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miércoles, 28 de enero de 2015

Petirrojos en fuga.



El otro día hablaba con unos amigos sobre los pocos petirrojos que se veían este año, algo que se hacía extensible a otros pajarillos invernantes como la Curruca capirotada o al Colirrojo tizón. Pajarillos muy comunes cuando uno aún era un niño y cada vez más escasos. Y eso que Extremadura sólo recibe poco más del 4 % de la población invernante de Petirrojo en la Península Ibérica, aves fundamentalmente procedentes de Dinamarca, Noruega, Alemania, Países Bajos, Islas Británicas y Francia, que penetran por los Pirineos occidentales (Bueno, J.M. 1998).

Precisamente el lunes pasado recibí el último número de la Revista Ardeola y en ella José Luis Tellería llegaba a la conclusión, tras estudiar los datos de recuperaciones de aves anilladas, de que a partir de los años 70 el Petirrojo es cada vez más raro en España como invernante, siendo hoy día muy frecuentes las aves que deciden ahorrarse el paso de los Pirineos para invernar. El cambio climático, como siempre, aparece como sospechoso principal.


Ahora miro con otros ojos al Petirrojo que duerme en la hiedra de mi jardincillo, y van tres inviernos ya. Ayer le vi al atardecer junto a dos mosquiteros comunes, una pareja de Curruca cabecinegra y un Mirlo. Con los años esto será una ZEPA. 

lunes, 19 de enero de 2015

Musgaño de Cabrera (Neomys anomalus).


Pese a no ser un bicho especialmente fácil de ver, el Musgaño es bien conocido por la gente mayor del campo. La fama de animal venenoso da empaque y convierte a una musaraña de 10 gramos en un animal casi mitológico. En realidad, la saliva tóxica del Musgaño va poco más allá que una picadura de avispa.


Los musgaños de Cabrera son animales bastante confiados y cuando nos cruzamos con ellos nos regalan unos momentos muy entretenidos. Recuerdo una vez en la Garganta de los Infiernos, mientras revisaba la parte baja de uno de los puentes que cruzan sus aguas oí unos chillidos muy agudos que subían del suelo, me agaché y pude ver a un Musgaño de Cabrera acicalándose en una roca al borde del agua, en una pequeña cuevecita recubierta de musgo. Me tumbé en el suelo y me acerqué lentamente hasta que mi cara estuvo a unos 50 cm del musgaño, que ni se inmutó. Cuando me estaba quedando embobado salió del agua otro musgaño que, tras saludar con grititos al otro, se puso a acicalarse también. La escena no duró mucho más de 1 minuto, pero me pareció mágica.


Peor se me ha dado cuando he intentado fotografiarlos. Entonces resultan unos animales frenéticos, que aparecen y desaparecen constantemente sin seguir ningún patrón predecible. Puedes seguir sus burbujitas cuando están debajo del agua, pero nunca conseguirás verlos salir del agua. Les encanta meterse entre la vegetación acuática y durante su búsqueda de alimento enturbiará el agua con el limo cuando ya creías que lo tenías enfocado. Una buena práctica para familiarizarte con el enfoque de tu equipo y mejorar en tu autocontrol.

lunes, 12 de enero de 2015

Narcisos suicidas.



El sábado pasado, aprovechando que no hay mucha nieve, me di un paseo por la Sierra de Béjar. No pasé de los 2000 m por la gran cantidad de hielo. En la zona, típica de piornal, sólo encontré algún Acentor común que canturreaba tímido y la Curruca rabilarga, que no abandona estas alturas en invierno, algo que no deja de sorprenderme cada vez que me cruzo con alguna.


Más me sorprendió encontrarme con algunos narcisos (Narcissus bulbocodium) en flor en cervunales a 2000m. Cierto que los narcisos son retronivales, pero estos pobres se han comido las heladas más duras del invierno y aparecen totalmente liofilizados por la congelación. No recuerdo haber visto nunca narcisos tan precoces en la sierra.

lunes, 5 de enero de 2015

La Amapola amarilla (Meconopsis cambrica).

Le Méconopsis du Pays de Galles.


En Gabas, Pirineo francés, hacen un buen queso. Como también tienen una abundante flora de montaña en su entorno, era cuestión de tiempo que yo apareciera por allí. De una jornada por aquellos bosques frescos por encima de los 1000 m, entre trozo de queso y trozo de queso y entre pintada de “osos no” y pintada de “osos no”, me quedo con la increíble Amapola amarilla o Amapola de Gales (Meconopsis cambrica).

Pese a no haber estado nunca a menos de 5000 km de los Himalaya, la patria de las Meconopsis, las famosas Blue Poppies no me eran completamente ajenas pues gozan de un gran prestigio en el mundo de la jardinería y había podido ver alguna especie en jardines. Pero esto era otra cosa, además de su intensísimo color amarillo, son las únicas representantes de su género en Europa, donde la podemos encontrar en la Cordillera Cantábrica, Sierra de la Demanda, Pirineos, Macizo Central en Francia y Gales en Gran Bretaña, lugar este al que Linneo hizo referencia al darle su nombre científico.


A pesar de su gran parecido, Meconopsis es un género que se separó de nuestras amapolas Papaver hace más de 10 millones de años. Los estudios genéticos con Meconopsis cambrica parecen indicar que se trata de una especie relicta del Terciario, que durante las glaciaciones Cuaternarias sobrevivió en algunos refugios ibéricos aislados, a partir de los cuales recolonizó Gran Bretaña hace casi 400.000 años y el Macizo Central francés. Tan aisladas debieron estar en sus refugios, que se han podido diferenciar dos grupos separados hace 1,5 millones de años, en uno estarían las plantas cantábricas y las del este de Pirineos y en el otro todas las demás.
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