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lunes, 30 de junio de 2014

Que se mueran los feos: Omphalodes brassicifolia

Flores diminutas de Omphalodes brassicifolia. La Vera, Cáceres.

Algunas especies tienen la desgracia de que la Naturaleza parece que les ha dotado sólo de características irrelevantes para los humanos. Esto que en principio podría ser hasta bueno es hoy día, en un mundo en el que todo está controlado por nuestra especie, muy peligroso.

Omphalodes brassicifolia es un endemismo español que sólo está presente en Cáceres, de donde parece proceder el ejemplar que permitió su descripción, y Salamanca. Tan sólo se conocen 10 poblaciones (7 en Cáceres y 3 en Salamanca) y su número total de individuos debe ser muy bajo, pues las poblaciones censadas no superan en ningún caso los 500 individuos. Su tendencia tampoco es favorable ya que al menos 2 de las 10 poblaciones conocidas parece que han desaparecido, pues hace años que no se localiza ningún ejemplar en ellas y en Cáceres, donde el estudio de la especie es muy superficial, no ha sido posible localizar algunas de estas poblaciones, muy antiguas en algún caso. Como rareza es difícil superar esto ¿por qué entonces tanto abandono?

Frutos secos. ¿Será muerta más bonita?

Omphalodes brassicifolia es una planta anual que pese a tener un buen tamaño, superando en muchas ocasiones el metro de altura, tiene una belleza difícil, con un aspecto de yerbajo nitrófilo con florecillas diminutas blancas, que pardean rápidamente. No es un icono, eso es seguro. Tampoco ocupa hábitats prístinos y amenazados, pues aparece con más frecuencia de la recomendable en cunetas y en el resto de las ocasiones ocupa orlas de bosques de rebollos y castaños pastoreados, donde convive con un buen puñado de las llamadas malas hierbas. Su aspecto no engaña, es nitrófila y sus compañeras son esos yerbajos grandotes propios de medios ricos en materia orgánica, muchas veces plantas invasoras como la Hierba carmín o la Lunaria.

Planta en un claro de rebollar. La Vera, Cáceres.

Omphalodes brassicifolia, parece situarse en el límite entre dos mundos, está a caballo entre las provincias Carpetano-Leonesa y Luso-Extremadurense, a caballo entre el Supramediterráneo y el Mesomediterráneo, a caballo entre la montaña y la llanura y a caballo entre una zona sobrepastoreada y una zona semiabandonada.

Omphalodes brassicifolia, por último, tiene a bien florecer en el mes de junio, cuando los herbazales donde vive están resecos y pinchan y no parece que haya nada interesante que buscar en ellos.

Al menos hay semillas en varios bancos genéticos y su germinación no plantea problemas. Visto lo visto, es lo único que nos queda.

sábado, 21 de junio de 2014

Ajedrezada de bandas amarillas (Pyrgus sidae). Yellow-banded skipper.



Como cada año por estas fechas he subido a ver a la Pyrgus sidae, esa pequeña mariposilla que durante los interglaciares del Cuaternario llegó, siguiendo a las Potentillas de las que se alimenta su oruga, hasta el Atlántico partiendo de las montañas de Asia Central. Hoy día en Europa sólo sobreviven a modo de reliquia un puñado de colonias dispersas por el sur. En la Península Ibérica tan sólo queda una colonia a caballo entre Cáceres y Salamanca, con algunas citas en la provincia de Ávila, que parece que no han vuelto a repetirse en años recientes.


Los aficionados a bichos y plantas terminamos siendo animales de costumbres, cada día tiene su lugar y especie señalados y, si fuerzas mayores no lo impiden, repetimos en buena medida los mismos días de campo cada año. Esto sería un tormento para la mayoría de las personas, lo reconozco, pero con los años se adquieren una serie de conocimientos prácticos sobre las especies y lugares que nos llevan a disfrutar cada vez más con nuestras visitas, algo parecido a lo que ocurre con la buena música. Lo malo es que llega un momento en el que terminas saliendo al campo solo, una vez que has aburrido a todo bicho viviente. Es lo que toca y suerte, que por menos de eso llaman friki a la gente.

domingo, 1 de junio de 2014

Festuca gredensis: esa gran desconocida.

Festuca gredensis. Valle del Jerte, Cáceres 1800 m.

Hoy me apetece hablar de una de nuestras joyas botánicas, probablemente la más humilde y menos glamurosa, pero para mí una de las más interesantes por ser la imagen de uno de los hábitats más duros que tenemos en Extremadura. Tan duro que ya sólo encuentra hueco en los cordales de Gredos y se va desvaneciendo en las mayores alturas de la Sierra de Gata.

Que te llamen Paja indigesta hay que reconocer que no es algo que ayude a la popularidad. El insigne explorador botánico suizo Pierre Edmond Boissier, incansable asignando nombres como muestran los cientos de plantas descritas por él, debió de quedarse sin palabras cuando en 1838 se topó con esta especie en Sierra Nevada (Granada). Pese a su refinamiento suizo, seguramente el nombre popular español de Rompebarrigas debió pesar en su decisión. Así nació la Festuca indigesta.

Hábitat típico de Festuca gredensis. La Vera, Cáceres, 1700 m.

Lo cierto es que los hábitats de montaña muchas veces se vuelven invisibles, imposible competir con la grandiosidad del paisaje cuando sólo levantas unos centímetros del suelo. Las tópicas expresiones “mar de rocas”, “universo pétreo”, “desierto de roca”, “paisaje mineral”, etc. confirman que esas interesantísimas comunidades botánicas, maravillosamente adaptadas a las durísimas condiciones de la alta montaña y plagadas de endemismos exclusivos no cuentan para la mayor parte de los visitantes de estas zonas. Si a unas bellísimas plantas recubiertas de flores les ocurre esto y son pisoteadas sin contemplaciones, es fácil imaginar lo que pasa con unos hierbajos bastorros que no tienen narices a crear un pastizal denso. Heidi ha hecho mucho daño.

Durante años Festuca indigesta fue la especie característica de los pastos raquíticos silíceos oromediterráneos de toda la Península Ibérica, hasta que en los años 80 del siglo XX comenzaron a describirse especies nuevas a partir de ella. Ahora cada macizo ibérico tiene su Festuca del grupo indigesta endémica. Al Sistema Central extremeño le correspondió la Festuca summilusitana descrita con ejemplares de las sierras portuguesas de Geres, La Estrela y Marão. Aunque eso no duraría mucho, porque en 2000 se describe Festuca gredensis a partir de Festuca summilusitana, quedando dentro de esta nueva especie todas las poblaciones cacereñas (de la Fuente &Ortúñez, 2000).


Cada vez que me cruzo con esta especie, a veces incluso voy buscándola, no puedo evitar hacerme siempre la misma pregunta cuando la tengo delante de mí: “¿Cómo se estará en este sitio un día de diciembre a las 6 de la mañana?” Y es que hay pocos sitios más inhóspitos en la sierra que aquellos donde esta planta crece, aunque no sean los que mayor altitud alcanzan, suelos rocosos azotados por el viento que, por ese motivo, en invierno se quedan muchas veces sin la protectora cubierta de nieve. En primavera las grietas de las rocas pueden asegurar un suministro de agua mayor que el de su entorno, pero en verano ese favor se lo cobran con creces convirtiendo estos lugares en pequeños hornos de piedra. Las comunidades que se forman así son muy ralas y con muy pocas especies, muchas veces las mismas que encontramos en los prados de cumbre, otras veces las más duras entre las que habitan los piornales y cambronales y siempre Festuca gredensis.
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