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miércoles, 29 de enero de 2014

TIEMPO DE TROMPONES.



Narcisos trompones en la Sierra de San Pedro (Cáceres).

Ya están en flor los narcisos trompones (Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis), una de las primeras alegrías que uno se lleva cada año. En realidad llevan en flor desde el mes de diciembre, con los narcisos pacenses y algunos de la Sierra de San Pedro como avanzadilla, y podremos disfrutarlos hasta finales de abril, cuando los últimos ejemplares de Gredos se marchiten.

La niebla no es rara en los riscos de los trompones. Sierra de San Pedro (Cáceres).
Este año he vuelto a Magacela (Badajoz), en lo que empieza a convertirse en una tradición, a ver si conseguía dar con algún ejemplar, pero no hubo suerte. En 1978 D. José Luis Pérez Chiscano localizó allí una población de esta especie, en lo que era claramente un enclave relíctico y una auténtica joya para la biogeografía de esta especie. He podido hablar con el propio Chiscano recientemente sobre esta población y me comentó que ya entonces era muy rara, aunque no recuerda cuando dejo de verla en la zona. He encontrado una cita suya de febrero de 1985, que podemos considerar la cita más reciente conocida. Esta localidad se trata del enclave más árido y extraño para esta especie en Extremadura y todavía me resisto a darla como desaparecida.

Hábitat del Narciso trompón en Sierra de San Pedro (Cáceres).

La población de las Sierras Centrales de Badajoz y las de la Sierra de San Pedro comparten con la de Magacela su hábitat, asociado a repisas y fisuras terrosas de cantiles cuarcíticos con orientación norte. A diferencia de las de Magacela, las primeras son mucho más húmedas y no son raras allí las nieblas que aportan mayor humedad al ambiente. Al menos durante el invierno, estos cantiles son los lugares más frescos y húmedos de la sierra y aparecen tapizados de helechos, musgos y hepáticas.
 
Trompones en el sotobosque de un castañar del Ambroz (Cáceres).


La comarca de las Villuercas está a caballo entre la Extremadura mediterránea y la supramediterránea y aquí podemos encontrar poblaciones de narcisos trompones en ambientes similares a los de la Sierra de San Pedro (rupícolas en cuarcitas) o en bosques de robles como en la Sierra de Gata o Gredos. Finalmente tenemos las poblaciones del Sistema Central, asociadas a robledales y castañares frescos en Sierra de Gata y Gredos o a praderas húmedas de montaña (cervunales) en Gredos.
Narcisos trompones y Narcissus bulbocodium en un cervunal de Gredos (Cáceres).
Desde el borde de los llanos de La Serena a los antiguos circos glaciares de Gredos. No es de extrañar que ante semejante diversidad de ambientes surgieran diferencias morfológicas entre las distintas poblaciones, algo que ha traído de cabeza a los especialistas. El más claro de todos fue Pugsley que en 1933 lo denominó Narcissus confusus. Incluso entre años es posible encontrar diferencias morfológicas de tamaño y coloración, algo que añade mayor atractivo, si eso es posible, a esta especie.

jueves, 23 de enero de 2014

Asplenium septentrionale



Asplenium septentrionale. Tornavacas, Cáceres. 2000 m.


Podemos dejarnos impresionar por el nombre pero, aunque es cierto que la especie ocupa buena parte del norte del Hemisferio Norte, ocupa también latitudes meridionales, asociado a la alta montaña, eso es cierto. Existen citas de la especie en el Alto Atlas marroquí e incluso en el Monte Teide, en las Islas Canarias. En Norteamérica, por otro lado, resulta mucho menos abundante y aparece asociado básicamente a las Montañas Rocosas, con escasas poblaciones aisladas fuera de esa zona. Tan raro, que en todo el estado de Oregón, con una superficie cercana a la mitad de la Península Ibérica, sólo se conocen poco más de 1100 matitas de este helecho.


Precisamente esta distribución, con tanta población aislada, ha dado lugar a la aparición de partidarios de esta especie como antigua reliquia de las últimas glaciaciones, pero, al tiempo, también de defensores de la especie como un reciente colonizador de las montañas. Parece claro que cumple con requisitos de una reliquia de los nunatak (ver entrada anterior relacionada), con poblaciones claramente diferenciables compuestas de individuos casi idénticos, pero la aparición de poblaciones aisladas en Tenerife o California, entre otros lugares, complica el asunto. El blanco y el negro se usan poco en la Naturaleza.

 En la mitad sur de la Península Ibérica sólo puede encontrase en Gredos, Guadarrama, muy puntualmente en Montes de Toledo y Sierra Nevada. En Extremadura sólo la he podido observar en las zonas más altas: entorno del Torreón (>2300 m), entorno de la Covacha (>2300 m) y cabecera de La Serrá (>1900 m).

 Existe otra cita publicada de la especie para Extremadura. En 1925 Rivas Goday la citó en fisuras cuarcíticas a unos 1500 m en los alrededores del Pozo de la Nieve en La Villuerca (Cáceres), pero Rivas Martínez y Ladero no consiguieron dar con ella en 1971. Una cita más de una especie norteña hallada en este punto hace unos 100 años y que hoy día no se han vuelto a localizar.


En el Gredos extremeño forma parte de una comunidad de plantas que habitan fisuras de rocas en zonas de cumbre por encima de los 2000 m (piso oro y crioromediterráneo). Uno de los ambientes más duros de la sierra, donde sólo sobreviven las especies adaptadas a soportar temperaturas extremas y un cierto grado de aridez. Se trata, además, de uno de sus hábitats más valiosos por su riqueza en endemismos gredenses: Antirrhinum grosii, Saxifraga pentadactylis subsp. almanzorii, Alchemilla serratisaxatilis, Armeria rivasmartinezii, Doronicum kuepferi, etc.

jueves, 16 de enero de 2014

Vamos al grano. Pajareando en las Vegas Altas (Cáceres/Badajoz).




La Grulla es la auténtica estrella de esta zona.

Vaya de entrada que no soy un twitcher, esa rama casi atlética de los pajareros que cada día se hace más popular. Me falta disciplina y me disperso demasiado en el campo. Pero una o dos veces al año uno decide liarse la manta a la cabeza y darse un banquete ornitológico.




Bando de Correlimos común.

Viviendo en Extremadura lo obvio sería visitar Monfragüe y alrededores, Llanos de Cáceres o La Serena resultarían igualmente interesantes e incluso la sierra de Gredos podría ser tentadora. Pero no va por ahí la cosa.

Con el paladar de gourmet que se adquiere con los años, uno ya va teniendo sus querencias claras. Si de ver pájaros se trata vamos al grano, nunca mejor dicho. Hay que olvidarse de paisajes grandiosos y de Naturaleza inalterada. Por desgracia, los pájaros son tan prosaicos como las personas y están allí donde hay comida, no importa mucho si es fast food.


Labores de fangueo o sirviendo la mesa.

Puede que no guste un terreno llano repleto de infraestructuras para el riego, con sus canales, caminos de servicio, líneas eléctricas, pueblos de colonización, silos, etc. Seguramente tampoco guste tener que ir a ese lugar en invierno, cuando uno puede llegar a descubrir que en la tórrida Extremadura el frío se te puede meter hasta los huesos, para convertirte en un triste ser tembloroso y moqueante.


Aguiluchos laguneros y pálidos entrando a un dormidero.

La combinación de rastrojeras de maíz, arrozales fangueados y embalses de riego rodeados por dehesas de encinas, es la responsable de que esta zona sea un buen destino para miles y miles de aves migratorias. Si unos vienen buscando sol y playa, otros vienen buscando fango y arroz.


Bando de grullas y gansos en un rastrojo de arroz.

Hace unos días dediqué una jornada completa a los pájaros en una zona entre Miajadas (Cáceres) y Navalvillar de Pela (Badajoz) y pude observar 77 especies de aves, que podrían haber sido fácilmente más si hubiera sido ese mi objetivo. Pero lo que busco no es sumar el mayor número de especies, ni siquiera esa rareza que cada año se cuela en la zona, busco el espectáculo natural, la saturación. Disfrutar con bandos de cientos o miles de grullas y gansos, balsas de patos de cuatro dígitos, dormideros con más de 100 aguiluchos o con miles de estorninos negros. Bandos de gorriones morunos que se mueven velozmente y con la perfecta coordinación de un banco de sardinas y zumban al pasarnos por encima. Cientos de gaviotas, cigüeñas blancas, garcetas y garcillas bueyeras siguiendo a los tractores en sus labores. Tablas de arroz repletas de limícolas mostrando los diferentes modos de usar sus distintas combinaciones de patas y picos. En definitiva, verlo todo lleno a rebosar de aves.
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