Aunque reconozco que no soy un asiduo lector de libros de divulgación
escritos por franceses, no se puedo negar que tienen una frescura que los
diferencia rápidamente de la “ortodoxia anglosajona”. Este es el segundo libro
que leo de Francis Hallé (el otro es el muy recomendable “Un mundo sin
invierno. Los trópicos: naturaleza y sociedades”).
Hallé es uno de los padres de la moderna arboricultura y un
gran tropicalista, pero que seguramente se le recordará por su particular
forma de estudiar la biodiversidad en las copas de los árboles de la selva tropical
desde una plataforma sustentada por un globo aerostático. El libro es una
mezcla de reivindicación de las plantas frente a nuestro “zoocentrismo” y una
constatación de su verdadera importancia dentro de nuestro Planeta. Por
momentos, parece un libro escrito por una planta que se asombrara de lo raritos
que somos los animalejos.