Este era el mal aspecto de la Curruca carrasqueña (eso creo) de esta mañana. |
Ya he comentado más de una vez
que me hace mucha ilusión que mi pequeño jardín se esté convirtiendo en un
lugar de moda entre los pajarillos. Es cierto que me producen esporádicos dolores
de cabeza por la afición de algunos de ellos de arrancar las plantas alpinas de
la rocalla. Pero es el precio que hay que pagar por no vivir en Marte.
Mis favoritas son las especies
migratorias, que solo paran un poco a descansar antes de reemprender su largo
viaje. Desde el principio los mosquiteros (creo que todos son Phylloscopus collybita) se han hecho
asiduos y durante el paso otoñal siempre hay alguno entre los arbolillos,
generalmente uno o dos. Parece mentira que todos hagan lo mismo y que elijan
para dormir el madroño. Este año uno de ellos no pudo continuar su viaje,
encontré sus restos durante una limpieza de hojarasca bajo el madroño. Este año
también ha permanecido un par de semanas en casa un Petirrojo (Erithacus rubecula). Por el día se
alimentaba entre los setos y el césped que hay frente a mi casa y por la tarde
pasaba a mi hostal (el madroño, por supuesto).
Sin embargo, el paso primaveral
no parece elegir esta área de descanso, o tal vez sea más discreto, como ocurre
en general con esta migración. El caso es que esta mañana estaba en el jardín
cuando oí un pequeño golpe contra el cristal de una ventana. Tardé poco en
localizar sobre el alféizar de una ventana a un pequeño pajarillo que parecía
ser el responsable. Estaba embolado y con los ojos entreabiertos…mala cosa.
Entré en casa a coger la cámara de fotos y le tiré una foto sin que apenas
reaccionara. Creo que se trata de una hembrita de Curruca carrasqueña (Sylvia cantillans), una nueva especie
para el jardín. La verdad es que viendo su aspecto, además del golpe, pensé que
sus días de gloria habían llegado a su fin. Pero me equivocaba. Tras una
cabezadita de unos 20 minutos (que yo asocié con la mismísima agonía) pareció
encender otra vez el botón de “máxima actividad”, comenzó a moverse
eléctricamente y se lanzó al aire en un vuelo directo y rápido, dejándome su
tarjeta de visita en el alféizar. Un cabezazo con un vidrio no debe ser gran
cosa para una criaturita de 10 gramos capaz de sobrevolar dos veces el desierto
del Sáhara y el Estrecho de Gibraltar.
Estos días también hemos tenido novedades entre la población sedentaria. Los mirlos (Turdus merula) definitivamente parece que van a criar en el jardín y han montado un nido en lo más denso del tejo. Sólo espero que no hereden la afición a la botánica de su padre.
La hembra de Mirlo aportando material al nido. |
El Mirlo macho parece responsable de los recubrimientos de barro del nido. |
Por último, os dejo una lista actualizada de
las especies que he podido observar en el jardín (posadas dentro de sus
límites) desde marzo de 2009: Hirundo
rustica, Delichon urbica, Erithacus rubecula, Saxicola torquatus, Phoenicurus
ochruros, Monticola solitarius, Turdus merula, Cisticola juncidis, Sylvia
cantillans, Sylvia melanocephala, Sylvia atricapilla, Phylloscopus collybita,
Parus caeruleus, Sturnus unicolor, Passer domesticus, Carduelis chloris,
Carduelis carduelis, Carduelis cannabina y Athene noctua.