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martes, 29 de diciembre de 2015

¡Feliz Año 2016!



Recorte de una vieja diapositiva de mi padre. Han pasado un montón de años y se han quedado muchos pelos en la gatera (otros muchos simplemente se han caído). Con todo, todavía soy capaz de mantenerle la mirada a ese inquisitivo chaval de 6 ó 7 años. Creo que de momento puede estar tranquilo. Seguir así, al menos otro año más, es lo que le pediré al 2016.


Os invito a que hagáis este ejercicio, con calma.


¡Feliz Año 2016!

jueves, 3 de diciembre de 2015

La Ruta de la Alta Extremadura.

Circo de La Serrá desde el Alto del Castifrío.

Durante décadas esta ha sido la ruta extremeña más famosa entre los montañeros y su prestigio no ha disminuido con los años, pues continua siendo una de las rutas que más aficionados atrae. No es una ruta fácil, más bien podría considerarse como dura, tanto por la longitud (unos 20 km) como por los desniveles acumulados (1.200 m de subida y 1.500 m de descenso). Esto hace que completarla pueda llevar fácilmente más de 9 horas, con alguna pequeña complicación al recorrer Cuerda Mala. Sin embargo, es posible utilizar esta ruta como base para realizar excursiones más cortas como la ascensión a La Covacha, la segunda mayor altitud de Extremadura (2.399 m) o al Alto de Castifrío (2.308 m).

Pero si sus exigencias físicas son elevadas, sus recompensas no lo son en menor grado. No es exagerado decir que nos encontramos ante la ruta de naturaleza más completa de Extremadura y una auténtica obligación para todos aquellos que quieran conocer la parte menos conocida de esta Comunidad: su alta montaña. Esta es una ruta que permite la observación de todas las especialidades de su avifauna de montaña, recorrer todos los hábitats de montaña extremeños, en los que observaremos 10 endemismos gredenses de flora y una buena lista de flora relicta ártico-alpina, sin olvidar las mejores manifestaciones de glaciarismo de la vertiente sur de Gredos.

La Ruta se inicia en el Puerto de Tornavacas (1.275 m), límite entre el Valle del Jerte cacereño y la comarca abulense del Barco de Ávila. En este punto ya es posible disfrutar de una auténtica rareza para estas latitudes, como es el Alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio), que tiene aquí uno de sus pocos lugares de reproducción en Extremadura. Cruzaremos también el Cordel del Valle del Jerte, que mantiene sus 47 varas de anchura (37,61 m) y es el segundo paso más utilizado por el ganado trashumante en el Sistema Central. En los primeros años del siglo XXI todavía se llegaban a contar hasta 7.000 cabezas de vacas de raza Avileña por este puerto al año.

Dejando el puerto nos internaremos por el antiguo Camino de Castilla, que unía Guijo de Santa Bárbara con el Puerto de Tornavacas, primero por un pequeño robledal que rápidamente dará paso al piornal y, con él, a la parte más monótona de esta ruta: Collado de la Rebollosa, Sillares (1.518 m), Collado Herido (1.486 m) y, por fin, Collado Cardiel. Aunque actualmente hay una senda que permite atravesar el piornal con comodidad, estas primeras dos horas y media se pueden llegar a hacer aburridas, además superaremos en ellas la mayor parte del desnivel positivo de esta ruta, por eso conviene no olvidar en estos momentos hacia donde nos dirigimos. La presencia de la endémica Alfilerillos (Festuca gredensis) o del Escribano hortelano (Emberiza hortulana) en este tramo no son suficiente consuelo. A partir del Collado Cardiel (1.962 m) las vistas empiezan a ser de gran belleza y también empezaremos a ver pajarillos de alta montaña como el Pechiazul (Luscinia svecica), la Collalba Gris (Oenanthe oenanthe) o el Bisbita alpino (Anthus spinoletta).

Del Collado Cardiel, tras un repecho, llegamos al Mojón Alto (2.155 m). Superados ya los 2.000 m las vistas son espectaculares ahora, con toda la vertiente norte de La Covacha, la Laguna del Barco o el Castifrío. Aparecen también los espinosos cambronales de Echinospartum ibericum y se dejan ver los primeros ejemplares del abundante Gualdoncillo de Gredos (Reseda gredensis), una humilde plantita exclusiva de esta sierra.

Pechiazul.

Del gran hito de piedras de Mojón Alto hasta el Tapadero (2.128 m) discurre el tramo más descansado de la ruta, que permite espectaculares vistas y el disfrute de los pájaros de montaña. También comienzan a ser abundantes las endémicas lagartijas serranas (Iberolacerta cyreni), aunque conviene prestar atención porque por la zona también está presente la Lagartija ibérica noroccidental (Podarcis guadarramae subsp. guadarramae). Con tantas lagartijas no es raro que esta sea una buena zona para encontrar a la exclusiva Víbora hocicuda de Gredos (Vipera latastei subsp. abulensis). Un cartel señala el lugar del Tapadero, aquí, durante generaciones, los mozos de Tornavacas y de los pueblos limítrofes de Ávila se disputaron las aguas del nevero que se forma en la subida al Castifrío y que drena sus aguas por un arroyuelo que discurre por la cuerda. En el Tapadero el arroyo se bifurca, por un lado va a la cacereña Garganta de San Martín y por otro a la abulense Garganta de Galín Gómez. Los mozos tapaban con piedras la bifurcación de los vecinos para hacerse con toda el agua. Según cuentan, aquí se han vivido auténticas batallas campales y aún siendo una mera anécdota, nos debe hacer reflexionar sobre un futuro de escasez de agua.

La Fuente del Tapadero es la única fuente del recorrido que mana durante todo el año y este es un lugar inmejorable para descansar y comer. Podemos aprovechar para investigar por el entorno de estos cervunales y descubrir verdaderas joyas botánicas: las delicadas comunidades vegetales de nacederos y fuentes de Verónica (Veronica serpyllifolia) con la presencia de Violeta palustre (Viola palustris) y la bellísima Estrellita (Saxifraga stellaris subsp. alpigena), una joya de origen ártico que llegó aquí durante las últimas glaciaciones; los prados hidroturbosos con Genciana de turbera (Gentiana pneumonanthe) y Carex furva; los canchales con Centaurea de Gredos (Centaurea avilae), Manzanilla de Gredos (Santolina oblongifolia), Belesa (Senecio pyrenaicus) y Dedalera (Digitalis purpurea subsp. carpetana), entre otras. También es un buen lugar para la observación del Roquero rojo (Monticola saxatilis). Por otro lado, la Cabra montés (Capra pyrenaica subsp. victoriae) ya estará siempre presente durante las próximas horas de recorrido.

Nuestro siguiente objetivo es el alto de Castifrío (2.308 m), para ello subiremos por la cuenca del Tapadero atravesando unas finas gleras donde abunda la bellísima Linaria de los Alpes (Linaria alpina). Precisamente en esta zona de roca suelta debemos extremar nuestro cuidado para seguir el camino trazado, evitando pisotear fuera del camino. Este paso es muy frecuentado y comienzan a verse signos de erosión y daños a las plantas de montaña por no seguir el camino trazado. También podremos observar diques de cuarzo con pequeñas cavidades en las que se formaron cristales de cuarzo. Debido a que la zona se asienta sobre numerosas fallas, de hecho cada valle discurre por una, estos cristales son de cuarzo lechoso con signos de rotura y soldadura por estrés tectónico, con disposiciones aleatorias y crecimientos secundarios, algunos de ellos de diminutos cristales de roca de hasta 1 cm. Una vez en el alto merece la pena desviarse unos metros para coronar el Castifrío y disfrutar sus inmejorables vistas y apreciar uno de los escasos prados de cumbre o psicroxerófilos de Extremadura, donde viven unas pequeñas plantitas almohadilladas, capaces de soportar las condiciones ambientales más extremas de la alta montaña. Aquí entraremos Botón azul rizado (Jasione crispa subsp. centralis), Silene (Silene ciliata), el endémico Clavel de Gredos (Dianthus gredensis), Orejas de monte (Sedum candolleanum), Escobilla (Jurinea humilis) y Minuartia (Minuartia recurva). En la cara sur del Castifrío aparece un valioso enebral de Enebro rastrero (Juniperus communis subsp. alpina) entre grandes bloques de piedra.

Junta de los arroyos en El Tapadero. Arriba El Castifrío.

Posiblemente el entorno del Castifrío sea el mejor lugar para apreciar el impresionante paisaje glaciar de esta zona. Tenemos bajo nosotros el valle de la Serrá, la mejor manifestación de glaciarismo en la vertiente sur de Gredos. Son bien visibles su valle en forma de U, su morrena lateral, los arcos morrénicos del fondo y el circo. Este complejo glaciar llegó a alcanzar los 6,5 km de longitud, con espesores de hielo de hasta 200 m. A nuestra espalda está el complejo glaciar de Castifrío, con una cuenca de acumulación muy asimétrica debido a la orientación, que llegó a tener una longitud de 3,24 km, con espesores de hasta 150 m. En las épocas más frías estos glaciares llegaron a estar unidos por el Collado de la Llana, e incluso se unieron al impresionante glaciar de la Laguna del Barco, también visible. Son muy patentes, además, las huellas de los procesos periglaciares como las agujas pétreas o perfiles de gelifracción -siendo La Azagalla y el Canchal del Pollo del Losar los dos mejores ejemplos en esta ruta-, las pedreras o derrubios de ladera o las morrenas de nevero.

Tras el Castifrío queda recorrer la Cuerda de las Azagallas hasta el Alto de Azagallas (2.343 m). Es un tramo sobre bloques sin mucha dificultad, aunque hay que tener cuidado para no tropezar. Este es un buen punto para la observación de aves. Aquí podemos ver Acentor alpino (Prunella collaris), que en años con abundantes neveros en la cara norte es posible que anide en Extremadura, Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), en grupos de hasta 40 individuos y Águila real (Aquila chrysaetos). Es este un lugar cada vez más frecuentada por juveniles en dispersión de Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), que pueden pasar varios meses aquí. También es una buena zona para la flora endémica amenazada, aunque la presión de la Cabra montés es muy fuerte y las plantas aparecen recomidas y enriscadas. Con todo, aquí podemos ver tres famosos endemismos: Consuelda del Almanzor (Saxifraga pentadactylis subsp. almanzori), Doronico de Gredos (Doronicum kuepferi) y Armeria de roca (Armeria bigerrensis subsp. bigerrensis). Esta última con algunos ejemplares híbridos con el también endémico Erizo serrano (Armeria caespitosa), muy abundante en la cercana Sierra del Barco. Los bloques sobre los que caminamos son muy buenos para observar al Neverón de Gredos (Chionomys nivalis subsp. abulensis), otra de las joyas de esta sierra. Esta pequeña ratilla nival es otro de esos ejemplos de especies llegados a Extremadura en tiempos más fríos y ahora aislados en las altas cumbres. Si decidimos llegar hasta la Covacha ese es el mejor sitio para su observación, porque allí está más acostumbrado a la gente y es menos tímido. Allí también hemos podido ver a la Comadreja (Mustela nivalis), seguramente en busca de estos gordos topillos.

Linaria alpina.

 En el Alto de Azagallas, podemos optar por continuar hacia la Covacha (2.399 m), la segunda cota más alta de Extremadura o seguir nuestra ruta. Para llegar a la Covacha (menos de 1 hora) tan sólo hay que rodear la espectacular Azagalla (2.369 m) por la cara sur y seguir por la Cuerda de la Covacha. Desde allí podemos observar los magníficos Riscos Morenos del Losar, la Laguna de los Caballeros, la Laguna Negra y la Laguna del Barco. En esta zona también podemos encontrar alguno de los escasos ejemplares extremeños de Gregoria (Androsace vitaliana), una planta que cuenta en la sierra de la Nava con su única población gredense. También llamará nuestra atención la Borrosilla de montaña (Omalotheca supina), una plantita peluda emparentada con las manzanillas, que algunos confunden con el Edelweiss.

Si hemos decidido continuar hasta el Guijo de Santa Bárbara, toda la ruta será ya prácticamente de descenso. Lo primero será bajar a la Portilla del Losar (2.201 m), junto al Canchal del Pollo de Losar, por la denominada Cuerda Mala. Hasta esta portilla la cuerda no hace honor a su nombre y se desciende bien (ahora que hay una vereda entre los piornos). Nos podemos asomar a la vertiente del Losar y así observar, creciendo en las paredes rocosas, algunos ejemplares del más famoso endemismo vegetal de Gredos: la Boca de Dragón de Gredos (Antirrhinum grosii). La Portilla del Losar mantiene otro magnífico prado de cumbres, al final del cual comienza la parte más complicada de la ruta, que es llegar al Estecillo (2.262 m) caminando sobre bloques. Nuestro destino es la Portilla de Jaranda (2.037 m), la puerta de La Vera. Como alternativa, se puede continuar desde el Estecillo hasta el Refugio-Ermita de Nuestra Señora de las Nieves y de allí a Guijo de Santa Bárbara.

El descenso de la Portilla de Jaranda al Guijo de Santa Bárbara nos puede llevar otras 2 horas, pero aquí tendremos ocasión de disfrutar con un buen baño en las aguas de la garganta de Jaranda, con El Trabuquete como lugar más conocido. Pero antes debemos atravesar los restos del poblado de chozos de verano de Pimesaillo, utilizado por los ganaderos hasta comienzo de los años 80 del siglo XX. A lo largo de la bajada encontraremos algunos chozos restaurados. La ruta finaliza en Guijo de Santa Bárbara (878 m), una localidad que conserva el atractivo de la arquitectura serrana verata.

Portada del libro que contiene la ruta descrita.


El libro "Rutas para descubrir Extremadura" ya está disponible en pdf en la página web de la Fundación Xavier de Salas. 

En cualquiera de estos enlaces se puede ver:






En breve también será accesible desde la web de la Dirección General de Turismo.

martes, 3 de noviembre de 2015

La Ruta de Carlos V.

El Puente Nuevo, paraje emblemático de esta ruta.

Debe de ser mi gotita de sangre comunera, como buen placentino, pero Carlos I no es un personaje que me resulte simpático. Con todo, reconozco que, gracias a esos súbditos a los que tan poco respetó, llegó a ser el hombre más poderoso de la Tierra. Por eso, siempre ha resultado tan llamativo entre los historiadores su discreto retiro a Yuste. Para muchos, resulta difícil comprender la elección de ese modesto rincón cacereño, frente al sinfín de lugares de mayor renombre de entre sus vastos dominios. Basta acercarse hoy día allí para entender que, en 1554, Felipe II considerara el lugar como apropiado para acoger a todo un emperador.

La noche del 11 de noviembre de 1556 Carlos I llegó a Tornavacas procedente de Valladolid, en lo que sería su último viaje. Su intención era llegar a Plasencia para desde allí continuar hasta Jarandilla de la Vera, donde el conde de Oropesa le esperaba en su palacio-castillo, hoy convertido en Parador Nacional. Eran otros 5 o 6 días de marcha pero, ante la insistencia del Emperador por llegar cuanto antes, se le ofreció la posibilidad de acortar su viaje a una sola jornada utilizando viejos caminos serranos. No se lo pensó dos veces y con su comitiva de 99 alabarderos, 51 criados y varios mozos de Tornavacas, que actuarían como porteadores, se internó por la sierra de Gredos en dirección a La Vera cruzando el llamado Puerto Nuevo. La comitiva iba precedida de labriegos de Tornavacas, que iban desbrozando el camino. Debió de ser un gran espectáculo y resulta asombroso que completaran la ruta en unas 7 horas, la mayoría de las cuales el Emperador, irascible por la gota, las pasó en brazos o a hombros de los mozos tornavaqueños, que tan sólo quisieron aceptar un pellejo de vino a cambio de sus servicios.

Subida al Collado de La Encinilla.

En 2015 el Consejo de Europa reconoció a las Rutas del Emperador Carlos V, entre las que se encuentra esta en un lugar destacado, como Itinerario Cultural Europeo por su papel en la integración europea. Pero antes de ese reconocimiento, la Ruta de Carlos V ya era conocida popularmente como la más famosa ruta senderista de Extremadura.

Esta ruta es un perfecto complemento a la Ruta de la Alta Extremadura, pues si aquella recorre las zonas de cuerdas de alta montaña con su particular flora y fauna, esta lo hace por laderas y collados de media montaña, dominados por los bosques. Se trata de una ruta exigente por su longitud de unos 26 km, en los que se salvan desniveles acumulados de 920 m positivos y 1.226 m negativos, lo que nos obligará a unas 8-10 horas de marcha y sólo es recomendable para personas en buena forma física. Al margen de esto, la ruta se encuentra perfectamente señalizada (PR-CC-1) y carece de dificultades técnicas. Las gargantas, arroyos y fuentes proporcionan agua a lo largo de casi todo el recorrido, pero es recomendable llevar agua o pastillas potabilizadoras en épocas secas. Aunque lo tradicional es realizar la ruta en noviembre, tal y como hizo el Emperador, la ruta se puede hacer durante todo el año, aunque en invierno puede haber tramos con nieve y nieblas en las proximidades del Collado de las Yeguas (1.482 m), que es la mayor cota de esta ruta. En esta época de días cortos no está de más llevar un frontal en la mochila, por si nos sorprende la noche en el descenso. Siempre he sentido un gran respeto por los nombres serranos, que nunca se ponen con ligereza, y por eso conviene prepararse para la zona del Hornillo si decidimos hacer la ruta durante los meses del verano.

Encinas y cantuesos en el Collado de la Encinilla.

Aunque en la Calle Real de Abajo de Tornavacas se conserva la casa del sirviente Juan Méndez-Dávila, donde pernoctó el Emperador, la Plaza Nueva suele ser el lugar de inicio de esta ruta, para dirigirse desde allí a la Ermita del Humilladero y, tras cruzar el Puente de San Martín, abandonar esta localidad por terrenos aterrazados de cerezos. El ascenso nos irá internado en el bosque, primero por los castañares del Reboldo y después por el magnífico robledal de rebollos (Quercus pyrenaica) del Egido de la Umbría de Jerte, ya dentro de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos. Esta es una de las mejores zonas de Extremadura para la fauna forestal con presencia como nidificantes de rapaces como el Halcón abejero (Pernis apivorus) o el Azor (Accipiter gentilis), así como la presencia de murciélagos forestales tan escasos como el Murciélago ratonero forestal (Myotis bechsteinii) o el Murciélago de bosque (Barbastella barbatellus). La flora de estos bosques tampoco nos dejará indiferentes gracias a la presencia de numerosas orquídeas y vistosas flores como las aguileñas, azafranes serranos, peonías, arenarias, prímulas, toronjiles, gallos, sellos de Salomón, etc. y a las densas macollas de hojas rizadas de la Cañuela o Lastón (Festuca elegans), tan características de estos rebollares carpetanos. Tras unas dos horas de marcha llegamos al Collado de las Losas o de Guijarros Rosas, que cruza la Cuerda de los Lobos. Desde aquí descenderemos, a través del bello robledal de La Venta, hasta uno de los puntos más famosos y clásicos de la ruta, el Puente Nuevo o de Carlos V, que cruza la Garganta de Tres Cerros o Tras el Cerro (llamada de Asperones en su tramo superior y del Infierno en su tramo inferior). Se trata de un bello puente ligeramente alomado de sillería y mampostería de granito, con dos bóvedas de medio punto desiguales. El agua normalmente discurre bajo el ojo de mayor tamaño, de modo que sólo durante algunas grandes avenidas primaverales, tras el deshielo, veremos pasar el agua bajo los dos ojos. Aunque no conserva los petriles, su estado de conservación es excelente, seguramente porque su cimentación apoya directamente sobre afloramientos de granito, lo que ha evitado deformaciones a las bóvedas. Estas aguas trucheras son además refugio, entre otros, de Desmán ibérico (Galemys pyrenaica), Rana patilarga (Rana iberica) y Mirlo acuático (Cinclus cinclus).

Toca ahora afrontar el tramo más duro de la ruta, el ascenso por el camino empedrado que conduce al Collado de la Encinilla. Al pasar la Fuente de Roblehermoso o Robledohermoso el camino se bifurca, debemos continuar por la izquierda. El camino de la derecha conduce al Puente del Carrascal sobre la Garganta Chica o del Collado de las Yeguas. El estrecho sendero va ascendiendo zigzaguente por el Cerro de la Encinilla (1.462 m), donde se mantienen los alcornoques a mayor altitud de Extremadura. El Alcornoque (Quercus suber) es una especie muy escasa en el Valle del Jerte y muchos de estos escasos ejemplares serranos tienen su origen con seguridad en bellotas dispersadas por el Arrendajo (Garrulus glandarius). El Collado de la Encinilla supone un gran contraste con el resto de la ruta, de repente, pisamos rocas que no son granitos y las encinas y cantuesos sustituyen al robledal carpetano, casi parece que recorremos algunos de los riberos del entorno del Tajo o el Almonte.

Los Escalerones.

Los restos de la cultura pastoril trastermitante son muy patentes en esta zona, al margen de los tramos enlosados del camino, aún se mantienen los restos de chozos de verano, majadas de invierno, pasos de arroyos y algunas fuentes. Destacan, junto a la Fuente de Peña Lozana, los restos de una típica majada que, pese a su altitud, se beneficiaba del microclima de esta garganta. Ocupa una vaguada orientada al SW en medio del robledal y está realizada a dos aguas, con mampuestos vistos de granito y grandes esquineras. Presenta corral adosado para guardar el ganado y el típico muro de piedra que rodea la entrada de la vivienda, que carece de ventanas. También se conservan las pequeñas terrazas del huerto y una fresquera entre bolos de granito.

Llevamos ya 4 o 5 horas andando desde que dejamos Tornavacas y llegamos al que probablemente sea el lugar más espectacular del recorrido: Los Escalerones o Escarralones. La Garganta Chica forma aquí un pequeño cañón, al que nos podemos asomar desde un balcón rocoso. Aparecen algunas agujas pétreas y una interesantísima vegetación, donde se mezclan elementos de origen eurosiberiano con elementos típicamente mediterráneos. Podemos encontrar aquí abedules (Betula alba), acebos (Ilex aquifolium) o serbales de cazador (Sorbus aucuparia) copa con copa con almeces (Celtis australis) o madroños (Arbutus unedo). En esta zona, junto con el Arroyo del Piornalego que desciende de la Sierra de Tormantos por la ladera opuesta, se refugia una de las poblaciones de Tejo (Taxus baccata) más saludables de Extremadura. Podemos observar algunos viejos ejemplares desde los Escalerones o, por debajo del sendero, en las paredes rocosas del arroyo que desciende de Peña Lozana. Este paraje es un lugar que sirvió de refugio a un tipo de flora propia de los bosques boreales, que se extendió por la Península Ibérica durante las últimas glaciaciones. Hoy día, esta flora relicta sólo aparece en contados puntos de nuestras montañas. Podemos destacar especies como la Calabacera (Adenostyles alliariae), el Pie de Oso (Heracleum sphondilium), el venenoso Acónito o Matalobos (Aconitum vulparia) o la Fiteuna (Phyteuma spicatum). También aparece en estos rezumaderos el bello endemismo gredense Sedo acampanado (Sedum campanulatum). En los riscos de la ladera que observamos frente al sendero es muy visible una pequeña buitrera de Buitre leonado (Gyps fulvus).

De los Escalerones al Collado de las Yeguas el recorrido es cómodo, sobre todo desde que se instaló la pasarela de la Garganta del Hornillo, junto a la cual crece un magnífico Serbal de cazadores. Muchos senderistas aún recordarán la desagradable sensación de mojarse los pies en pleno invierno a más de 1400 m. El Collado de las Yeguas es el lugar perfecto para un descanso tras unas 5-6 horas de marcha, mientras disfrutamos de unas magníficas vistas. Si miramos hacía La Vera, con Cuacos de Yuste y Jaraíz de la Vera bajo nosotros, las vistas son muy amplias, con las vegas del Tiétar, Campo Arañuelo e incluso el Embalse de Valdecañas y las Villuercas. En su vertiente norte, hacía el Valle del Jerte, sólo vemos montañas, destacando en primer término Peña Lozana (1.642 m), tras la que aparece la cuerda del Torreón, ya en la sierra de Béjar, que es la mayor cota de Extremadura (2.401 m). En su entorno, en terrenos de Aldeanueva de la Vera, se mantiene una de las mejores poblaciones extremeñas del espectacular Narciso trompón (Narcissus pseudonarcissus). Esta población fue tradicionalmente aprovechada como flor cortada, que era vendida en Madrid. Un día al año, mujeres de Aldeanueva de la Vera subían a la sierra a recoger los nardos. Hoy día esta planta se encuentra en regresión y está protegida.

Vertiente norte del Collado de las Yeguas.

Pero sin dudas, si por algo es conocido este collado es por la célebre frase, que según la tradición, pronunció el Emperador al trasponer este puerto:”¡ya no franquearé otro puerto que el de la muerte!”

Al internarnos en La Vera abandonamos la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, pero continuamos dentro de un espacio de la Red Natura 2000. El tramo inicial de bajada, hasta llegar al cruce de la bella Garganta del Yedrón, es el más exigente, descendiendo más de 500 m en tan corto espacio. El paisaje verato ahora muestra sus diferencias con el del Valle del Jerte, abierto a la llanura del río Tiétar y con un clima más suave, parece menos agreste, más domesticado, aunque con la indudable belleza de los mosaicos de vegetación.

Todavía atravesaremos algunos buenos tramos de bosque, como el de Los Vínculos, antes de cruzar la carretera local de Aldeanueva de la Vera a Guijo de Santa Bárbara, donde el Ciervo volante (Lucanus cervus) es muy abundante, al igual que las rapaces y murciélagos forestales. Tras cruzar la Garganta de Jaranda por el denominado Puente de los Palos se alcanza el final de la ruta en el Castillo de los Condes de Oropesa de Jarandilla. Es el momento perfecto para buscar un lugar donde darse un homenaje que recomponga nuestro agotado organismo y la cocina verata, con indudables raíces serranas, sabe mucho de esto.


Para aquellos que deseen completar el recorrido por Extremadura de Carlos V, o para los que no se sientan con fuerza para completar la Ruta de Carlos V, puede ser interesante combinar esta ruta con otra mucho más suave, que ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, denominada Ruta del Emperador Carlos V, que discurre entre Jarandilla y el Monasterio de Yuste. Se realiza en febrero, tal y como la realizó el Emperador el 3 de febrero de 1557.

Portada del nuevo libro.


miércoles, 28 de octubre de 2015

La Niña hocecilla (Plebejus argus subsp. hypochionus).

Plebejus argus en bebedero. Hervás, 1.100 m.


Superado su ridículo nombre común, esta mariposilla se mantiene con los años como una de mis observaciones favoritas, siempre que doy con ella. Algo que en Extremadura no es muy fácil, dicho sea de paso. Aquí esta especie se muestra como un habitante de la media montaña, asociada a leguminosas arbustivas del género Genista (escobones) o piornos (Cytisus oromediterraneus), siempre con un lugar donde beber cercano. Esto reduce la cosa a la sierras del norte de Cáceres y puntualmente a la sierra de Guadalupe.

A pesar de ser una mariposa relativamente abundante, bien distribuida por Europa y ocupando multitud de hábitats, es un bicho un poco rarito en sus hábitos. Tanto que en Gran Bretaña está al borde de la desaparición pese a vivir en hábitats alterados como brezales y pastizales pastoreados.


Es, como muchos licénidos, una especie que busca a las hormigas para que protejan a sus larvas a cambio de secreciones azucaradas. Sus socios suelen ser hormigas del género Lasius o, más raramente, Formica. Tal es su dependencia de las hormigas que seleccionan los parches de hábitat donde viven sus hormigas favoritas, aún cuando no sean los mejores para su planta nutricia. Aquí no vale cualquier especie, ni siquiera dentro de un mismo género. De hecho, puede seleccionar una planta menos adecuada, donde sus orugas se desarrollarán peor, si con ello se asegura la presencia de la hormiga adecuada. Esto llevado al extremo, es lo que algunos autores consideran como responsable de la existencia de patrones ecológicos tan diferentes entre las distintas poblaciones y, con ello, de la aparición de subespecies por todos lados.

martes, 29 de septiembre de 2015

La Pajarera portuguesa (Thymelaea broteriana).



La Pajarera portuguesa es sin dudas una de las plantas más humildes y discretas que uno se puede echar a la cara. En su medio, rodeada de brezos y carquesas, resulta casi invisible y tan sólo durante la floración puede llamar la atención el tono amarillo que adquiere con sus flores. Aunque no conviene hacerse ilusiones pues tampoco es nada muy espectacular y si no se va sobre aviso es muy fácil ignorarla. Aunque parece un brezo, su pariente más cercano es el Torvisco (Daphne gnidium), algo que salta a la vista comparando sus flores.

Bonita o no, lo cierto es que se trata de un valioso endemismo ibérico con un área de distribución muy restringida. En Portugal aparece tan sólo en sierras de la mitad norte (Serras do Gerês, Alpedrinha y Estrela), con una cita dudosa en la Serra da Arrábida. En España la encontramos en Galicia, con una población en Ourense, que se podría englobar con las portuguesas del norte y otra en el Alto del Candán (Pontevedra), y en la Sierra de Gata (Salamanca y Cáceres), que alberga al menos al 80 % de las plantas conocidas para España. En 2008, sin datos para Portugal, su población no alcanzaba siquiera los 8.000 individuos reproductores. Su tendencia parece regresiva, pues se ha constatado la desaparición de alguna población.

Porte de Thymelaea broteriana  ramoneada por Ciervo en la Sierra de Gata cacereña.

Viendo su distribución se aprecia el carácter atlántico de esta especie y una vez más se observa la gran puerta hacia el interior de la península Ibérica que representan la Serra da Estrela y la Sierra de Gata, por donde han penetrado numerosas especies atlánticas que aún hoy día sobreviven de manera relicta en nuestro ambiente mediterráneo. La Thymelaea broteriana permite reconstruir casi totalmente esa ruta. Esta afinidad atlántica también podría explicarse por el origen subtropical de las Timeleas y su gusto por la humedad y un clima templado. Así, pese a su humildad, es una especie de gran importancia biogeográfica.

Ya se ha visto que su situación es preocupante, por lo que está protegida en las tres Comunidades Autónomas donde está presente. Por desgracia, esto no parece ser suficiente cuando las amenazas para esta especie provienen del hombre, en forma de incendios y una gestión forestal que la ignora sistemáticamente (sin olvidar la presión que el fomento del Ciervo supone para alguna población). Thymelea broteriana requiere zonas donde el brezal no llegue a ahogarla y por eso aparece en terrenos alterados o pobres donde el brezal está más claro y aparecen jaguarzos. Se parece en esto mucho a otra ilustre planta atlántica como Drosophyllum lusitanica y, como en el caso de aquella, puede dar lugar a la creencia de que es una planta que soporta un manejo intenso del territorio. Una cosa es vivir en los bordes de caminos y cortafuegos, donde la competencia es menor, y otra cosa es que sus poblaciones puedan soportar unas cada vez más frecuentes labores de mantenimiento y ensanche de estas infraestructuras. Si no se plantean estas labores teniendo en cuenta los requerimientos de esta especie, allí donde se encuentre, las poblaciones desaparecerán empezando por los ejemplares reproductores adultos y terminando con la última semilla del banco de semillas del terreno.

domingo, 20 de septiembre de 2015

RUGBY: FLORES DE CEREZO VENENOSAS.

Logo de la selección japonesa de rugby

Sé que son las flores más raras de las que hemos hablado en el blog, pero me hicieron pasar una tarde genial, comparable a la de Gasol contra Francia.

Que te conozcan como Cherry Blossoms (flores de cerezo) en un deporte como el rugby no es una buena presentación, a qué engañarnos. Si, además, nunca has ganado un partido de un mundial no debes esperar ser muy respetado. Si resulta que enfrente se encuentran los temibles Springboks sudafricanos, dos veces campeones del mundo y considerados como duros entre los duros, la cosa no presagiaba nada bueno. No importa que el año para los sudafricanos haya sido nefasto.

Imagen de la prensa inglesa con dos seguidores sudafricanos antes del partido. 

Contra lo que pudiera parecer, no voy a contar una historia de David contra Goliat. No era eso en lo que pensaban los japoneses. Su idea era clara, jugar a Sudáfrica con sus propias armas, ser más duros que ellos si hacía falta. Un suicido, o no…


Los Springboks, un equipo curtidísimo con varios campeones del mundo sobre el terreno, no entendían nada. No sólo no tenían atemorizados a los japoneses, si no que les estaban dominando en todas y cada una de las fases del juego en las que ellos son los maestros. A cada arreón suyo respondían los japoneses, para llegar así a un final muy cerrado. Con tiempo para una última jugada (32-29), Japón tenía un cómodo golpe de castigo para poner el empate en el marcador. Todo el mundo consideraría eso una gesta. Pero, para asombro de todos, decidieron arriesgar e intentar ganar el encuentro, muerte o gloria. Se comieron a la delantera sudafricana y consiguieron el ensayo (32-34). No hubo transformación y el partido acabó así. Gracias Japón.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Sostener lo insostenible.

Collado de las Yeguas. Agosto 2015.

Hay día mejores y peores, eso está claro. Pero cuando uno decide darse una caminata por el campo dentro de una Reserva Natural, como La Garganta de los Infiernos, lo último en lo que piensa es que ese va a ser un mal día. Pero resulta que hoy, por el afán de llevar a todo el mundo a todas partes, se nos ha olvidado que no todo el mundo puede ir a todas partes. Algunas personas donde mejor están es en sus casas.

Collado de lasYeguas. Agosto 2015.


Ese día llegaba al Collado de las Yeguas después de unos diez años sin pisar la zona. Me sentía bastante bien, casi emocionado, la vegetación en la zona del Hornillo, muy castigada tradicionalmente, se recuperaba de una manera increíble y había arbolitos y matas nuevas por todas partes. Pero sólo necesité unos segundos allí para cogerme un tremendo cabreo. Escondidas entre los piornos botellas y garrafas de 5 litros de agua vacías, completando el cuadro varias bolsas de basura ya rotas que derramaban sus inmundicias. Alguna ruta organizada por “amantes” de las actividades saludables y de Naturaleza había establecido en ese punto clásico un lugar de avituallamiento y allí decidieron dejar todos sus residuos, que el rollo ecológico se queda en casa. Un poco escondidos, eso sí, no fueran a molestar mucho y en la vertiente verata, no fuera a pillarlos ensuciando una Reserva Natural y les callera una multa mayor.

De bajada, las cosas empeoraban. Tras seguir el camino que viene de la Garganta Chica llegamos a la zona de Los Pilones. Lugar emblemático de lo que nunca debería ser turismo en un espacio natural (protegido o no), al modo de lo que ocurre en las gargantas veratas. Se ha trasplantado el turismo más chusco de sol y playa a la sierra, con las dificultades de accesibilidad y presupuesto que esto supone para su gestión. El resultado es asqueroso, algo que es más dramático por los parajes afectados, con papeles impregnados de todo tipo de líquidos, sólidos y geles que un cuerpo humano es capaz de expeler por los 2 o 3 orificios que me vienen a la cabeza. Tampones, compresas, pañales,… la sección de higiene personal de un supermercado en plena Naturaleza, unida al departamento de bebidas y alimentos para biodeportistas. Un lugar como Los Pilones (Alardos o Pedro Chate) no se merece lo que le está ocurriendo y, si unos tienen la culpa por facilitar su acceso y vender el último paraíso, otros tienen más culpa por no estar a la altura del lugar que visitan, ni de la especie a la que pertenecen. Hablar de tasas y cuotas es algo tabú, pero no veo yo muchas más alternativas.


Hace años en esta zona podías cruzarte con turistas extranjeros, prismáticos en ristre. Hoy esa visión es casi imposible (y no por falta de atractivo). Los guiris camperos son un buen indicador de la gestión de un espacio: a más domingueros, menos guiris camperos. Resulta, además, que son gente muy intercomunicada y rápidamente los informes pasan de unos a otros, para bien o para mal. Los otros, los guiris de sol y playa, se quedan en la Costa Brava, lógicamente. Esto puede gustar más o menos, pero en donde se ha apostado por la cantidad ya han surgido graves problemas que comprometen la sostenibilidad del negocio, por no hablar de cuestiones ambientales o de convivencia.

lunes, 24 de agosto de 2015

LAGARTIJAS IBÉRICAS EN EXTREMADURA.

Podarcis virescens. Sierra del Gordo, Plasencia. 1.000 m.


Para los aficionados a las lagartijas, la Lagartija ibérica siempre ha sido una enorme muela de molino imposible de tragar y más falsa que los euros de trapo. Pese a haberse disgregado ya en varias especies, el conglomerado de variedades y ecologías que, escondidas tras un código alfanumérico, aún permanecía bajo el nombre de Podarcis hispanicus (hispanica) era imposible de defender, a menos que se estuviera dispuesto a eliminar un puñado de especies escindidas de este complejo, hoy perfectamente asumidas y valoradas como preciosos endemismos. Porque los estudios genéticos dejaban claro que algunas de estas nuevas especies estaban más emparentadas con alguno de los tipos de Lagartija ibérica, que los propios tipos entre sí.

Podarcis guadarramae subsp. guadarramae. Puerto de Honduras, Hervás. 1.600 m.

Podarcis guadarramae subsp guadarramae. Hembra grávida. Collado de Tripa Seca, Losar de la Vera. 1.500 m.


Desde 2014 (Geniez et al., 2014) las cosas parece que se aclaran un poco más en la zona centro peninsular. Aquí en Extremadura tenemos a la nueva Podarcis virescens, que sustituye a la antigua Podarcis hispanicus tipo 2. Esta Lagartija ibérica verde ocupa prácticamente toda la región. La cosa se complica en el Sistema Central, al norte de Cáceres. Allí aparece la Lagartija ibérica noroccidental (Podarcis guadarramae subsp guadarramae) en las sierra de Gredos, Béjar y Hurdes altas (donde sobrepasa por el oeste el Rongiero). La ibérica noroccidental sustituye a la antigua Podarcis hispanicus tipo 1B. Más al oeste, aparece otra Podarcis guadarramae en la Sierra de Gata (Cáceres y Salamanca), para la que queda pendiente la descripción como una nueva subespecie. Que no era cuestión de resolverlo todo de un golpe. Esta subespecie ocuparía una banda que, desde Robledillo de Gata y Gata, desciende hasta el sopie de la sierra en Pozuelo de Zarzón y Guijo de Coria. Por último, no se descarta la presencia de Podarcis guadarramae subsp lusitanicus en las zonas más occidentales de Sierra de Gata, pues la especie está presente en la portuguesa Serra da Malcata rodeando los límites fronterizos con Valverde del Fresno. Estas dos últimas se solaparían con la Lagartija de Carbonell (Podarcis carbonelli), otra “antigua ibérica”.


¿Iberolacerta martinezricai?. El Rongiero, Ladrillar. 1.500 m.

Podarcis guadarramae subsp guadarramae. El Rongiero, Ladrillar. 1.500 m.

Podarcis guadarramae subsp. guadarramae. Sierra de la Granjera, Ladrillar. 1.350 m.


Podarcis virescens. Valcorchero, Plasencia. 600 m


Sin dudas, lo más curioso es la presencia en el Castillo de Trujillo de una población aislada de Podarcis guadarramae subsp guadarramae, descubierta tras revisar fotos tomadas allí en 1995 por V. Joubert y confirmada por los posteriores estudios genéticos. Esto puede dejar abierta a la presencia de esta subespecie en zonas altas de montaña en la Sierra de Montánchez o las Villuercas (donde virescens está presente, al menos, hasta los 1.200 m) EDITADO: En el Pico Villuercas 1595 m está presente P. g. guadarramae. Tanto virescens como guadarramae parece que no se solapan, siendo la primera especie más de llanura y clima más mediterráneo, mientras que la segunda es más rupícola y serrana.

martes, 28 de julio de 2015

La Víbora hocicuda de Gredos (Vipera latastei subsp. abulensis)

Macho de Vipera latastei subsp abulensis. Reserva Natural Garganta de los Infiernos. Tornavacas, 2.150 m.


Descrita en 2005 por Juan Timms y Raúl Doblado, la Víbora hocicuda de Gredos (Vipera latastei subsp.abulensis) se halla distribuida exclusivamente por la sierras de Gredos y Béjar, entre Ávila, Cáceres y Salamanca.

Aparece típicamente en zonas de helechos y vegetación cercana a arroyos y fuentes, donde su camuflaje es más efectivo. Asciende, al menos, hasta los 2.300m. Se diferencia de la subespecie nominal por el número de placas ventrales y por otros detalles menores en la cabeza. Su coloración sigue el modelo de zigzag ondulado, aunque es muy común que en Gredos los bordes de las aristas estén redondeados.


Normalmente, cuando te cruzas con una víbora lo primero que llama la atención es su pequeño tamaño, 50-60 cm en este caso, lo que inmediatamente lleva a la gente a considerarla un juvenil. Después asombra su indolencia, la tranquilidad con la que huye. Hay que fastidiarla mucho para que intente morder. Por último, a mí siempre me ha sorprendido el terror que provoca entre los serranos, un terror que les lleva a matar a todo lo que pueda pasar por una víbora. Siempre hay una fuente en la que no beber porque hay víboras, siempre hay una zona donde no sentarse a almorzar por las víboras, etc. Parecería que las víboras están por todas partes. Algo que, al menos hoy día, está muy lejos de ser verdad.

martes, 14 de julio de 2015

El Chorro de la Meancera. El Gasco, Nuñomoral (Cáceres).



El Chorro de la Meancera desde el "Volcán" del Gasco.

 
Durante años me referí a este chorro como de la Miancera, pero ahora veo que estaba equivocado. Siendo, como soy, un reputado inexperto en chorros, cascadas y otras caídas de agua, lo cierto es que este chorro no sé si dará para el salto de agua más grande de Extremadura como se afirma. En esto creo que la última palabra está en La Vera, pero este es indiscutiblemente bonito.

Tampoco me atrevería a llamarlo salto de agua, porque como bien dice su nombre, es un chorro y aquí el agua no salta, chorrea (imagino que habrá días puntuales con alto caudal que salte). Algo que, por otro lado, es lo más habitual por Extremadura, supongo que por los caudales tan pequeños implicados. Como quiera que sea, este chorro me impresiona por la cuenca tan exigua que tiene, tanto que me parece milagroso el volumen de agua que es capaz de bajar por este cauce y que sea capaz de mantenerlo cuando cesan las lluvias. Probablemente toda la zona estará repleta de grietas en la pizarra, cada una de las cuales acumulará agua, que liberará lentamente.

Esto lo deben conocer las achaparradas encinas que se atreven a enriscarse por estas laderas de pura roca. El conjunto es una imagen típica de la naturaleza hurdana primigenia, de cuando los encinares cubrían estas duras laderas.
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