Una buena parte de la literatura
especializada y los documentos administrativos muestran como el ganado de tipo
meseteño ha generado en Extremadura magníficas razas caprinas como la Verata o
la Retinta, salvo en Las Hurdes, donde degeneraron en la pobre Jurdana. Ayer,
mientras observaba a la endémica Armeria
salmantica en la parte alta del valle del Malvellido, el último refugio de
la Jurdana, no pude evitar pensar en si habría un solo botánico que pensara que
aquellas Armeria bigerrensis de
Gredos, que quedaron aisladas en los altos cordales de Las Hurdes y la Sierra
de Francia, habían degenerado por hibridación hasta el bello endemismo que
contemplaba.
Observando a la última piara de
cabras jurdanas mientras eran careadas por el paraje de La Sierpe de El Gasco,
entre lanchares de pizarra suficientemente grandes para acoger nidos de buitres
leonados, parecía claro que aquellas cabras estaban bastante lejos de la degeneración.
Al contrario, si la Verata o la Retinta podían encontrar refugio en las dehesas
en las épocas adversas del año, la Jurdana debía soportar el año entero en
aquellos terrenos rocosos alimentándose básicamente de arbustos. Su cuerpo,
además, lejos de parecer degenerado se asemeja bastante al de la Cabra montés,
con la que llega a coincidir en las zonas altas. Posiblemente, de haber visto
estas cabras en su ambiente y no en las pobres instalaciones donde pasan la
noche, aquellos expertos no se hubieran dejado llevar por los prejuicios y
hubieran descrito a esta raza como fruto de una cuidadosa selección llevada a
cabo por los cabreros hurdanos para adaptar el ganado meseteño a un entorno bellísimo,
pero muy duro. Una raza que, junto con el castaño, contribuyó a conformar el
paisaje de las Hurdes altas.