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domingo, 26 de diciembre de 2010

ANDROSACE CYLINDRICA


Androsace cylindrica en plena floración.

Las Androsace son mis plantas de montaña favoritas, especialmente las especies de mayor altitud con su aspecto de pequeños cojines recubiertos de flores. Varias de estas especies se cultivan habitualmente por viveros especializados, aunque una vez más tendremos que tener cuidado con las hibridaciones y con la nomenclatura.


El ejemplar de la foto es una de mis dos Androsace cylindrica adquiridas en un vivero escocés en noviembre de 2009. Se trata de una especie endémica de los Pirineos centrales, tanto en Francia como en España. Las plantas venían etiquetadas como Androsace cylindrica x hirtella, aunque en realidad hoy día se reconoce como única especie a Androsace cylindrica, que tiene tres subespecies muy próximas (hirtella, cylindrica y willkommii). Como quiera que en la naturaleza las subespecies hirtella y cylindrica presentan numerosas formas intermedias y dado que la mayoría de los pelos de las hojas no son ramificados, me parece más acertado tratarla como Androsace cylindrica a secas.


El mismo ejemplar a punto de iniciar la floración.

Esta es una de las especies en forma de cojín más fáciles de mantener ya que aguanta perfectamente la lluvia invernal (yo las tengo sin protección), que es uno de los mayores peligros para las plantas alpinas en las zonas bajas. Coloqué una de las plantas sombreada por una piedra y la otra en una situación que en verano le obliga a soportar el sol de las horas centrales del día. Las dos han crecido con normalidad y en junio florecieron en abundancia. Mi “amigo” el Mirlo arrancó dos rosetas de una de ellas, las puse en tierra y parece que han emitido raíces sin mayores problemas.

viernes, 24 de diciembre de 2010

LA FUENTE PAJARES. VALCORCHERO, PLASENCIA (CÁCERES).




Siguiendo el antiguo camino empedrado Plasencia-Villar de Plasencia, muy cerca ya de la linde de las fincas Valcorchero y El Almendral,   nos dejaremos caer ladera abajo siguiendo una falla que crea una vaguada muy evidente para llegar hasta esta fuente. En este punto el alcornocal se ha enriquecido con quejigos y se ven ya los primeros robles rebollos del entorno de la Fuente del Cañito. El descenso es breve pero intenso, de modo que en pocos metros pasamos del ecotono de alcornocal-rebollar con abundantes quejigos al de alcornocal-encinar con numerosas cornicabras. Cuando la pendiente se suaviza y las encinas aparecen como dominantes llagamos a la fuente, para mi gusto la más bonita de las más de 20 que tiene el monte de Valcorchero y si la visitamos al final del otoño mejor. La fuente está formada por 12 pilones tallados en granito y dispuestos en ligero arco para contrarrestar la fuerte pendiente. El manadero se ha protegido con una piedra de granito. Unos fresnos la franquean y ayudan a refrescar la zona en verano.





Aunque la integración paisajística de esta fuente es magistral, como se aprecia en las imágenes, no es la fuente que más vida alberga debido al pequeño tamaño de sus pilones. Lástima que le han colocado un feísimo cartel de tipo militar encima (en realidad están sembrando el monte de ellos, con lo que ahora parece una pista americana).



En la zona se pueden observar ejemplares sueltos de cuarzo lechoso cristalizado procedentes de un filón cercano que las frecuentes escarbaduras de los jabalíes dejan al descubierto.


Ejemplar de 8 cm de la Fuente Pajares

martes, 21 de diciembre de 2010

MATUSALEM NACIÓ EN UNA MONTAÑA

Arenaria tetraqueta subsp. amabilis.  Endemismo de Sierra Nevada. Lavaderos de la Reina (Granada) 2900 m.

Es conocido que las plantas que viven en la montaña alcanzan edades sorprendentes, sin embargo, casi siempre se asocia este hecho a árboles venerables. Lo cierto es que en la alta montaña el concepto de tiempo adquiere otra dimensión y todo se ralentiza hasta el extremo, aquí cualquier pequeña plantita puede ser un duro contrincante para los árboles más veteranos de nuestros campos. En un mundo donde las plantas de ciclo anual son casi una excepción, las estrategias vitales se miden fácilmente en siglos y en el caso de las especies con reproducción clonal en milenios, como se ha comprobado con las especies andinas del género Azorella, con edades estimadas superiores a los 4000 años.

Minuartia recurva. La Ceja (Ávila), 2400 m.


La naturaleza no suele regalar el tiempo, concede a cada especie el tiempo justo para desarrollarse y asegurar su descendencia (el aumento de la esperanza de vida en nuestra especie va unida a un retraso en la emancipación, lo digo por si alguien pensaba que somos la excepción). En la alta montaña los períodos favorables para el desarrollo de las plantas puede ser de tan sólo un par de meses, por lo que las plantas lógicamente deben vivir más años para compensar esto, así una planta bianual que el primer año forma la roseta y el segundo florece puede necesitar hasta 10 años para completar su ciclo en alta montaña (hay que pensar en crecimientos de unos pocos milímetros por temporada). Pero este hecho por si sólo no puede explicar una longevidad tan prolongada, debe haber además otras razones. Las plantas de montaña pueden resumir su filosofía de vida en la frase “con lo que te ha costado llegar, quédate y disfruta un rato”. Aquí está el secreto de Matusalem, la extrema dificultad para el arraigo con éxito en la alta montaña obliga a estas plantas a mantenerse durante muchos años para producir un número suficiente de descendientes reproductivos que garanticen la continuidad de la población, es una forma poco sofisticada de jugar pero funciona.

El problema que tiene esta estrategia es que se olvidó de incluir el "factor humano" en la ecuación. Hoy día, curiosamente la mayor debilidad que tienen las plantas de montaña, lo que las hace muy vulnerables, es su largo ciclo, que les impide reaccionar a perturbaciones más o menos repetidas. Su esfuerzo de muchos años para dotarse de unas costosísimas estructuras que les permitan hacer frente a los duros factores ambientales se puede ir al traste por el pisotón de un montañero, por el golpe de un ski o por el pisoteo excesivo del ganado o las reses cinegéticas, por no hablar de esas estaciones de esquí que se abandonarán por falta de nieve en unos años, tras llevarse por delante algunos de los mejores lugares para nuestra flora de montaña que tardarán siglos en recuperarse.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

UN LENTISCO DE LOS DE ANTES: LA CHARNECA DEL CUQUIL. Casas de Don Pedro, Badajoz (Spain).


Charneca del Cuquil. Arroyo del Cuquil, Casas de Don Pedro (Badajoz)

El Lentisco o charneca (Pistacia lentiscus) es una de las especies con mayor representación en la cultura mediterránea desde tiempos remotos debido a sus múltiples propiedades. Todavía hoy día es muy apreciado el jugo resinoso que se extrae de su tronco, conocido como almáciga, que se utiliza como resina aromática en perfumería, como barniz, como cemento dentario para empastes e incluso como goma de mascar para mantener limpios los dientes. El aceite de sus semillas se usaba para lámparas, su madera era apreciada en ebanistería y también era apreciado en la antigüedad el vino de lentisco. Pero sólo los ejemplares de porte arbóreo soportan el “sangrado” para obtener esta resina, por lo que su uso ha quedado reducido hoy día a Asia Menor. Es una desgracia, pero sólo los bosques del litoral turco conservan suficientes ejemplares arbóreos de lentisco como para que se pueda plantear la explotación de la almáciga.

Cuando pienso en esos bosques turcos, me imagino cómo serían nuestros charnecales extremeños hace 3000 años. El aspecto actual de mata nos hace olvidar que hubo un tiempo en que esos matorrales altos fueron árboles. Yo imagino un bosque denso y oscuro donde las charnecas competían con encinas, labiérnagos y madroños por dominar el dosel arbóreo. Y para imaginarlo cuento con la ayuda de los escasísimos ejemplares de lentisco arbóreos de la región. Sólo un puñado y algunos ya desaparecidos como el de la carretera de Almaraz a Valdecañas de Tajo. Por suerte el mejor aún se conserva.


Gracias a Santiago González, hoy jubilado, pude dar con ella

Los llanos situados al norte de Casas de Don Pedro (Badajoz) se encuentran en la actualidad ocupados por olivares y pequeñas hojas de siembra. La cercana sierra de la Chimenea mantiene charnecales junto a repoblaciones de eucaliptos. En este gran llano con multitud de pistas y un paisaje agrícola muy uniforme es fácil desorientarse, como puedo afirmar con conocimiento de causa. Un pequeño arroyo, El arroyo del Cuquil, es nuestro objetivo, junto a él se encuentra la charneca monumental del Cuquil.

Es fácil que lo pasemos de largo al confundirlo con una encina, pero una mirada más sosegada delatará el verde característico del lentisco. Su situación actual en medio de una hoja de siembra puede inducirnos a error sobre su origen, pero en realidad esto es algo muy reciente, dado que hasta hace no muchos años la charneca se situaba en el lindero de dos propiedades y era utilizado como hito en un principio y como lugar de descanso con el transcurrir del tiempo. Hoy día las ovejas no hacen asco a las hojas de sus ramas bajeras, totalmente despreocupadas por la importancia del ejemplar y cuando aprieta el calor o el frío buscan refugio bajo su copa, que se muestra así generosamente abonada.

El árbol tiene unos 7 metros de altura y un diámetro de copa de 10 m. Su tronco se abre a los 2,5 metros en dos gruesos cimales, que se ramifican casi inmediatamente, formando una copa globosa, muy densa e intrincada, característica de esta especie. El perímetro del tronco a 1,30 metros del suelo es de 1,80 m. Tiene las oquedades y cicatrices propias de todo árbol que ha mantenido un contacto estrecho con aperos y herramientas

sábado, 11 de diciembre de 2010

LA AJEDREZADA DE BANDAS AMARILLAS: Pyrgus sidae (YELLOW-BANDED SKIPPER)



A veces las cosas minúsculas nos cuentan grandes historias, sólo hay que tener ganas de escucharlas. En unos pequeños prados, cuya superficie total apenas alcanza las 20 hectáreas, en la Sierra de Béjar (Salamanca y Cáceres), nos encontramos con una pequeña mariposilla que no será posible encontrar en otro punto de la Península Ibérica (en realidad existe otra cita aislada en la cercana Sierra de Gredos). Su población no debe superar los 2000 individuos si nos atenemos a los datos obtenidos por los investigadores que estudiaron la parte más densa de esta colonia (Hernández-Roldán, J., Munguira, M. y Martín, J., 2009), estimando para esa zona 569 individuos con un margen de error de 83. Sólo 2000 pequeñas mariposillas, encerradas literalmente en cuatro pequeños prados, es como no decir nada. Y, sin embargo, es mucho lo que nos cuenta esta colonia.

Pyrgus sidae fue descrita para la ciencia con ejemplares de la Rusia asiática y posteriormente se descubrió su presencia de manera muy aislada en la Península balcánica, la Península itálica y la Provenza, al margen de otras poblaciones en Asia central conectadas con las rusas. Esta distribución ofrecía un ejemplo de libro: una pequeña mariposa de hábitos muy sedentarios, que depende de una planta asociada a prados húmedos y bordes de turberas, cuyo origen es Asia central y que en Europa aparece de manera muy aislada asociada a los clásicos refugios de las pasadas glaciaciones, como son las penínsulas del sur de Europa (la población de la Provenza parece originarse por una posterior recolonización desde Italia). La historia parecía clara, ya había sido contada antes con otras especies. Pyrgus sidae se originó en Asia central y durante las últimas glaciaciones pudo ir desplazándose detrás de las Potentillas (su planta nutricia) hasta llegar a Europa, con continuas extinciones y recolonizaciones, expandiéndose en los períodos interglaciales y replegándose en los momentos más intensos de las glaciaciones. En Europa debió ocupar una amplia zona a juzgar por los restos de su población, pero lo más duro de las glaciaciones en primer lugar, seguido del establecimiento del actual clima mediterráneo, con un verano árido, debió acabar con la mayor parte de las poblaciones europeas, manteniéndose de manera aislada sólo aquellas situadas en zonas refugio en las ya citadas penínsulas. Llegamos así a la situación actual, con una población extensa en Asia central y varias poblaciones relictas aisladas en Europa. Por desgracia para ellas después de las glaciaciones no tuvieron que hacer frente sólo al clima mediterráneo, el Homo sapiens empezó a demostrar que tenía la misma capacidad destructiva que el casquete glaciar Finoescandinavo y a un ritmo mayor.

Pero faltaba la guinda para coronar un ejemplo tan bueno y a comienzo de los años 80 se descubre en el norte de Cáceres una pequeña colonia de esta especie, con lo que se completaba toda la ruta migratoria de la especie. Como en el caso de francesas e italianas, las mariposas españolas fueron descritas como una subespecie nueva (subsp. gargantoi). Era de esperar, pues se trata de las poblaciones que han permanecido más tiempo aisladas.

Fotografiar a las Pyrgus sidae no es fácil, son muy activas y están continuamente volando con ese vuelo rápido y a brincos que les da nombre en inglés (Skipper). Cuando por fin se posan, lo hacen en medio de una maraña de hierbas bajas y siempre habrá algunas hojas molestando. En este caso tuve la suerte de encontrar un ejemplar bebiendo en una zona con la vegetación despejada por una arroyada reciente. Me tumbé en el suelo junto a ella y esperé a que se girara para verle la cara, me gusta tomar la foto cuando entreabren las alas, para así poder ver los diseños de anverso y reverso.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

FACILITACIÓN: LA COOPERACIÓN EN LAS MONTAÑAS

Violetas de Sierra Nevada a 3400 m en el Mulhacén junto a Hormatophylla spinosa,
 su planta guardería.

Al pasear por las cuerdas, cimas o collados de la alta montaña es fácil percatarse, a poco que nos fijemos, de un fenómeno curioso que se observa aquí como en ningún otro sitio. En estos lugares, donde las condiciones ambientales son durísimas, las plantas no crecen aisladas o dispersas, más bien parece que se buscan unas a otras y crecen agrupadas en forma de pequeños parches de vegetación en un mar de suelo descarnado. La tradición de la ecología ha impuesto de tal modo el modelo de comunidades donde las especies compiten sin piedad, que las relaciones positivas son casi siempre subestimadas. Las plantas vecinas pueden competir, es cierto, pero también pueden proporcionarse beneficios. En las grandes altitudes la asociación positiva entre especies es cuatro veces mayor que la negativa, invirtiéndose este patrón en las zonas bajas. Parece que el aumento de las condiciones duras del medio, causantes de estrés en las plantas, aumenta la facilitación o cooperación entre ellas, la agregación parece que disminuye el impacto del medio. Lo más curioso es que dos especies pueden ser fuertes competidores en zonas bajas y ayudarse en zonas de altura.


 ¿Qué es lo que buscan las plantas al agruparse? En la alta montaña la fase de emergencia y establecimiento de una nueva planta es de una extrema dificultad, ya que estas pequeñas plantas deben enfrentarse desde el principio a una fuerte desecación del suelo, a fuertes congelaciones, a una fuerte insolación, a terrenos muy pobres en nutrientes, a daños físicos por viento y nieve, a predación por herbívoros, etc. Con todo este conjunto de dificultades es lógico que las plantas busquen ayuda para garantizar la supervivencia de sus descendientes. Tres son los objetivos que consiguen las plantas con esta cooperación. En primer lugar la protección, ya que la cobertura de otras plantas protege y sombrea a semillas y plántulas, reduce las pérdidas de agua, protege de temperaturas extremas, disminuye el efecto de los herbívoros y aumenta la resistencia frente a vientos, escorrentías y acumulación de nieve. Surgen así las famosas “plantas guardería” tan típicas de la vegetación de montaña. En segundo lugar, al agruparse las plantas consiguen reforzar sus reclamos frente a los escasos polinizadores de estas zonas. Por último, la agrupación favorece el incremento de los nutrientes en el suelo, bien sea por la fijación del nitrógeno, bien por la retención de partículas o por el aporte de sus propios restos orgánicos, llegándose a hablar también de “plantas despensa” en el caso de especies de crecimiento clonal, que al generar muchos restos crean condiciones más tolerables para el establecimiento de otras especies.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EL ROBLE GRANDE DE LA SOLANA. Barrado, Cáceres (Spain).



Si la monumentalidad de un árbol se midiera solamente con la cinta métrica, está claro que el Roble Grande en Extremadura jugaría en la segunda división. Su edad no es tan avanzada como la de nuestros rebollos más notables y su biometría se aleja bastante de la de esos colosos, que deben ser con seguridad de los más destacados dentro de su especie (Quercus pyrenaica).




Sin embargo, la monumentalidad también se logra con imponderables. Este es un buen ejemplo. El Collado de la Paula en el monte de La Solana en Barrado (Cáceres) es un lugar de una gran belleza, encaramado como está sobre el valle de la Garganta del Obispo, a caballo entre el Valle del Jerte y La Vera. La ubicación también cuenta y hace que algunos ejemplares sean más conocidos y respetados. Como también lo hace la propia estructura del árbol, más allá de su belleza (y hay mucha en la tracería de su copa). El Roble Grande tiene para mí varias cosas que le hacen digno de ser reconocido como uno de los Árboles Singulares de Extremadura. En primer lugar un par de ramas de crecimiento  horizontal de hasta 17 m, que representan los límites físicos de la resistencia de la madera, un portento que tan sólo la encina es capaz de mostrarnos en estas latitudes. Su copa, además, está totalmente descompensada al tratarse de un árbol que crece al borde del bosque y no aislado, se ve claramente aquí la lucha que este ejemplar mantiene por la luz con sus vecinos. Esta copa tan descompensada y una inestable ubicación en ladera han obligado al árbol a desarrollar una fuerte inclinación en el tronco y una enorme base con anchos contrafuertes para permitir que las tensiones se transmitan lo más equilibradamente posible al suelo. Todo esto hace de este ejemplar un auténtico luchador, que nos enseña cómo los árboles también son capaces de ir respondiendo con su propia lógica a los cambios de su entorno y nos aleja la idea de fábricas de madera que muchas veces tenemos de ellos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Hesperia comma


Para mí uno de los Hespéridos más bonitos. En Extremadura tan sólo vuela en el Sistema Central. Fotografiada  sobre Menta de burro (Mentha suaveolens) en la Sierra del Losar, La Vera (Cáceres) a unos 1000 m.
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