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jueves, 31 de mayo de 2012

UNA PLANTA RARA EN LOS PINARES DEL TIÉTAR.

Interior de uno de los pinares del Tiétar. Cáceres.


El Pino resinero (Pinus pinaster) ha sido durante muchos años una especie mirada con recelos. Unas extensas repoblaciones mal gestionadas le llegaron a poner casi a la altura del eucalipto y, sin embargo, estamos ante uno de nuestros árboles más genuinos.

Hace tiempo que deje de plantearme la cuestión del origen de esta especie en Extremadura, creo que es algo que nunca se llegará a verificar al 100 % (aunque todo está de su parte). Los últimos miles de años han visto producirse idas y vueltas de casi todas las especies arbóreas en el norte de la provincia de Cáceres, bien por causas naturales, bien por causas humanas o bien por ambas. Por otro lado y, después de todo, una dehesa de encinas puede ser tan poco natural como una plantación de pinos.

Me parece más importante el grado de naturalidad que presente el pinar, que dicho sea de paso, suele dejar mucho que desear por esta región. Por eso es un verdadero alivio contemplar alguno de los fragmentos supervivientes de lo que debieron ser los extensos pinares de los arenales del Tiétar cacereño. Las zonas de mayor calidad son fáciles de transitar con un sotobosque de helechos, espinos y alguna escoba, junto a robles rebollos y alcornoques, incluso hay claros con pastizal. Por el contrario, las zonas más degradadas presentan un sotobosque con jaras y brezos mucho más denso. Hay zonas en las que podemos encontrar pinos enormes con las ramas tocando el suelo alrededor del tronco, con decenas de orquídeas creciendo bajo ese refugio, zonas con helechos más altos que una persona, pinos como columnas de catedrales junto a enormes pinos revirados, tan característicos de esta zona. Siempre he creído que estos pinares serían mucho más valorados de estar situados en una zona con relieves, que permitieran una contemplación con varios planos, y no como el monótono muro verde que aparece en estas llanadas arenosas rodeadas de cultivos. No son muy fotogénicos, son bosques para disfrutar desde dentro, como buen bosque de llanura. Las aves no se comen tanto la cabeza y saben elegir, por eso la colección de aves forestales de estos pinares es la más completa de Extremadura y abundan también las ardillas, una rareza por aquí. Las cigüeñas negras, alcotanes o halcones abejeros parece que han conseguido lo que no hicieron los millares de pinos destinados a construir palacios, puentes y catedrales. Ahora estos bosques son refugio de aves amenazadas.

Armeria arenaria subsp. vestita. Pinares del Tiétar. Cáceres.


Hacía tiempo que no me daba un paseo por alguno de estos pinares y el otro día, con la excusa de ver una planta muy rara localizada en uno de ellos, me acerqué a pasar una mañana entre pinos. En efecto, allí me encontré con la Armeria arenaria subsp. vestita, bien acompañada en esta ocasión por otra de nuestras joyas botánicas: el Iris lusitanica. Se trata de una planta muy escasa de la que apenas se conocen tres poblaciones en Extremadura. Fuera de aquí hay alguna cita en la sierra de Gredos (Ávila) y en el Parque Nacional de Cabañeros (Ciudad Real), localidad que no recoge Flora Ibérica. El entorno del Sistema Central es un banco de prototipos del género Armeria, aquí se encuentran un buen puñado de especies y subespecies. La frecuente hibridación entre ellas ha dado lugar a especies nuevas, pero también está produciendo absorciones de algunas armerias raras por parte de sus parientes más exitosos, como parece que está ocurriendo con la Armeria arenaria subsp.vestita.

Armeria arenaria subsp. vestita junto a Iris lusitanica en un claro del bosque.


Estos pinares fueron un día la joya de la corona del concejo de Plasencia, figurando el pino en el escudo de la ciudad desde el siglo XII (hoy todos pertenecen a otros municipios). Ya desde 1463 contaron con un cuerpo de pinadores para su vigilancia. Aún sorprende la gestión tan “moderna” de las ordenanzas de aquellos años, que llegaron a establecer reservas integrales-de las de verdad- en el Pinar del Moreno y la Bazagona. Menos sorprende que las buenas prácticas se fueran relajando con la ayuda de la codicia y gran parte de aquellos pinares ya no existen. Hoy día, una extraña y rimbombante figura de protección-Corredor Ecológico y de Biodiversidad Pinares del Tiétar-vela por su conservación. No debemos, pese a todo, dejar de creer en los milagros…

lunes, 28 de mayo de 2012

AVES REPRODUCTORAS EN LA ALTA MONTAÑA EXTREMEÑA.

Cuerda que une la Covacha del Losar (2399m) con las Azagayas (2342 m). Detrás el Cerro Estecillo (2290 m) y la cuerda
de Los Infiernillos.

Como estamos ya metidos en la época de cría en la montaña he rebuscado entre mis libretas los datos que tengo de reproducción de aves en la alta montaña extremeña. Lo más sencillo para definir la alta montaña es utilizar factores climáticos, así que aquí sólo voy a considerar especies observadas como posibles reproductores en los pisos bioclimáticos oromediterráneo y crioromediterráneos, que en Extremadura tan sólo los encontramos en la vertiente cacereña de la Sierra de Gredos por encima de los 1900 m. No es una recopilación muy exhaustiva porque las aves son un objetivo secundario de mis andanzas, pero con la asiduidad creo que se compensa en parte esto. Agradecería cualquier corrección y/o ampliación a esta lista, ya que es una zona de gran interés para mí. No he incluido especies como Buitre negro (Aegypius monachus) o Ratonero (Buteo buteo), que aunque pueden verse en la zona es seguro que no son reproductores.

Lo que más llama la atención es que hay tres especies especialistas de la alta montaña (Acentor alpino, Pechiazul y Bisbita alpino), que durante la época de reproducción sólo pueden encontrarse en esta zona dentro de Extremadura y que cada año parece que van a menos. Os paso la lista:

Buitre leonado (Gyps fulvus). Habitual en paso y con algunos pequeños dormideros a estas alturas, aunque no parece que aniden allí.

Águila real (Aquila chrysaetos). Ninguna de las parejas extremeñas anida a tanta altitud, aunque al menos una tiene una plataforma cerca de los 1900 m. Las 5/6 parejas tienen parte de sus cazaderos dentro de la zona y se ven con relativa facilidad. Son impresionantes sus picados sobre los grupos de cabras montesas con chivos.

Cernícalo común (Falco tinnunculus). Nidificante seguro dentro de la zona. Al menos dos parejas anidan entre 1900 y 2000 m.

Halcón peregrino (Falco peregrinus). Una pareja probable como reproductora en la zona.

Mochuelo (Athene noctua). No se ha observado dentro de la zona, pero tengo un par de citas en torno a 1800 m.

Codorniz (Coturnix coturnix). Durante el verano es posible ver y escuchar machos cantando en pastizales altos asociados a turberas, aunque es más frecuente en cotas inferiores.

Perdiz común (Alectoris rufa). Nidificante seguro en la zona de piornal.

Avión roquero (Ptyonoprogne rupestris). Reproductor seguro dentro de la zona, con algún nido por encima de 2000 m.

Golondrina común (Hirundo rustica). Se la observa alimentándose en la zona, seguramente no se reproduce.

Vencejo común (Apus apus). Como la Golondrina.

Alondra común (Alauda arvensis).Cantos nupciales en vuelo por encima de 2200 m en la zona del Torreón.

Bisbita campestre (Anthus campestris). Reproductor probable en piornales. He visto pollos volanderos por encima de 2000 m.

Bisbita alpino (Anthus spinoletta). Reproductor seguro escaso asociado a pocetas y lagunillas colmatadas. Sólo conozco una pequeña población de 2-3 parejas.

Collalba gris (Oenanthe oenanthe).Reproductor seguro.

Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros). Reproductor seguro.

Pechiazul (Luscinia svecica). Reproductor seguro, aunque los incendios han acabado con algunas zonas clásicas para la especie. Aunque cría en los piornales parece que está distribuido en parches.

Roquero rojo (Monticola saxatilis). Reproductor seguro, aunque no he llegado a ver más de 6 parejas en la zona en un mismo año.

Mirlo (Turdus merula). Reproductor seguro.

Chochín (Troglodytes troglodytes). Reproductor seguro. Una pareja en brezal junto a una fuente a unos 2000 m.

Mirlo acuático (Cinclus cinclus). Reproductor probable.

Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax). Reproductor probable. El mayor bando observado en la zona era de 16 individuos.

Cuervo (Corvus corax).Reproductor probable.

Pardillo (Carduelis cannabina). Reproductor probable. Llega a ser el ave más frecuente en determinados momentos.

Acentor común (Prunella modularis). Reproductor seguro común en piornales.

Acentor alpino (Prunella collaris). En años con neveros es fácil de localizar a esta especie alimentándose en ellos, aunque no creo que llegue a anidar en Extremadura, sólo una vez observé una pareja probable dentro de la zona.

Escribano montesino (Emberiza cia). Reproductor probable.

Escribano hortelano (Emberiza hortulana). Reproductor probable.

sábado, 19 de mayo de 2012

CLAUS MATTHECK: GENIO Y FIGURA.

Claus Mattheck en una imagen tomada de saveourwoods.co.uk.

Estamos ante uno de los personajes más sorprendentes que conozco (sólo por su obra, lamentablemente). Como sorprendente es que este físico teórico (Dresden, 1947), jefe del departamento de biomecánica del instituto de investigación de materiales de Karlsruhe, sea uno de los personajes más influyentes de la moderna arboricultura a nivel mundial.
Está claro que un científico que es capaz de convertir sus 60 conferencias anuales por todo el mundo en acontecimientos que terminan con gritos y ovaciones, como si de un concierto de rock se tratara, no es un científico usual. Como tampoco lo es que sea capaz de dibujar comics en los que Stupsi el erizo y Pauli el oso explican sus teorías. Sus excentricidades ayudan a crear esa imagen atípica, comenzando por su estética de roquero de los 70, permanentemente vestido de negro, con una chaqueta de piel de cabrilla y unas botas de cuero crudo hasta la rodilla, siempre por encima del pantalón, acompañado de ese peinado, que suele calificarse como “extraño”, junto a unas inseparables gafas de sol redondas. Su afición a las armas de gran calibre y al arco y las flechas, o a los perros de lucha de la raza Staffordshire-Bullterrier, no hace más que añadir leña al fuego, llegando a surgir leyendas urbanas en torno a su figura que recuerdan a las de los artistas de música heavy más estrafalarios de los 70.
No es de extrañar que durante dos años estuviera detenido en una prisión de la temible Stasi de la antigua República Democrática Alemana. Tras un intento fallido de fuga por el Báltico y tras escribir un trabajo conjunto con un ginecólogo compañero de celda, increíblemente sobre problemas de asfixia en bebés recién nacidos, las autoridades deciden deportarlo al oeste en 1978.
Pero afortunadamente Mattheck no es una estrella del rock. Es un científico muy competente y aplicado (“un motor detrás de esclavos” en palabras de un trabajador de su departamento), con más de 200 publicaciones científicas, 13 libros y 12 premios, entre los que se encuentra uno de los más prestigiosos de Europa: el Premio Alemán de Ecología (2003). Tiene, además, 13 patentes en aplicaciones tan distintas como los implantes de cadera y dentales, las lavadoras o la industria del automóvil.
Es una suerte que ese motor pudiera combinar la biónica con la arboricultura. Para él era algo elemental, ya que como dice “los árboles no son sólo entidades biológicas vivas, sino que son también estructuras mecánicas que soportan cargas”. Además le atraen dos hechos que enlazan con sus trabajos biomecánicos: los árboles hacen un uso económico de sus recursos y sólo son fuertes cuando es necesario. Esto le lleva a enunciar su famoso axioma de la carga uniforme, basado en el principio de que los árboles consumen energía para alcanzar una distribución homogénea de las cargas mecánicas. Por ello, no hay ningún punto débil, ni lugares de fallo predeterminados, así como tampoco hay lugares donde se gasten materiales superficialmente. Cuando este estado óptimo de distribución homogénea se rompe debido a un defecto interno (grietas, podredumbres, etc.), el árbol creará anillos de crecimiento más gruesos en esos puntos para restablecer la distribución homogénea. Este crecimiento es un síntoma de un defecto.
Esta es la base sobre la que se crea el Método VTA (Visual Tree Assessment), propuesto por Mattheck y Breloer y publicado en el libro “The body languages of trees” de 1994. Desde entonces este método, con algunos retoques, se ha convertido en uno de los instrumentos más utilizados por los técnicos arbóreos de todo el mundo. En palabras de Mattheck “permite distinguir árboles peligrosos de los aparentemente peligrosos”. Lógicamente su uso fundamental es la arboricultura urbana, de ahí el término árbol peligroso. Nuevamente las investigaciones de Mattheck conducen a una aplicación inmediata, algo que siempre le preocupa, ya que para él, tanto un ama de casa como un empresario contribuyen a pagar su sueldo y sus investigaciones, por lo que estas deben devolver algo que les pueda servir.
El VTA se basa en identificar los síntomas externos debidos a anomalías internas de la madera, algo que sólo es posible con experiencia y conocimiento de los procesos de crecimiento de cada especie, ya que son más de 100 los tipos de defectos que nos podemos encontrar en una valoración visual. En una primera fase se realiza una inspección visual de defectos y vitalidad, tras la que se realiza una confirmación de los defectos sospechosos, en la que se pueden emplear aparatos de fácil manejo para verificar resistencia a la penetración de la madera o la velocidad de impulsos sonoros, entre otros. El estudio finaliza con la evaluación de la resistencia (criterios de rotura), en la que juega un importante papel el flujo de fuerzas de la copa a las raíces.
El mayor fallo de este método, como es reconocido por el propio Mattheck, es que no es capaz de garantizar al 100 % la seguridad de un árbol. Ya que una rama sana, sin defectos y con poca carga puede desgajarse por causas naturales, como pueda ser una tormenta. Pero hay tan pocas cosas con una fiabilidad del 100 %...



miércoles, 9 de mayo de 2012

ALGUNAS PLANTAS DE LAS SIERRAS CENTRALES DE BADAJOZ

Los Narcissus cantabricus llegan a crear aquí extensos prados de flores blancas sobre la piedra.


Durante unos años viví en Mérida (Badajoz) y desde mi casa veía cada día esas pequeñas sierritas cuarcíticas situadas al otro lado del Guadiana. Parecían poca cosa, tan escasas de altura, tan rodeadas de cultivos y pueblos. Con el tiempo no me quedó más remedio que asomarme a ellas si quería salir al campo sin tener que pasar mucho tiempo en el coche. El flechazo fue inmediato.

Parecía como si la gente hubiera olvidado estas sierras pedregosas e incultivables. Aunque esto no fue así siempre, ya que están llenas de abrigos con pinturas rupestres que nos hablan de una presencia antigua de las personas en estos territorios. Las cabras también tuvieron su protagonismo hasta no hace mucho y allí donde la sierra alcanza mayor entidad, como sucede en Hornachos, aún quedan restos de majadas de cabreros.

En inviernos extremadamente secos como el pasado, bastante tienen con sobrevivir
Erodium mouretii y Jasione crispa subsp. mariana.


La elevada pendiente, el denso matorral y la presencia casi permanente de las rocas, ya sean pedrizas o canchales, no las hace muy apetecibles para el caminante. Su poca extensión, en la mayoría de los casos, impide que se mantengan allí poblaciones numerosas de reses cinegéticas y sus laderas tampoco acogen extensos alcornocales. Si unimos esto a la riqueza de los terrenos agrícolas que las rodean, las Vegas del Guadiana y la Tierra de Barros, podemos entender que hayan sido terrenos marginales durante largos años. Qué sentido tiene penar en la sierra si el llano es tan fértil.

Nos encontramos así con algunas de las laderas de monte mediterráneo mejor conservadas de Extremadura. Zonas donde es posible disfrutar de ejemplares de Coscoja de porte arbóreo, o donde no es difícil contabilizar más de 20 especies leñosas distintas por hectárea, por poner un par de ejemplos. Todo esto está muy bien, aunque para un sibarita de los yerbajos como soy yo esto no era suficiente.

Pero bastó con subir a algunos de esos paredones cuarcíticos que coronan estas sierras para que mi opinión cambiara radicalmente y lo hizo de tal modo, que hoy creo que después del Sistema Central y las loreras de Villuercas, esto es lo mejor que tenemos en Extremadura en cuanto a flora y que me perdonen los calerizos.

Vista de cerca esta flor de Scrophularia oxyrrhyncha tiene un aspecto casi animal.


Allí me encontré con una comunidad aparentemente discreta y nitrófila de plantas rupícolas y de pie de cantil de no más de 20 especies, entre las que se encuentran algunos endemismos de gran belleza, que sólo se pueden ver juntos en estas sierras. El primero de ellos es el Erodium mouretii, descrito con ejemplares de unas pocas localidades de Marruecos, fuera de allí sólo está presente en estas sierras, con otras tres pequeñas poblaciones en la Sierra de San Pedro (dos de ellas en Cáceres) y una aislada en Huelva. El segundo es Scrophularia oxyrrhyncha, endémica de estas sierras cuarcíticas, incluyendo las sierras periféricas de la Serena (por el sur y el noreste) y su prolongación por tierras de Córdoba y Ciudad Real (creo que hay incluso una localidad en Jaén). El tercero es el más extendido y abundante, se trata de la Jasione crispa subsp. mariana, un endemismo de Sierra Morena y las sierras cuarcíticas extremeñas.

Aspecto de uno de estos jardines colgantes , durante un invierno normal, justo
 al inicio de la floración.


Esto puede parecer poca cosa, una nueva exageración mía, ¡yerbajos nitrófilos!, justo lo menos glamuroso de la flora. Pero cuando a finales del invierno se combinan sus floraciones, el resultado es impresionante, con las paredes llenas de flores: azules de la Jasione y el Jacinto (Hyacinthoides hispanica), rojas de la Scrophularia, rosas de la Dedalera (Digitalis thapsi), blancas de Narcissus cantabricus y de Sedum hirsutum y amarillas de Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis (el antes llamado Narcissus perez-chiscanoi) y Narcissus triandrus subsp. pallidulus. La base de los cantiles y las fisuras terrosas se tapiza de un exuberante verde de Candilillo (Arisarum simorrhinum), Mercurial (Mercurialis annua) y Acedera (Rumex induratus). Son muy abundantes también los helechos, entre los que destaca Polypodium cambricum, que forma grandes cascadas por las zonas rezumantes. Incluso las gramíneas se suman a la fiesta con los llamativos penachos pajizos de la Lamarckia aurea. Sin olvidar, por supuesto, al Erodium mouretii con sus flores blancas de nervios violeta.

En años buenos de agua parece increíble que un medio tan inhóspito como una pared de cuarcita pueda acoger semejante volumen vegetal, que inevitablemente me hace recordar a los megaforbios de montaña. El secreto está en una combinación de orientación, precipitación, niebla y aportes de materia orgánica que se da sólo en determinados lugares, aquellos donde se forman estos pequeños oasis en la roca o, más bien, jardines colgantes. Pero en años malos, como el actual, sus plantas se mueren de sed.
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