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martes, 3 de noviembre de 2015

La Ruta de Carlos V.

El Puente Nuevo, paraje emblemático de esta ruta.

Debe de ser mi gotita de sangre comunera, como buen placentino, pero Carlos I no es un personaje que me resulte simpático. Con todo, reconozco que, gracias a esos súbditos a los que tan poco respetó, llegó a ser el hombre más poderoso de la Tierra. Por eso, siempre ha resultado tan llamativo entre los historiadores su discreto retiro a Yuste. Para muchos, resulta difícil comprender la elección de ese modesto rincón cacereño, frente al sinfín de lugares de mayor renombre de entre sus vastos dominios. Basta acercarse hoy día allí para entender que, en 1554, Felipe II considerara el lugar como apropiado para acoger a todo un emperador.

La noche del 11 de noviembre de 1556 Carlos I llegó a Tornavacas procedente de Valladolid, en lo que sería su último viaje. Su intención era llegar a Plasencia para desde allí continuar hasta Jarandilla de la Vera, donde el conde de Oropesa le esperaba en su palacio-castillo, hoy convertido en Parador Nacional. Eran otros 5 o 6 días de marcha pero, ante la insistencia del Emperador por llegar cuanto antes, se le ofreció la posibilidad de acortar su viaje a una sola jornada utilizando viejos caminos serranos. No se lo pensó dos veces y con su comitiva de 99 alabarderos, 51 criados y varios mozos de Tornavacas, que actuarían como porteadores, se internó por la sierra de Gredos en dirección a La Vera cruzando el llamado Puerto Nuevo. La comitiva iba precedida de labriegos de Tornavacas, que iban desbrozando el camino. Debió de ser un gran espectáculo y resulta asombroso que completaran la ruta en unas 7 horas, la mayoría de las cuales el Emperador, irascible por la gota, las pasó en brazos o a hombros de los mozos tornavaqueños, que tan sólo quisieron aceptar un pellejo de vino a cambio de sus servicios.

Subida al Collado de La Encinilla.

En 2015 el Consejo de Europa reconoció a las Rutas del Emperador Carlos V, entre las que se encuentra esta en un lugar destacado, como Itinerario Cultural Europeo por su papel en la integración europea. Pero antes de ese reconocimiento, la Ruta de Carlos V ya era conocida popularmente como la más famosa ruta senderista de Extremadura.

Esta ruta es un perfecto complemento a la Ruta de la Alta Extremadura, pues si aquella recorre las zonas de cuerdas de alta montaña con su particular flora y fauna, esta lo hace por laderas y collados de media montaña, dominados por los bosques. Se trata de una ruta exigente por su longitud de unos 26 km, en los que se salvan desniveles acumulados de 920 m positivos y 1.226 m negativos, lo que nos obligará a unas 8-10 horas de marcha y sólo es recomendable para personas en buena forma física. Al margen de esto, la ruta se encuentra perfectamente señalizada (PR-CC-1) y carece de dificultades técnicas. Las gargantas, arroyos y fuentes proporcionan agua a lo largo de casi todo el recorrido, pero es recomendable llevar agua o pastillas potabilizadoras en épocas secas. Aunque lo tradicional es realizar la ruta en noviembre, tal y como hizo el Emperador, la ruta se puede hacer durante todo el año, aunque en invierno puede haber tramos con nieve y nieblas en las proximidades del Collado de las Yeguas (1.482 m), que es la mayor cota de esta ruta. En esta época de días cortos no está de más llevar un frontal en la mochila, por si nos sorprende la noche en el descenso. Siempre he sentido un gran respeto por los nombres serranos, que nunca se ponen con ligereza, y por eso conviene prepararse para la zona del Hornillo si decidimos hacer la ruta durante los meses del verano.

Encinas y cantuesos en el Collado de la Encinilla.

Aunque en la Calle Real de Abajo de Tornavacas se conserva la casa del sirviente Juan Méndez-Dávila, donde pernoctó el Emperador, la Plaza Nueva suele ser el lugar de inicio de esta ruta, para dirigirse desde allí a la Ermita del Humilladero y, tras cruzar el Puente de San Martín, abandonar esta localidad por terrenos aterrazados de cerezos. El ascenso nos irá internado en el bosque, primero por los castañares del Reboldo y después por el magnífico robledal de rebollos (Quercus pyrenaica) del Egido de la Umbría de Jerte, ya dentro de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos. Esta es una de las mejores zonas de Extremadura para la fauna forestal con presencia como nidificantes de rapaces como el Halcón abejero (Pernis apivorus) o el Azor (Accipiter gentilis), así como la presencia de murciélagos forestales tan escasos como el Murciélago ratonero forestal (Myotis bechsteinii) o el Murciélago de bosque (Barbastella barbatellus). La flora de estos bosques tampoco nos dejará indiferentes gracias a la presencia de numerosas orquídeas y vistosas flores como las aguileñas, azafranes serranos, peonías, arenarias, prímulas, toronjiles, gallos, sellos de Salomón, etc. y a las densas macollas de hojas rizadas de la Cañuela o Lastón (Festuca elegans), tan características de estos rebollares carpetanos. Tras unas dos horas de marcha llegamos al Collado de las Losas o de Guijarros Rosas, que cruza la Cuerda de los Lobos. Desde aquí descenderemos, a través del bello robledal de La Venta, hasta uno de los puntos más famosos y clásicos de la ruta, el Puente Nuevo o de Carlos V, que cruza la Garganta de Tres Cerros o Tras el Cerro (llamada de Asperones en su tramo superior y del Infierno en su tramo inferior). Se trata de un bello puente ligeramente alomado de sillería y mampostería de granito, con dos bóvedas de medio punto desiguales. El agua normalmente discurre bajo el ojo de mayor tamaño, de modo que sólo durante algunas grandes avenidas primaverales, tras el deshielo, veremos pasar el agua bajo los dos ojos. Aunque no conserva los petriles, su estado de conservación es excelente, seguramente porque su cimentación apoya directamente sobre afloramientos de granito, lo que ha evitado deformaciones a las bóvedas. Estas aguas trucheras son además refugio, entre otros, de Desmán ibérico (Galemys pyrenaica), Rana patilarga (Rana iberica) y Mirlo acuático (Cinclus cinclus).

Toca ahora afrontar el tramo más duro de la ruta, el ascenso por el camino empedrado que conduce al Collado de la Encinilla. Al pasar la Fuente de Roblehermoso o Robledohermoso el camino se bifurca, debemos continuar por la izquierda. El camino de la derecha conduce al Puente del Carrascal sobre la Garganta Chica o del Collado de las Yeguas. El estrecho sendero va ascendiendo zigzaguente por el Cerro de la Encinilla (1.462 m), donde se mantienen los alcornoques a mayor altitud de Extremadura. El Alcornoque (Quercus suber) es una especie muy escasa en el Valle del Jerte y muchos de estos escasos ejemplares serranos tienen su origen con seguridad en bellotas dispersadas por el Arrendajo (Garrulus glandarius). El Collado de la Encinilla supone un gran contraste con el resto de la ruta, de repente, pisamos rocas que no son granitos y las encinas y cantuesos sustituyen al robledal carpetano, casi parece que recorremos algunos de los riberos del entorno del Tajo o el Almonte.

Los Escalerones.

Los restos de la cultura pastoril trastermitante son muy patentes en esta zona, al margen de los tramos enlosados del camino, aún se mantienen los restos de chozos de verano, majadas de invierno, pasos de arroyos y algunas fuentes. Destacan, junto a la Fuente de Peña Lozana, los restos de una típica majada que, pese a su altitud, se beneficiaba del microclima de esta garganta. Ocupa una vaguada orientada al SW en medio del robledal y está realizada a dos aguas, con mampuestos vistos de granito y grandes esquineras. Presenta corral adosado para guardar el ganado y el típico muro de piedra que rodea la entrada de la vivienda, que carece de ventanas. También se conservan las pequeñas terrazas del huerto y una fresquera entre bolos de granito.

Llevamos ya 4 o 5 horas andando desde que dejamos Tornavacas y llegamos al que probablemente sea el lugar más espectacular del recorrido: Los Escalerones o Escarralones. La Garganta Chica forma aquí un pequeño cañón, al que nos podemos asomar desde un balcón rocoso. Aparecen algunas agujas pétreas y una interesantísima vegetación, donde se mezclan elementos de origen eurosiberiano con elementos típicamente mediterráneos. Podemos encontrar aquí abedules (Betula alba), acebos (Ilex aquifolium) o serbales de cazador (Sorbus aucuparia) copa con copa con almeces (Celtis australis) o madroños (Arbutus unedo). En esta zona, junto con el Arroyo del Piornalego que desciende de la Sierra de Tormantos por la ladera opuesta, se refugia una de las poblaciones de Tejo (Taxus baccata) más saludables de Extremadura. Podemos observar algunos viejos ejemplares desde los Escalerones o, por debajo del sendero, en las paredes rocosas del arroyo que desciende de Peña Lozana. Este paraje es un lugar que sirvió de refugio a un tipo de flora propia de los bosques boreales, que se extendió por la Península Ibérica durante las últimas glaciaciones. Hoy día, esta flora relicta sólo aparece en contados puntos de nuestras montañas. Podemos destacar especies como la Calabacera (Adenostyles alliariae), el Pie de Oso (Heracleum sphondilium), el venenoso Acónito o Matalobos (Aconitum vulparia) o la Fiteuna (Phyteuma spicatum). También aparece en estos rezumaderos el bello endemismo gredense Sedo acampanado (Sedum campanulatum). En los riscos de la ladera que observamos frente al sendero es muy visible una pequeña buitrera de Buitre leonado (Gyps fulvus).

De los Escalerones al Collado de las Yeguas el recorrido es cómodo, sobre todo desde que se instaló la pasarela de la Garganta del Hornillo, junto a la cual crece un magnífico Serbal de cazadores. Muchos senderistas aún recordarán la desagradable sensación de mojarse los pies en pleno invierno a más de 1400 m. El Collado de las Yeguas es el lugar perfecto para un descanso tras unas 5-6 horas de marcha, mientras disfrutamos de unas magníficas vistas. Si miramos hacía La Vera, con Cuacos de Yuste y Jaraíz de la Vera bajo nosotros, las vistas son muy amplias, con las vegas del Tiétar, Campo Arañuelo e incluso el Embalse de Valdecañas y las Villuercas. En su vertiente norte, hacía el Valle del Jerte, sólo vemos montañas, destacando en primer término Peña Lozana (1.642 m), tras la que aparece la cuerda del Torreón, ya en la sierra de Béjar, que es la mayor cota de Extremadura (2.401 m). En su entorno, en terrenos de Aldeanueva de la Vera, se mantiene una de las mejores poblaciones extremeñas del espectacular Narciso trompón (Narcissus pseudonarcissus). Esta población fue tradicionalmente aprovechada como flor cortada, que era vendida en Madrid. Un día al año, mujeres de Aldeanueva de la Vera subían a la sierra a recoger los nardos. Hoy día esta planta se encuentra en regresión y está protegida.

Vertiente norte del Collado de las Yeguas.

Pero sin dudas, si por algo es conocido este collado es por la célebre frase, que según la tradición, pronunció el Emperador al trasponer este puerto:”¡ya no franquearé otro puerto que el de la muerte!”

Al internarnos en La Vera abandonamos la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, pero continuamos dentro de un espacio de la Red Natura 2000. El tramo inicial de bajada, hasta llegar al cruce de la bella Garganta del Yedrón, es el más exigente, descendiendo más de 500 m en tan corto espacio. El paisaje verato ahora muestra sus diferencias con el del Valle del Jerte, abierto a la llanura del río Tiétar y con un clima más suave, parece menos agreste, más domesticado, aunque con la indudable belleza de los mosaicos de vegetación.

Todavía atravesaremos algunos buenos tramos de bosque, como el de Los Vínculos, antes de cruzar la carretera local de Aldeanueva de la Vera a Guijo de Santa Bárbara, donde el Ciervo volante (Lucanus cervus) es muy abundante, al igual que las rapaces y murciélagos forestales. Tras cruzar la Garganta de Jaranda por el denominado Puente de los Palos se alcanza el final de la ruta en el Castillo de los Condes de Oropesa de Jarandilla. Es el momento perfecto para buscar un lugar donde darse un homenaje que recomponga nuestro agotado organismo y la cocina verata, con indudables raíces serranas, sabe mucho de esto.


Para aquellos que deseen completar el recorrido por Extremadura de Carlos V, o para los que no se sientan con fuerza para completar la Ruta de Carlos V, puede ser interesante combinar esta ruta con otra mucho más suave, que ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, denominada Ruta del Emperador Carlos V, que discurre entre Jarandilla y el Monasterio de Yuste. Se realiza en febrero, tal y como la realizó el Emperador el 3 de febrero de 1557.

Portada del nuevo libro.


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