Carbonero común, uno como este me encontré hace unos meses en mi casa, decapitado por el gato del vecino. |
Odio los gatos domésticos. Por
muy bonitos que sean siempre tengo presente su lado oscuro. Reconozco que esto
debe estar muy cerca del trauma de infancia, cuando pude leer la triste historia
del Chochín de la Isla Stephen de Nueva Zelanda (Traversia lyalii).
En 1892, mientras se iniciaba la
construcción de un faro en la isla Stephen, un operario aficionado a los
pájaros vio dos chochines raros en unos matorrales. Era la primera vez que la
especie era observada (al menos conscientemente). En febrero de 1894 uno de los
fareros introduce en la isla una gata preñada. Ya en junio de ese año un gatito
llamado Tibbles comenzó a llevar chochines cazados por él al faro. Con uno de
aquellos restos se pudo describir la nueva especie. Al año siguiente ya fue
imposible localizar al Chochín, aunque Tibbles todavía cazaría al menos otro
más ese año. Existe otro ejemplar capturado posiblemente en 1896, que es la
última cita para esta especie. Aunque la fama se la llevó Tibbles parece que
sus hermanos le echaron una mano a la hora de extinguir al pobre Chochín, un
ave no voladora que parece que estuvo distribuido por las dos islas principales
de Nueva Zelanda hasta la llegada de los maoríes con sus gatos.
Nueva Zelanda ha sido
posiblemente el primer país en tomarse en serio el tema de los gatos, no en
vano han acabado con 6 especies endémicas de aves y otras 70 subespecies muy
localizadas. Con 1,5 millones de gatos estimados en su territorio, se sabe por
los estudios que un 20 % de ellos son cazadores frecuentes, aunque la mitad de
ellos cazan, y que los gatos urbanos cazan principalmente aves. Posiblemente
uno de los más peligrosos fue un gato de Mount Ruapehu, que en 2010, en una
semana, acabó con 100 murciélagos de una especie muy amenazada.
Los ingleses también han estudiado
a fondo sus gatos. Me gusta un viejo trabajo de 1987 en el que se estudiaron 80
gatos caseros bien alimentados de una villa inglesa. Como media esos gatos
llevaron 14 presas a casa por año, aunque se estimó que sólo el 50% de las
presas cazadas eran llevadas a casa. Es decir, que pese a vivir cómodamente en
casa y estar bien alimentados estos gatos cazaban por “deporte” al menos 2,33
presas al mes, entre las que se encontraban pajarillos, ratones, musarañas y
lagartos. Uno de los gatos llevó 400 presas en un año.
Como esto parece ser una
tradición anglosajona, también los estadounidenses se han preocupado por ver
que estaban haciendo sus gatitos en casa. Dada la magnitud del país las cifras
asustan, tanto que científicos de la Smithsonian y del Servicio de Pesca y Vida
Silvestre consideran al gato la mayor amenaza para la conservación de la
Naturaleza (los neozelandeses horrorizados intentaron sin éxito prohibir los
gatos). Se estima que los gatos estadounidenses, más abundante que cualquier
otro predador silvestre, acaban al año con entre 1.400 y 3.700 millones de aves
en USA y entre 6.900 y 21.000 millones de micromamíferos. Más del 70 % de estas
muertes eran producidos por gatos asilvestrados. Aunque los gatos podían
desplazar a otros depredadores al eliminar las presas, en zonas con predadores
salvajes los gatos lo tenían más difícil y como muestra se citan los 20
collares de gato hallados en una madriguera de Coyote.
Allí donde se ha estudiado los
datos son siempre sobrecogedores: 600.000 aves marinas muertas al año en la
isla subantártica de Marion, 1.200.000 aves marinas muertas al año en la isla
Kerguelen en el Índico.
En España también tenemos
nuestros propios casos, así se sospecha que el Escribano de Alcover (Emberiza alcoveri) de Tenerife y el
Verderón de Trias (Carduelis triasi)
de la Palma, ambos endemismos exclusivos no voladores, desaparecieron al poco
de llegar a las islas los guanches con sus gatos. Y sin irnos tan lejos,
recuerdo que una vez me contaron como el gato de una familia que había rehabilitado
como segunda vivienda un molino de agua en la sierra de Guadarrama, si no me
falla la memoria, acabó con todos los lagartos verdinegros de la garganta en
poco tiempo, pues llevaba uno a casa casi todos los días. Mi vecino tiene una
gata, que no contenta con traer a todos los gatos del barrio a mi casa, se
permite dejarme algún pajarillo decapitado de regalo de vez en cuando.
Entre tantos estudios también se
ha podido confirmar que lo del cascabel en el collar funciona, un cascabel de
los de verdad, pues reduce el número de capturas en un 50 %. Pero si te gustan
los gatos, déjalos en casa.