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martes, 26 de marzo de 2013

CARLOS PAU Y LA CENTAUREA DE GREDOS.


Centaurea avilae. Sierra del Barco, 2100 m.
  

Carlos Pau Español (Segorbe, Castellón. 1857-1937) es un tipo que me cae bien. Cierto que tenía su carácter, pero también supo hacer de una injusticia el motor que le convirtió en uno de los mejores botánicos españoles. Cuando en 1891 se convoca la Cátedra de Farmacia de la Universidad Central, Pau era con diferencia el mejor candidato y era una persona que ya mantenía buenas relaciones con la flor y nata de la botánica europea (se conocen más de 200 cartas de Willkomm remitidas a Pau, por citar a uno de los grandes). En su contra tenía sus pésimas relaciones con el gran jefe de la botánica española de ese tiempo, Colmeiro, un hombre que entre 1868 y 1901 fue director del Museo de Ciencias Naturales y del Jardín Botánico (puesto que consiguió tras usar sus influencias contra Graells, que fue cesado). Colmeiro es descrito como un hombre culto que jamás pisó el campo, al que gustaban más los legajos que las plantas. Un recopilador, que adulaba a cualquier botánico extranjero, bueno o malo, que pasaba por España, mientras que nunca apoyó a ningún colega español, algo que Pau no podía soportar como se aprecia en su conocida cita: “Pasaron algunos botánicos a Madrid como el gorrión por las eras: llegan, pican y huyen. El favorecido por la suerte lleva al buche el grano tomado con precipitación; algunos no sacaran en el pico más que chinas”. Tampoco ayudó mucho que Pau autopublicara ese mismo año un texto titulado “Gazapos botánicos cogidos en las obras del Sr. Colmeiro, que es director del Jardín Botánico de Madrid”. Como era de esperar, la oposición la ganó el candidato de Colmeiro, Blas Lázaro, que se convertiría con el tiempo en un gran botánico, pero que carecía de curriculum en aquellos momentos. Todos los miembros del tribunal votaron a Lázaro, salvo los dos botánicos que, ante el compromiso, dieron su voto a un tercer candidato sin méritos. Aquello fue una humillación para Pau, que lo encajó mal, agrió su carácter y a punto estuvo de perderse en una vida de juergas nocturnas (Algún amigo suyo llegó a reclamarle su revólver).


Carlos Pau


Por fortuna, consiguió volver a su trabajo de farmacéutico de pueblo y comenzó a trabajar con más ahínco que nunca, como si quisiera demostrar a todo el mundo la gran injusticia que habían cometido con él. Desde ese momento, totalmente al margen del mundo académico, él mismo se financió sus investigaciones y viajes, que darían lugar a más de 250 publicaciones. Pero nunca olvidó y aprovechó la más mínima oportunidad para atacar a Colmeiro y sus seguidores, así una de las primeras plantas que describió recibió el elocuente nombre de Centaurea latronis. Con los años en torno a Pau, demostrando el buen catedrático que perdió la universidad española, se agruparon un buen número de jóvenes y brillantes botánicos: Caballero, Font Quer (que sufriría años más tarde en Barcelona un atropello similar al de su maestro), Fragoso, Cuatrecasas, etc. De Pau se ha dicho que fue el gran referente de la Flora Mediterránea, la persona de consulta obligada en esta materia, cuya única laguna fue la dispersión de sus publicaciones, que no dieron lugar a una gran obra, la cual sin duda hubiera sido una de las cimas de la botánica de su tiempo.
 
Se pueden apreciar la hojas blanquecinas y las brácteas del involucro oscuras.
 
El 25 julio de 1907, tras dormir en un chozo de pastores del Prado de las Pozas, Pau junto al botánico checo Kheil llegan a la Laguna Grande de Gredos (Ávila) y allí recoge entre unas piedras próximas a su orilla norte una Centaurea, que le recordó mucho a su Centaurea paui. En 1909 apareció publicada en la Revista Montes la descripción de la nueva Centaurea avilae, que dedicó a D. Pedro de Ávila, un botánico que la había recogido en el mismo lugar 2 o 3 años antes.

A Pau no parece que le gustó mucho Gredos por sus abundantes picos y elevadas pendientes, sin llanuras. Para él lo mejor de la sierra estaba en el piso montano y la temporada estaba ya muy avanzada para poder herborizar en esa zona, así que rápidamente dejaron estas cumbres para ir al cercano Pinar de Hoyocasero, que describió como uno de los lugares más ricos que conocía de España.

Excrementos de Cabra montés entre tres centaureas de Gredos. ¡Qué peligro!


Durante años he buscado a la Centaurea avilae en Extremadura, sin conseguir resultados. Algunas personas me hablaron de ella, pero cuando había que determinar su localización exacta siempre se difuminaba. Podéis acusarme de catetismo coriológico y algo de razón tendréis, pero más bien ocurre que me quedo más tranquilo cuando una especie endémica de esta sierra crece también en su vertiente sur (más cálida y seca), para mí es como si tuvieran un seguro de vida frente a lo que se nos viene encima. Hasta la fecha lo más cerca que he estado es con una población de la sierra del Barco que está a poco más de 100 m del límite. Una distancia tan corta como engañosa, pues la ladera extremeña que hay más allá de ese límite también está orientada al norte y hasta mi catetismo coriológico tiene sus límites.

La Centaurea de Gredos ocupa zonas rocosas soleadas entre los 1800 y los 2200 m, casi siempre en fisuras que le proporcionen un mayor aporte de agua. Básicamente se extiende desde el Puerto de Tornavacas al Puerto del Pico, más al este de ese puerto, según Modesto Luceño, parece que sólo se encuentran ejemplares hibridados con Centaurea alba. Precisamente la hibridación con esta última especie, que habita en los piornales, se considera una de las mayores amenazas para la especie.

miércoles, 13 de marzo de 2013

LA OTRA FAUNA DE LA DEHESA II. LA MORUCHA.



Hace años, mientras atravesaba con un amigo una zona de retamas densas muy altas escuchamos el bocinazo de una vaca y el sonido de un cencerro en movimiento muy cerca. Sólo podíamos ver unos cuernos que corrían a nuestro alrededor, por encima de las retamas que nos rodeaban, sin dejar de llamar al resto de la manada. Conseguimos salir a una pista que atravesaba el retamar y justo detrás de nosotros a pocos metros apareció una bellísima vaca morucha cárdena, que nos miró, se colocó y se arrancó hacia nosotros. Jamás he corrido tanto, no creo que fueran más de 30-40 metros, lo justo para llegar a unos grandes bloques de granito. Fruto del terror yo iba delante, algo incomprensible pues mi acompañante era un auténtico atleta. Al llegar a la base de los bloques me paré en seco ante un denso zarzal, mi amigo que no lo vio me saltó limpiamente por encima de los hombros y cayó dentro de él. Tuvo suerte y pudo salir casi entero. La vaca nunca tuvo la intención de cogernos, creo que con lo cerca que estaba no le hubiera costado mucho, y al vernos huir se reunió con el resto de las vacas, que ya estaban por todas partes armando un escándalo tremendo, y se fue con su pequeño ternero que estaba escondido entre aquellas retamas. Para nuestra desgracia habíamos asistido en primera persona a uno de los rasgos de comportamiento que caracterizan a esta antigua raza, el acarbado o ennidado de sus terneros durante los primeros días de vida y su gran instinto maternal.



Esta es para mí es la raza bovina autóctona más bella. De tamaño mediano, esqueleto fino y dorso horizontal que le dan una armonía casi natural, gran movilidad, carácter recio y unos ojazos negros enormes. Puede tener dos capas, la cárdena en distintos grados y la negra. Aunque hoy la negra está casi en peligro, en su momento fue el color más abundante y de hecho parece que el término morucho le viene de ese negro mal teñido.

Se trata de la raza propia de la llamada dehesa fría de la meseta, una zona de encinares, robledales y quejigares con unas temperaturas que oscilan entre los -10 y 40° C. Su lugar de origen es el campo charro salmantino y allí permanece el grueso de la raza, que también ocupa Cáceres y Zamora y en menor medida Valladolid, Ávila y Toledo.

Vieja foto de los 80 del toro morucho más bonito que he visto.

A pesar de su carácter la raza era un excelente animal de trabajo, lo que una vez más demuestra que los mejores bueyes no eran los de las razas más grandes como podría pensarse. Todavía en 1950 la raza fue capaz de ganar el concurso de arrastre en una feria internacional. Aunque hoy día su vocación es la de producir carne, donde impone su fertilidad, facilidad de parto, instinto maternal y peso proporcional del ternero al nacer. Sin olvidar la extrema calidad de su carne.



Pero seguro que lo que más famosa ha hecho a esta raza ha sido su pasado como animal de lidia, aunque de esto hace ya tiempo, el conocido encaste morucho aportaba animales grandes y agresivos, aunque según los taurinos no bravura. Desconozco estas sutilezas, aunque siempre he pensado que las razas de pelea, los toros de lidia son una de ellas, son psicópatas, seleccionados precisamente por serlo generación tras generación. Al toro de lidia se le exige embestida constante, que no se achique en el sufrimiento y que sea previsible noble en sus acciones. Según parece, los toros amoruchados además de grandes y fuertes no se andaban con tonterías e intentaban matar al torero a los primeros pases, para después rehuir la lucha, imagino que más preocupados por la huida y salvar el pellejo, una reacción completamente natural alejada de la actitud kamikaze de un toro de lidia.



Sus ganaderos, por su parte, adoran ese carácter hosco y la raza hoy cuenta con más de 200.000 cabezas. Recuerdo que una vez un ganadero salmantino que traía sus vacas en invierno al norte de Cáceres me las describió con orgullo: “Son como las avispas”.
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