarillos que hay por aquí.

-De esos ya casi no quedan, lo hemos desvastao todo. Este bicho es el más malo de todos (mientras miraba a sus cabras). En la sierra todavía los pues encontral, pero esos aún no han salío, esos van con la nieve.

-Esos ya los dejo para más adelante. Ahora quería ver los que hay por aquí.

-Mira dil a los asientos que hay donde se acaba la pista, por allí mismo los había. Alguno tie que quedal. Estos son los machos de las ceborrinas, ¿los sabías?

- La verdad es que no. ¿Se usaban para curar al ganao?

-Eso no se usaba paná, eso son otras yerbas. Las ceborrinas son como una yerbecina que da como una cebollina de la que sale una campana amarilla mu chiquinina. Son muy abundantes. Los otros son más grandes y tienen una buena cebolla.

Mientras asociaba las Ceborrinas con los Narcissus bulbocodium (esos diminutos de los cervunales que una vez se llamaron Narcissus nivalis) apareció un todoterreno tipo Paris-Dakar. Imagino que irían buscando un charco para ensuciar de barro el coche antes de volver a casa.

-Bueno voy a vel que quieren esos artistas.

-Adiós.

Hierba lechera (Polygala microphylla)

Pese a encontrar muchas Ceborrinas y algunos Narcissus rupicola, no vi ni rastro del Macho de las Ceborrinas. Aproveché para hacer otras cosas y de paso tomé algunas fotos a dos de las plantas más bonitas que hay por estas zonas: la Verónica de las fuentes (Veronica serpyllifolia) y la Hierba lechera (Polygala microphylla).

lunes, 7 de abril de 2014

UNA DE AVUTARDAS.


 
Avutarda apareciendo entre la bruma del amanecer.

Este fin de semana les he dedicado una jornada a las avutardas cerca de casa. Me he acordado mucho de Agustín Mogena. Él siempre me ha comentado que lo realmente bonito de las avutardas es el establecimiento de la jerarquía. Yo, como mero aficionado, siempre había pensado que ese comentario era la típica frikada del experto, que lo bonito era el cortejo, que es lo que busca la gente, ruedas, cópulas y todo eso.
 
Grupo de machos en formación antes de iniciar una carga cerro arriba a la carrera. El primero de abajo parece amenazar a los machos del cerro



Pero resulta que mirando las avutardas empecé a ver ese juego de los machos, casi un deporte y, aunque lo más duro de estas contiendas ya ha pasado, aún bailan algunas posiciones en el escalafón. Aún con mi absoluto desconocimiento de las reglas de estas contiendas, no pude dejar de disfrutar con una partida de unos 18-20 machos, que distribuidos casi como una formación militar realizaban cargas arriba y abajo de los cerros, en perfecta sincronía, unas veces andando y otras a la carrera. En los extremos de las zonas que eran barridas por estos machos había otros pequeños grupos de machos, que reaccionaban con la típica postura de amenaza. A veces eso era suficiente y la ofensiva se detenía, otras los defensores retrocedían y al menos un par de veces parece que en una vaguada pudo haber más que palabras (aunque fuera de nuestra vista).

 

Macho amenazando a los machos que ascienden a la carrera hacia ellos.



De vuelta al combate.


El juego se prolongó durante varias horas de carreras y vuelos cortos, lo que provocó continuos jadeos entre los participantes, que apenas paraban un momento a picotear comida y a intentar reparar pequeños daños en su plumaje. La partida acabó bruscamente cuando apareció un joven de Águila real y toda la gallardía se fue a pique indecorosamente y todos aquellos aguerridos machos huyeron como grandes gallinas en todas direcciones.
La conclusión: siempre hay que hacer caso a un experto, sobre todo si es de los de verdad.


 
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