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lunes, 28 de marzo de 2011

UN PASEO POR LAS SIERRAS CALIZAS DE TIERRA DE BARROS: Astragalus gines-lopezii Y OTRAS HIERBAS.

Astragalus gines-lopezii no está entre las 100 plantas más hermosas, eso está claro.

La primavera en Extremadura es sorprendentemente corta, así que no puedes dejar atrás nada porque con seguridad no te dará tiempo a retomarlo antes de que el calor y la aridez se instalen en sus campos. Pero como compensación, todo lo que tiene de corta lo tiene de intensa.
Hacía tiempo que tenía pendiente una visita a las sierras calizas de Tierra de Barros en Badajoz, así que en cuanto me propusieron plan no lo dudé pese a la amenaza de la lluvia. La sierra en cuestión es, como todas estas pequeñas sierras, una auténtica isla en un mar de barros rojos cultivados intensamente. Por una de sus laderas el olivar asciende casi hasta la cuchilla, mientras que por la otra se conservan los restos de un encinar con jaras. En la zona más alta los olivares están semiabandonados y ocupados por un matorral de Jara blanca, Lentisco y Coscoja, entre otras. Entre la cuerda de la sierra y el límite superior de estos olivares transcurrió nuestro paseo.
Dos eran las estrellas que motivaron el viaje, por un lado uno de los escasos endemismos extremeños y por otro una planta ibero-norteafricana que, aunque está bien distribuida por Andalucía, se hace sumamente rara ya en el sur de Badajoz. Y para adornar esta delicatesen un festival de orquídeas en plena floración.

Ceratocapnos heterocarpa

La primera especie es el Astragalus gines-lopezii, exclusivo de un par de sierritas de Tierra de Barros y considerado en peligro de extinción. Es una planta muy discreta y dar con ella, pese a que no se esconde, puede ser complicado. Hace unos años tardé casi 4 horas en encontrar una de estas plantas, pese a contar con unas indicaciones bastante exactas. Pero esta vez llevaba unos buenos guías y fuimos directamente a las plantas. El porqué de esta distribución tan limitada cuando es una planta que llega a crecer en los caminos lo tendrán que explicar los encargados de estudiar su ecología, pero es un patrón que se repite con frecuencia en endemismos muy restringidos.


Aceras y sus ahorcados.


La segunda especie es Ceratocapnos heterocarpa, un pariente de los conocidos Conejitos de muro. En los últimos años se han localizado varias poblaciones de esta especie en Extremadura, pero todas confinadas a las sierras calizas del suroeste de Badajoz. Es una trepadora muy delicada, que se asienta sobre la roca en zonas sombreadas. Fotografiarla es un reto por lo enmarañado de su hábitat y por el propio hábito de la especie.
Hasta nueve especies de orquídeas nos encontramos en flor, con un tamaño y unas densidades extraordinarias. Todas las especies se contaban por cientos, salvo Orchis italica que lo hacía por miles. La más escasa Aceras anthropophorum, la conocida como Orquídea del hombre ahorcado. Un nombre que da mal rollo pero que es muy gráfico. Pero posiblemente yo me quedaría con las gigantescas y bellísimas Ophrys fusca que pudimos disfrutar.

Ophrys fusca


jueves, 24 de marzo de 2011

TOPILLO DE CABRERA: EL CUENTO DEL RATÓN QUE QUISO SER UN BISONTE.

El Topillo de Cabrera (Microtus cabrerae) en su cuneta cacereña.

Durante el Pleistoceno, edad de oro de la hierba y de los grandes herbívoros, un pequeño topillo del norte de la Península Ibérica que tramaba convertirse en un gigante comedor de hierba, comenzó a crecer lentamente, empezando por su dentadura, y a extenderse. Cruzó los Pirineos y ocupó el sureste de lo que hoy es Francia. Y siguió creciendo muy lentamente.

Pero no solamente tenía que crecer para ser un gigante, tendría que vivir como uno de ellos.  Se acabó el criar a toda horas, como ratones. Se acabó la poligamia, ahora vivirían en parejas, una cosa extraordinaria entre los ratones. Se acabaron las camadas de más de 4 crías y se acabó vivir por la noche. Ahora, sin tanto desgaste ni vivir tan acelerados, podrían vivir más tiempo, así que comenzaron a madurar y crecer más despacio. Y, ya puestos, se acabó el vivir bajo tierra, si los herbazales donde vivían aportaban suficiente refugio bastaba con crear una red de galerías en la hierba para facilitar los desplazamientos. Era un rechazo pleno de la forma de vida ratonil, todo un cambio radical en su estrategia de vida que les aproximaba a los grandes mamíferos, sin embargo, esto no vino acompañado por el ansiado crecimiento. Ahora apenas pasaba de ser un ratón grande.

Nuestro topillo no contaba que, con el frío glaciar, otro pariente excéntrico se iba a mudar a la puerta de su casa. Así pasó con los abuelos del Topillo nival, también gente con aspiraciones que habían avanzado más en su carrera por aumentar el tamaño y en ralentizar su capacidad reproductiva, aunque lo de la poligamia ya les costaba más. El conflicto estaba servido y la ley del más burro se impondría. Los antepasados de nuestro protagonista plegaron velas y volvieron a cruzar los Pirineos huyendo de su vecino, dejando atrás unos cuantos fósiles como tarjeta de visita. Pero el vecino resultó ser un aguafiestas y, dado que en plena glaciación era caballo ganador, cruzó las montañas también. Con todo el territorio ocupado por los topillos de toda la vida y con el Topillo nival siguiéndole los pasos y ocupando los mejores territorios, sólo quedó una alternativa: ir a vivir a zonas sin el más mínimo atractivo para un topillo. Rizando el rizo, buscó pastizales siempre verdes en territorios de clima mediterráneo, donde la hierba moría cada primavera. Increíblemente los encontró y allí vivió tranquilo, olvidando sus sueños de grandeza, hasta que mucho tiempo después unos señores de la lejana Bruselas decidieron dar una prima al ganado.

El campo se llenó de ganado, mucho ganado, demasiado ganado. Su pequeño reino fresco y jugoso era una tentación irresistible durante los secos veranos y nuestro topillo debió tomar una decisión drástica. Si sus pastos desaparecían habría que buscar una alternativa y a estas alturas ya poco tenía que perder. Viendo que algunas cunetas de las carreteras mantenían un pastizal verde todo el año, con suficiente cobertura y, sobre todo, a salvo del ganado, allí que se fueron casi todos los topillos. Rodeados de basura, lo peor, sin embargo, eran las ratas y la sensación de encontrarse en un callejón sin salida.

El destino se burló de los dos topillos que quisieron dejar el rebaño. Uno terminó prisionero en las cunetas y otro prisionero en las montañas a merced del cambio climático.

lunes, 21 de marzo de 2011

NOS QUEDAMOS SIN MAJADAS SERRANAS.

Majada verata con su chozo, su casilla, su corral, su fresquera y su huerto. Todavía conserva la lancha sobre la cubierta de escobas del chozo. Esta pieza, junto al terrón, mantienen unidas las vigas o latas y el entramado, permitiendo la salida del humo.

Soy un majadero. Me perdonaréis el horrible chiste fácil, pero realmente no sé cómo se nombra a la persona que siente pasión por la belleza funcional y espartana que hay en las majadas serranas.
Hasta hace muy poco en la sierra de Gredos cacereña todavía se habitaba una de estas antiguas majadas con chozo, pero por desgracia la mayoría de ellas se están arruinando en el mayor de los silencios, fiel a su estilo. Y es una pena, porque con ellas se va toda la mística de la sierra, la del viejo cabrero (nada que ver con muchos de los nuevos cabreros, criados algunos en ciudades industriales y sin el bagaje cultural del que ha crecido en la sierra).

Majada arruinada. Muchos han querido ver en estos chozos circulares una continuación de las vivientas vettonas, pero parece ser que nada tienen que ver, como muestran todos los poblados vettones de viviendas cuadrangulares. Lo que nadie pone en duda es la antiguedad de este diseño que ha perdurado durante siglos o milenios.

Es evidente para cualquiera que haya visto una de estas majadas, que las condiciones de vida que brindaban estos chozos no están a la altura de nuestro tiempo. Yo mismo he dormido un par de veces en chozos de cabrero, con sus rústicas literas de tablones de pino en bruto, con decenas de bolsas llenas de cosas colgando de decenas de largos clavos embutidos en las vigas, con sus trabazón de madera y piorno negra de hollín y con una antigua radio sujeta a otro inevitable clavo que sólo recibía una o dos emisoras. Sin ventana y sin la más mínima intimidad. Desde luego que no es algo que pudiera hacer cada noche.

Pasarela y casilla.

El hecho de que hoy día ya no reúnan condiciones mínimas para su uso, unido a la proliferación de pistas de acceso a la sierra y a la legislación sanitaria en materia de elaboración de quesos, han convertido a las viejas majadas en un anacronismo. Tampoco las personas somos iguales hoy día (y ese cambio no necesariamente ha sido siempre a mejor).
Que ya no sean funcionales no es suficiente para dejar que se arruinen. Forman parte de nuestro acervo cultural y deben ser conservadas, sin que ello signifique automáticamente la creación de un parque temático sobre la cultura pastoril.

jueves, 17 de marzo de 2011

TIEMPO DE PRÍMULAS EN LA ROCALLA.

Primula marginata

Haciendo honor a su nombre, las primeras de la primavera,  ya ha comenzado la floración de las prímulas de la rocalla. En realidad hace ya un mes que hay flores de prímulas en el jardín pero se trata de una Primula x polyanthus, la típica que nos venden como flor de temporada en cualquier tienda, que se cría desde hace dos años a la sombra de un pequeño Tejo. Lo de las flores de temporada es algo que no puedo soportar, la sola idea de comprar una planta en flor para tirarla cuando se le pase la floración o ésta ya no sea muy intensa, me parece impropia de cualquiera que se considere amante de la jardinería. Es algo más bien de concejal de jardines.

Primula hirsuta con flores pasadas por agua.

Volviendo a las prímulas, la citada Primula x polyanthus es una excepción a la norma que me impuse de no introducir híbridos comerciales en el jardín. No me da apuros reconocer que esa norma me la he saltado dos o tres veces, pero es que esta Primavera es una maravilla, es casi adictiva, pero tendremos que tener cuidado con ella porque sus colores son tan intensos y variados que sus combinaciones pueden ser explosivas y recargadas, perdiendo todo su efecto.

Primula laurentiana

El género Primula se extiende por todo el Hemisferio Norte y cuenta con 400-500 especies, según los distintos autores consideren prímulas o no especies emparentadas. Sólo Primula magellanica habita el Hemisferio Sur, concretamente el sur de Sudamérica. Ahora mismo la rocalla cuenta con una especie de Norteamérica (Primula laurentiana), dos de las montañas de China (Primula florida y Primula fasciculata) y cuatro de las montañas de Europa (Primula marginata, Primula hirsuta, Primula allionii y Primula auricula).

Primula auricula

Casi todas proceden de un vivero escocés y están plantadas en zonas de sombra sobre un sustrato rico en materia orgánica, diferente al utilizado para el resto de las plantas de la rocalla que es mucho más pobre. De momento parece que soportan bien el tórrido verano cacereño, aunque en esas fechas no les falta el agua (5 minutos al día). Paso a describiros su comportamiento en el tiempo que llevan conmigo:
-Primula hirsuta. Pirineos y Alpes. Una de mis especies favoritas. Este es su segundo año en la rocalla. El primer año tuve que trasplantarla y probablemente por eso no floreció aunque emitió nuevas rosetas (una que tiene mi hermano en la “delegación” floreció el primer año).Este año ha florecido aunque coincidiendo con las lluvias, lo que ha disminuido la belleza y duración de las flores.
- Primula marginata. Alpes Marítimos de Francia e Italia. Este es su primer año y ya ha emitido sus flores.
-Primula auricula. Montañas cantábricas, Pirineos, Alpes y Cárpatos. Es su segundo año y ha florecido en los dos. La ubicación de esta planta no es adecuada ya que no permite un correcto desarrollo de su follaje y recibe demasiada agua en el riego, que lava sus hojas que pierden su aspecto harinoso característico. Habrá que trasplantarla.
- Primula allionii. Alpes. Una de las joyas de la flora alpina y la madre de gran variedad de formas de cultivo. Procede de un vivero inglés. La planta llegó a casa el otoño pasado pero pasó 21 días dentro del paquete por problemas de aduana. Que siga viva es un milagro, así que no le vamos a pedir más este año.
Primula allionii resistiendo.

-Primula laurentiana. Noreste de Norteamérica. Es una planta que florece desde el primer año. Esta es la segunda planta de esta especie de la rocalla. La primera murió el año pasado por un problema con el drenaje de su zona. Las prímulas quieren humedad, pero son muy sensibles al encharcamiento.
-Primula florida. Norte de China. La recibí el otoño pasado en forma latente. Este año ha emitido una abundante roseta por lo que espero que florezca sin problemas, aunque de momento no le veo capullos.

Roseta de Primula florida

-Primula fasciculata. Norte de China. Como la anterior, la recibí en forma latente, pero a diferencia de ella no ha emitido ni una sola hoja. Habrá que esperar porque parece que estas especies son algo más tardías.

lunes, 14 de marzo de 2011

LA INVERNADA DEL MURCIÉLAGO DE CUEVA.

Nuestro protagonista. Frente abombada y orejas redondas poco salientes.

Las concentraciones invernales del Murciélago de Cueva (Miniopterus schreibersii), aunque de menor entidad que aquellas que se pueden encontrar en el Pirineo catalán o en las montañas búlgaras, son uno de los acontecimientos naturales más impresionantes de Extremadura, donde un mínimo de 5 localidades agrupan entre 4.000 y 30.000 individuos de esta especie durante el invierno. Y con la que les está cayendo a estas especies hoy día 1.000 murciélagos ya son muchísimos.


¿Cuántos Miniopterus pueden entrar en un Seat 600?

Esta enorme población, 70.000-100.000 individuos si sumamos otros refugios de menos de 4.000 individuos, procede de las colonias de cría de Extremadura y de zonas limítrofes de Portugal, Castilla la Mancha, Castilla-León y Andalucía, habiéndose confirmado gracias al anillamiento científico casos de desplazamientos superiores a 300 km entre los refugios de cría e hibernación. Los locales de hibernación son mucho menos abundantes que los de cría y por eso son más importantes, ya que de uno de estos refugios puede depender la continuidad de varias colonias de cría.



Las manchas negras son murciélagos...miles de ellos.

No es precisamente sol y playa lo que vienen a buscar a Extremadura, sino lugares cuya temperatura no baje de los 0°C, ni suba mucho de 10 °C, James Bond lo describiría perfectamente:”frío, pero no helado”, y con una humedad próxima al punto de condensación, un ambiente, en suma, que no hace más que acentuar mi deseo de no reencarnarme jamás en un Murciélago de cueva. De esta manera, reduciendo su actividad metabólica al mínimo y con ayuda de sus reservas de grasa pueden superar el período crítico del invierno, tan escaso en insectos.

Detalle de una de las manchas.

Para un animal que vuela cualquier peso extra debe ser totalmente justificado, por eso los murciélagos calculan su reserva de grasa con una precisión asombrosa y es que les va la vida en ello. Sus reservas cuentan con mantener a su organismo en stand by varios meses y cuentan con varias interrupciones de la hibernación en días templados para reponer agua o para realizar un desplazamiento de emergencia a otro refugio. No hay lugar para interrupciones no previstas. Despertar a un murciélago en este momento puede suponer condenarle a morir de inanición durante el invierno, al no poder asumir sus reservas este gasto extra de energía y pueden ser suficientes 10 minutos para que un murciélago pase de estar hibernando a volando. También debemos saber que, aunque en apariencia nuestra visita no haya sido advertida, puede suceder que esa noche varios de esos murciélagos abandonen un refugio que han dejado de considerar seguro.

viernes, 11 de marzo de 2011

LA BASURA A CASA: LA ZAMÁRRAGA. Erigeron frigidus

Erigeron frigidus. El Veleta, 3.300 m. Granada (Spain).

Esta es probablemente mi margarita favorita, crece exclusivamente en la zona más alta de Sierra Nevada, por encima de los 3000 m, en zonas rocosas umbrosas u orientadas al norte (aunque le sirve también la pared de un refugio de montaña), territorios estos dominados por esos magníficos esquistos oxidados que aparecen en la foto. Su pequeño tamaño, con capítulos florales apenas mayores que una moneda de 1 euro, es compensado por el bello color lila o rosado, más o menos intenso, de sus flores externas, que hace que no nos pase desapercibida a poco que nos fijemos. Las zonas donde vive son frecuentadas por las cabras montesas, que ramonean sus capítulos florales sin compasión, aunque sus hojas peludas no parecen ser de su agrado.
La imagen está tomada en la población más amenazada de esta especie, la proximidad a un camino frecuentado por personas ha favorecido la aparición de plantas nitrófilas beneficiadas por la basura. Precisamente este, en apariencia inofensivo, descuido es algo más que una falta de educación que afea el entorno, ya que parece ser el responsable de la mayor amenaza que pende sobre esta especie. La razón es sencilla, Erigeron frigidus es una planta adaptada a medios duros con una estrategia vital basada más en la resistencia que en el crecimiento, al aumentar la materia orgánica en su entorno éste se hace "más acogedor" y otras especies menos rústicas aparecen en escena y terminan por desplazar a nuestra Zamárraga (en la foto ya aparece un cardo junto a ella). Lo peor de todo es que entre esos advenedizos aparece Erigeron major, mucho más abundante y con mayores crecimientos que desplaza al endemismo y lo que es peor, se hibrida con él poniendo en serio riesgo la salud genética de sus poblaciones, en la sierra de Gredos está ocurriendo algo similar entre la endémica Centaurea avilae y la extendida Centaurea alba.

Que las mondas de la naranja sean biodegradables no es razón suficiente como para tirarlas detrás de una piedra, esas plantitas que hay detrás de esa piedra lo último que necesitan es que alguien abone su parcela.

domingo, 6 de marzo de 2011

DE PASEO POR LA SIERRA DE VILLANUEVA. Villanueva de la Vera, Cáceres (Spain).


Garganta de La Hoz

Una buena porción de la sierra de Gredos cacereña está dentro del término municipal de Villanueva de la Vera, no es la de mayor altitud pero tiene algunos enclaves de gran valor como la zona de Casquero de Peones, donde la orientación es norte (algo único en la sierra verata), la siempre venteada Loma de la Batalla o la Garganta de Mal Entradero, pero resulta llamativo que la mayor parte de su sierra esté dentro de grandes fincas privadas. La conocida como “desamortización civil” de Madoz, que pese a su mayor importancia es mucho menos famosa que la de Mendizábal , afectó en buena parte a los terrenos comunes de los pueblos. El gobierno necesitaba dinero y lo sacó de debajo de las piedras. En Extremadura esta desamortización trajo consigo un aumento de los latifundios y un aumento de la emigración, al verse privada la gente de los pueblos de recursos básicos como los pastos y la leña. En el caso de Villanueva la cosa pudo llegar a ser incluso peor de no ser por mi paisano D. José García Mora, el Cura Mora (Plasencia, 1829-1910), quien pudo pararle los pies al señor Godínez de Paz, diputado al que se le había adjudicado la parte de la sierra propiedad del municipio. Este buen hombre, no contento con las miles de hectáreas conseguidas a buen precio, intentó durante el amojonamiento en 1870 regalarse unos centenares de hectáreas más. El Cura Mora, un auténtico personaje de armas tomar, al que no le temblaba el pulso ni al criticar ferozmente a la jerarquía de la Iglesia, empezando por su propio obispo, no tuvo rival. Cuantos diputados más no verían a un cura mora frenar sus rapiñas.
Hoy visto en perspectiva, parece claro que esta dramática medida favoreció en muchos casos la conservación de los terrenos afectados, si el fin de esta desamortización era acabar con las llamadas “tierras muertas” lo que consiguió fue justamente lo contrario. Pero por otro lado, también tendremos que reconocer que hemos perdido la capacidad de disfrute de enormes extensiones de terrenos públicos, que hoy podrían ser espacios protegidos. En la comarca de La Vera tenemos ejemplos de terrenos comunes y terrenos privados en la sierra, que cada uno saque sus conclusiones. Yo reconozco que no lo tengo claro.

Aprisco para cabras

Y en esto pensaba al contemplar el maravilloso encinar de tipo carpetano que arranca a partir de los 1000 m cerca de la cabecera de la Garganta de La Hoz (no confundir con su homónima del Losar). En Extremadura no hay nada parecido, sólo en Las Hurdes quedan encinares tan bien conservados, pero allí se trata de otro tipo de bosque, más húmedo y de menor altitud. Este encinar serrano es un ejemplo de libro de una inversión de vegetación motivada por un sustrato raquítico. Los rebollos deberían ocupar esa ladera y las encinas deberían estar en las llanuras, pero con tan poco suelo el roble es menos competitivo que la encina. Los enebros, que en otras zonas más bajas de La Vera son los dominadores, aquí son sólo meros acompañantes. Estando en manos privadas este encinar ha sufrido algún zarpazo buscando leña, qué no habría sucedido siendo comunal y me atengo al dicho que he escuchado varias veces de la gente mayor del campo: “lo que es del común es del ningún”.

El Chorro de la Ventera. Arriba a la derecha la chaparrilla del susto.

Tras este manjar, mi guía decidió darme una sorpresa y me condujo hasta otro pequeño encinar, por el que descendimos. De pronto, se detuvo junto a una pequeña encina achaparrada y me preguntó si conocía el Chorro de La Ventera, al contestarle que sí me dijo un poco picado que seguro que nunca lo había visto así y me invitó a traspasar la chaparrilla. Le hice caso y por poco se me sale el corazón por la boca. Tengo miedo a las alturas cuando estas suponen un riesgo evidente de muerte (no lo llamaría vértigo), fruto probablemente de malas experiencias en mi infancia, así que os podéis imaginar lo que sentí al verme de golpe al borde de un cortado de 84 metros, tan liso y vertical que no parecía natural. Salté a la chaparra y me agarré todo lo fuerte que pude. Aunque las rodillas me temblaban, Intenté mantener la compostura cuando me agarré al bastón de mi amable acompañante para alejarme del borde y le dije que me sacara de allí inmediatamente. Un poco sorprendido retrocedió a regañadientes y, una vez alejados del borde del cortado, me dijo que lo que no íbamos a hacer es desandar el camino, ya que estábamos allí bajaríamos por una de las laderas del Chorro. Le dije seriamente que como volviera a darme un susto igual le atizaba un bastonazo. Al final la bajada fue bastante sencilla y nos colocamos cerca de la caída del chorro de agua, donde ya a salvo firmamos la paz. Lo de chorro en lugar de cascada, algo muy común en Extremadura, imagino que será porque el agua resbala por la pared y no se precipita en un salto más que en época de deshielo. En cualquier caso, con más de 80 metros bien podría llamarse Chorrazo de la Ventera, si no fuera nombre tan claramente inapropiado.

jueves, 3 de marzo de 2011

ORCAS EN EL ESTRECHO DE GIBRALTAR.

Grupo familiar de orcas frente a las costas de Tánger (Morocco).

Como unos turistas más cada verano un grupo de orcas noruegas se deja ver por las aguas del Estrecho de Gibraltar, para alegría de todos los que nos impresionamos con este bicho.
Las orcas noruegas se han hecho tristemente famosas por ser los animales más contaminados por productos químicos del Ártico. Dado que estas orcas noruegas se alimentan exclusivamente de pescado, del mismo que nos alimentamos nosotros, este dato es para no dormir tranquilo. Pero entre estas orcas también hay unas cuantas que son unas extraordinarias sibaritas, capaces de hacerse miles de kilómetros todos los años para cambiar por unos días los arenques por Atún rojo, lo que sin dudas, dado el sabor de ambos, es una prueba más de la inteligencia de esta especie.
Macho adulto de orca.

Las orcas además tienen muy controlada la cuestión. A finales de primavera o principio de verano los atunes rojos entran en el Mediterráneo a desovar y aprovechan las corrientes de aguas atlánticas poco salinas y superficiales. Estas corrientes discurren próximas a la costa de Cádiz y en la zona conocida como Monte Tartessos o Baja de Pescadores esta alcanza su menor profundidad. Allí los atunes tienen menos defensas y allí llevan miles de años atrapándolos las almadrabas. Por eso durante esta época las orcas se dejan ver cerca de la costa española. Terminado el desove, avanzado ya el verano, los atunes volverán al Atlántico siguiendo esta vez corrientes más próximas a la costa marroquí y allí se van las orcas a esperarlos.

Patera con pescadores marroquíes.

La convivencia con los pescadores parece haber agudizado el ingenio de las orcas, ya que hoy día prefieren arrebatarles los atunes a pescarlos. La captura del Atún exige persecuciones de hasta 30 minutos que dejan agotados al pez y a la Orca. Es mucho más fácil seguir a los pescadores y dejarles atrapar los atunes, para dar un gran mordisco en la ventresca del agotado pez al ser izado. Cuando el Atún no era tan escaso esto apenas importaba, pero hoy día el porcentaje de atunes comidos por las orcas preocupa a los pescadores. Con todo, no conviene olvidar que el problema es la falta de atunes y no las orcas.

Hembras junto al juvenil del año.
Los investigadores han identificado hasta 32 orcas en 5 grupos en el área del Estrecho. Cuando fuimos a observarlas sólo había dos grupos en la zona: uno con querencias muy marcadas de 9 individuos, incluida una cría del año, que interactuaban con los pescadores marroquíes y otro de 5 individuos que se movían por toda la zona. Conforme nos acercábamos a la zona frecuentada por el mayor grupo, nos topamos con un gran grupo de calderones comunes que nadaban en esa misma dirección. Según nos comentó el guía, la población residente de calderones es de unos 300 individuos y no le hace ninguna gracia tener a las orcas cerca, por lo que no resulta raro que, pese a su menor tamaño, las acosen hasta expulsarlas. Las orcas, que sólo habían venido al catering, son educadas y se marchan.
Hay constancia documental de la presencia en estas aguas de orcas, o Espartales como las conocen en Cádiz, desde hace al menos 500 años y seguramente sean muchos más. Si finalmente dejan de venir por la escasez de Atún las vamos a echar de menos, incluso en Cáceres.

martes, 1 de marzo de 2011

LA AMAPOLA DEL MULHACÉN. Papaver lapeyrousianum.

Papaver lapeyrousianum. Subida al Mulhacén, 3.400 m. Granada (Spain).

No creo exagerar si digo que, fotográficamente hablando, mi peor pesadilla se hizo realidad coincidiendo con una visita a la Sierra Nevada granadina. Tras varias jornadas disfrutando de sus joyas botánicas ese día tocaba el entorno del Mulhacén, con sus cerca de 3.500 m. Cuando quedaban pocos metros para la cumbre decidí comenzar a tomar fotos de la delicada Amapola del Mulhacén (Papaver lapeyrousianum), así que como hacía bastante viento busqué una planta resguardada bajo una piedra. Pero en ese momento ocurrió lo peor, la cámara no funcionaba o, para ser más exactos, había cobrado vida propia en una extraña forma de modo superautomático, en el que ella, con independencia de lo que a mí me pareciese, seleccionaba aleatoriamente velocidad, iso, calidad, balance de blancos…y hasta el momento del disparo. Teniendo en cuenta que me encontraba rodeado de plantas endémicas raras y hermosas y que esta rebelión de la cámara suponía que no podría tirar ni una sola foto, se puede entender el estado de shock en el que caí. Hicieron falta muchas respiraciones profundas para que el corazón me volviera a latir por debajo de las mil pulsaciones por minuto. Otra vez humano, volví a encender la cámara y, tras decenas de intentos, conseguí tomar esta foto. No es la foto que yo esperaba traerme a casa de esta especie, pero la cámara no dio otra opción, de hecho esta fue la última foto de mi querida compacta y en rigor la autoría le correspondería a ella.
Papaver lapeyrousianum es exclusiva de las cumbres más altas de Sierra Nevada y de los Pirineos y sirve para mostrarnos las relaciones que en otros tiempos existieron entre las floras de ambos sistemas montañosos. Ocupa zonas de gleras siendo su situación en Sierra Nevada poco halagüeña, ya que sólo se conoce una población de menos de 3.000 ejemplares en su zona más alta, existiendo constancia de su desaparición en El Veleta a comienzos del siglo XX. Para algunos especialistas estas plantas de Sierra Nevada deberían ser consideradas una especie distinta a la pirenaica o, cuanto menos, una subespecie independiente. Sea como sea, son una auténtica belleza por su porte enano y su precioso color naranja, tan raro entre nuestras flores silvestres.

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