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sábado, 30 de octubre de 2010

LA TEJEDA DEL SUEVE


Biesca de Ordiales

Durante muchos años se consideró que los mejores bosques de Tejo de Europa se conservaban en las Islas Británicas. El bosque irlandés de Muckross Wood en el Parque Nacional de Killarney era considerado el mayor bosque de tejos con entre 30 y 40 ha, seguido por el bosque inglés de la Reserva Natural de Kingley Vale, que mantenía además los tejos más antiguos.


Parte del bosque en la Sierra de Guadalampa

Hoy sabemos que eso no es del todo cierto. En las faldas del Pico Corcovo, en la asturiana sierra del Sueve, a tan sólo 5 kilómetros del mar cantábrico y a unos 1000 m de altitud se conserva el mayor bosque de tejos de Europa con una superficie que oscilará entre las 80 y las 150 ha según se incluyan bosque mixtos con tejos o sólo bosque con el tejo como especie dominante o casi única. El número de tejos centenarios ronda los 8000 ejemplares, entre los que se pueden contemplar viejos árboles de más de 20 m de altura y perímetros de tronco superiores a 4 metros.


Orla espinosa de la biesca de Ordiales


Emilio Blanco hace de referencia en este monumental tejo de Guadalampa

Durante muchos años este bosque permaneció casi desconocido y no ha sido hasta hace unos pocos años cuando su popularidad se ha hecho grande, en gran parte debido a la campaña emprendida para su salvación. Resulta curioso que una de las mayores joyas de la naturaleza española/europea se encuentre sin protección y que la única gestión que se realice en estos montes sea la cinegética y la de las quemas de matorral para controlar la cotoya (Ulex cantabricus). Lógicamente los mayores problemas de este bosque le vienen precisamente de esta “gestión”. Los gamos, introducidos en 1960, mantienen una gran población que ha eliminado todo rastro de regeneración en este bosque, bien ayudados por jabalíes, cabras domésticas e incluso asturcones. El fuego también ha llegado a afectar a parte de este bosque, al no poder controlarse las “quemas controladas” de matorral.

El acceso a estos bosques no es complicado, aunque exige un poco de esfuerzo. Sin embargo, una niebla densa y persistente (la borrina) que se mantiene en estas sierras casi todo el año hace que subir a la Tejeda requiera de la suerte, ya que con niebla en estos parajes es muy sencillo perderse. Lo que convertiría una agradable jornada de paseo en una infernal caminata en busca de una salida de la sierra.


Impresionante Tejo edrau en Ordiales

Probablemente las zonas mejor conservadas de este bosque sean las biescas de Ordiales y de la sierra de Guadalampa, que ocupan la gran cubeta kárstica que se ubica bajo el Corcovo. En estas zonas el bosque es dominado por el tejo, más por el gran tamaño de sus ejemplares que por su número, y las hayas, abedules, fresnos, serbales, acebos y avellanos prosperan a la sombra de estos. Existen además pequeños rodales en los que el tejo es la especie única, creando un bosque sombrío donde abundan helechos, hepáticas, mercuriales y heléboros. La blanca caliza y la oscura copa de los tejos forma un contraste espectacular y allí donde se abre un claro se forma una orla de espinos con majuelos, saucos, endrinos, boneteros y cornejos. Son numerosos los ejemplares de tejos que sostienen impresionantes hiedras (edrau los llaman en la zona) con las que conviven en perfecta armonía.

domingo, 24 de octubre de 2010

SAN JUAN DE LA PEÑA


Claustro del monasterio viejo

Cuando un lugar lo tiene todo es una tontería no ir a conocerlo. Uno de esos lugares, sin dudas, es el Monasterio de San Juan de la Peña en Huesca.

El impresionante espectáculo geológico de la gran pared roja en la que se inserta (literalmente) el monasterio viejo merece ya la visita por sí mismo. Precisamente en este monasterio se guarda una de las joyas del arte románico español, que no es otra que su claustro del siglo XI, que atesora una veintena de magistrales capiteles del famoso Maestro de San Juan de la Peña, uno de los grandes escultores de su época (la época cumbre de la escultura románica). La escultura románica sólo es tosca y poco elaborada en apariencia y encierra un complejo simbolismo y unos cánones muy definidos, que es lo que buscaba el artista ante todo. Os recomiendo un par de libros al respecto, el clásico libro “La Escultura Románica. Investigaciones sobre la historia de las formas” de Henri Focillon (AKAL, 2005) y “El lenguaje de las imágenes románicas” de María Angeles Curros (Encuentro Ediciones, 1991).

Capitel en piedra roja del Maestro de San Juan de la Peña con sus característicos ojos


Pero las piedras del monasterio y su entorno guardan otras tres joyas, en este caso tres reliquias de nuestra flora que podremos observar a placer. La primera de ellas crece en las mismas paredes del monasterio viejo, se trata de Petrocoptis hispanica, endemismo del prepirineo occidental descrito para la ciencia con ejemplares recolectados precisamente aquí en 1850 por el ilustre Willkomm. La segunda especie, la más llamativa y abundante, es la bellísima Corona de rey (Saxifraga longifolia), especie relicta del Terciario que ha sobrevivido en los Pirineos (y puntualmente otras montañas adyacentes) y en el Atlas marroquí. La tercera especie es la Oreja de oso (Ramonda myconi), miembro de una familia tropical casi desaparecida de Europa con las últimas glaciaciones y de la que sólo nos restan esta especie exclusiva del Pirineo y entorno y otras 5 ó 6 parientes en las montañas balcánicas. Su parecido con las famosas violetas de Kenya no es casual.


Petrocoptis hispanica

Saxifraga longifolia

Ramonda myconi

Si este extenso menú no es suficiente para alguien, bastará que observe un rato al cielo para descubrir al Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), que escudriñe los cortados rocosos en invierno, donde encontrará al buscadísimo Treparriscos (Tichodroma muraria) o que se de un paseo por el pinar situado junto al aparcamiento, donde con suerte se encontrará con el impresionante Pito negro (Dryocopus martius). Si ni con esto reacciona, lo más conveniente será pasar a la autopsia.

jueves, 21 de octubre de 2010

LA VIDA EN LAS GLERAS: Crepis pygmaea



Gleras finas bajo los Horcados Rojos (Picos de Europa, 2200 m)

Las gleras, esas laderas de piedra suelta tan típicas de las zonas montañosas, son uno de los medios más inhóspitos para la vida vegetal. Cuando el tamaño de la piedra es mediano o grande atrapan partículas más finas y terminan estabilizándose permitiendo que aparezcan algunas especies pioneras que podríamos llamar “convencionales” como senecios, doronicos, cardos, etc. Pero cuando las piedras son de pequeño tamaño las gleras son tremendamente móviles y en ellas falta de todo: alimento, agua, posibilidad de anclaje, etc. Aquí no valen plantas convencionales, frente a estas auténticas olas de piedra hacen falta plantas “surferas”, capaces de mantenerse siempre en la cresta de esa ola. Estas especies lo tienen claro, no se puede luchar contra la gravedad, así que hay que saber aprovecharse de ella. En un medio tan cambiante donde en unos segundos (basta la pisada de un montañero o una cabra montés) se produce un deslizamiento que entierra o arranca toda la parte aérea de la planta lo mejor es no construirse un palacio (del tipo plantas frondosas y exhuberantes de otros medios) sino vivir de alquiler y con las maletas preparadas.


Crepis pygmaea La Vueltona, Picos de Europa 2100 m

Crepis pygmaea lo sabe bien y lo hace a la perfección. Habita casi toda la alta montaña caliza peninsular y siempre en gleras móviles, únicamente sus flores amarillas, que parecen nacer de la roca, llamarán nuestra atención (sus bellas hojas casi siempre cubiertas de polvo son muy miméticas). Para ella la cosa es sencilla: desarrolla una extensa red subterránea y profunda de raíces y tejidos de crecimiento (asentada donde el terreno ya es estable) y desde allí emite muchos tallos largos y finos que se van colando entre la roca suelta hasta encontrar un hueco por el que salir al exterior. Una vez allí saca por esa ventana todas las hojas y flores que quepan por el hueco, esto repetido muchas veces crea una agrupación dispersa de “balcones floridos” muy característicos de este tipo de plantas de gleras. Si hay un deslizamiento alguna de esas ventanas se tapará, aunque siempre quedará alguna intacta, en otros casos los tallos serán cortados y arrastrados ladera abajo, algo que lejos de preocupar beneficia a Crepis, de este modo le es posible dispersarse, ya que ese tallo cortado, en definitiva un esqueje, conseguirá con suerte desarrollar una nueva planta que comenzará a tejer su propia red subterránea.

martes, 19 de octubre de 2010

LA CUEVA DEL CASTAÑAR


Declarada Monumento Natural en 1997, esta pequeña cueva situada en Castañar de Ibor (Cáceres) presenta un conjunto de espeleotemas de aragonito y calcita único en España. La imagen muestra la famosa sala de El Jardín con sus coladas, banderas, columnas, excéntricas, macarrones, estalactitas y estalagmitas.


Los blancos y marfiles de las formaciones de aragonito y calcita contrastan poderosamente con los grises oscuros de las pizarras y las arcillas rojizas del substrato en el que se encuentra la cavidad (materiales Precámbricos según leo).

domingo, 17 de octubre de 2010

EL ROBLE DE PRADO SANCHO. Cabezuela del Valle, Cáceres (Spain).


El tamaño de la persona que hay bajo su copa nos da una idea del tamaño de este roble

La Tras la Sierra es una de las dos sierras que se desgajan de Gredos para formar el Valle del Jerte (la otra es Tormantos). El puerto de Honduras permite cruzar por ella del Valle de Jerte al Valle del Ambroz y aunque el recorrido sigue siendo de gran belleza, lo que hoy vemos no es ni un pálido reflejo de lo que allí debió haber hace 100 ó 200 años. El Rebollo (Quercus pyrenaica) debió formar aquí uno de los bosques de roble más impresionantes de España, los vestigios que aún nos quedan ponen los pelos de punta con sólo imaginar los miles de robles centenarios que se han perdido (por no hablar de otras especies relictas). La sobrexplotación ganadera, que no respeta los periodos de reposo de la ganadería tradicional, los cambios de cultivo, los incendios y las talas abusivas ha conducido a esto. Posiblemente, las grandes talas de finales del siglo XIX y mediados del XX, dirigidas por la administración ante la necesidad de madera para la cercana línea de ferrocarril que unía Extremadura con Asturias (hoy abandonada), desencadenó este proceso. Si la responsable de mantener estos montes era capaz de una tala indiscriminada de miles de robles centenarios, algunos con portes colosales capaces de dar hasta 22 traviesas de ferrocarril, que no harían los ganaderos que arrendaban los pastos. De aquel bosque, allí donde ahora no hay cerezos, sólo quedan miles de tocones aún sin pudrir y robles centenarios maltratados por el hacha desperdigados por aquí y por allá a lo largo de varios términos municipales. Un bosque fantasma sin regeneración, que ve como con cada nueva tormenta se van cayendo uno tras otro los pocos robles viejos que aún quedan. Es cierto que en los últimos años se han realizado reforestaciones en la zona, pero el poco/nulo respeto con el que se han efectuado no induce al optimismo.
 
La perfección de la tracería de la copa es patente en la imagen

Uno de esos supervivientes es el Roble de Prado Sancho, situado en un pequeño enclavado particular de difícil acceso junto al Arroyo de La Lobera (Cabezuela del Valle, Cáceres), eso le salvó. Pocos árboles tan bellos como este magnífico ejemplar de Roble rebollo, que de no ser por el Roble del Romanejo sería indiscutiblemente el más destacado ejemplar de Extremadura para su especie. Como el Romanejo también fue podado en su juventud y el hacha no volvió a tocarle durante siglos, permitiendo que se creara una copa globosa natural y armoniosa. El tronco tiene un perímetro de casi 5 metros a la altura del pecho y se eleva hasta los 4,5 metros donde arrancan dos gruesos cimales horizontales y dos verticales que se ramifican de manera muy intrincada cerrando todos los huecos y alcanza más de 30 metros de diámetro, culminando con ramas que se aproximan al suelo.


Vista general del roble y el prado

Su situación en una hondonada le ha protegido de los vientos y los rayos, y las regaderas del prado le han aportado un suministro abundante y permanente de agua. Sin embargo, su biomecánica preocupa. Su trono está hueco, algo normal en un árbol varias veces centenario, y presenta una alarmante grieta que nos indica que el árbol está sufriendo esfuerzos que no es capaz de transmitir correctamente al suelo (la inclinación con la que crece el tronco es sospechosa en este sentido), lo que puede dar lugar a un desgaje muy severo. Sería una pena en el próximo temporal hubiese que incluir a este ejemplar en el parte de bajas.

jueves, 14 de octubre de 2010

EL ALHELÍ DEL TEIDE: Erysimum scoparium


Alhelí del Teide. Cañadas del Teide, 2500 m

El Alhelí del Teide (Erysimum scoparium) es una planta que me cautivó desde el primer momento. La extravagancia de presentar las flores con tres colores debía tener alguna razón. Mi curiosidad fue en aumento cuando conocí que era polinizada casi exclusivamente por una abeja endémica de Canarias, una de las abejas más hermosas que conozco (Anthophora alluadii).

Afortunadamente alguien ya se había preocupado de estudiar el caso, la conclusión de este estudio nos muestra otro típico caso de planta que manipula a su polinizador. El alhelí mantiene las flores púrpuras en las inflorescencias por la sencilla razón de que son mucho más atractivas visualmente para las abejas, que así pueden reconocerlas en la distancia. Las flores púrpuras ya son maduras y han sido visitadas por alguna abeja, por lo que su recompensa de néctar es nula o casi nula. Esto lo aprenden las abejas con rapidez y cuando llegan a una inflorescencia buscan rápidamente las flores blancas que están repletas de néctar. Si el alhelí sólo tuviera flores blancas la abeja polinizaría todas las flores de la inflorescencia y no se movería a otra planta. Esto favorecería la autopolinización, que es algo que no le interesa al alhelí, por eso la abeja se ve obligada a ir de inflorescencia en inflorescencia buscando flores blancas, permitiendo que se produzca así una polinización cruzada entre distintas plantas. Lo que el estudio no determina es que le parece esto a la abeja.

miércoles, 13 de octubre de 2010

UNA NOCHE INOLVIDABLE

Nunca se me olvidará la noche del 16 de julio de 2004 (¡madre mía, cuánto tiempo ha pasado ya!). Esa noche todos los dioses confabularon para darnos una alegría y a fe que lo consiguieron. Como era habitual, tratándose de murciélagos, la noche comenzó antes de la puesta del sol, en un bosque de Hervás (Cáceres), había que instalar unas redes japonesas en un bebedero que sabíamos que era frecuentado por los rarísimos nóctulos grandes (Nyctalus lasiopterus), el murciélago más grande de Europa. La idea era colocar unos transmisores a varios de ellos para localizar su colonia y conocer sus áreas de campeo. En esa fecha en España tan sólo se conocían para esta especie las colonias del Zoo de Jerez y la del Parque de María Luisa de Sevilla, otra colonia situada en un pino de Gredos (Ávila) se había perdido poco tiempo atrás. Esa noche nos acompañaba un equipo de la Estación Biológica de Doñana con Carlos Ibáñez a la cabeza, lo cual ya era suficiente para garantizar una noche provechosa.

Nóctulo grande y Nóctulo menor para comparar
La entrada al bebedero de los murciélagos fue inmejorable, se capturaron más de 10 hembras de Nóctulo gigante y junto a ellos Nóctulo menor, Barbastela y Murciélago montañero. Las manos expertas consiguieron que la colocación de los transmisores fuera rápida y los nóctulos fueron liberados en poco tiempo. Era el momento de dividirse en grupos y comenzar el seguimiento de los ejemplares marcados. Una de las hembras voló inmediatamente a su refugio y allí permaneció el resto de la noche (seguramente como consecuencia de la manipulación), otro transmisor se cayó y se localizó posteriormente junto a un árbol refugio y los otros dos se alejaron de la zona de captura. Una de estas hembras marchó hacia la zona de Granadilla y se mantuvo unas horas volando sobre la zona del embalse de Gabriel y Galán y los pinares de Granadilla. La otra se situó en la zona del puerto de Béjar y allí permaneció volando durante unas horas.

Hembra de Nóctulo grande equipada con anilla y transmisor
De madrugada, cuando la actividad de los nóctulos decaía decidimos tomarnos un descanso para ir a comer algo y ver las grabaciones que unas cámaras infrarrojas habían realizado a la salida de unos refugios, entonces me sonó el teléfono móvil. Era Julio Gisbert, que en ese momento andaba con su equipo por la zona intentando detectar la presencia de Desmán ibérico (Galemys pyrenaicus) en el Sistema Central cacereño. “Alberto tenemos uno, ¿puedes venir?”, creo que sólo pude decir sí, se lo comenté a mis compañeros y como ninguno de ellos había visto nunca a esta especie decidimos aprovechar la oportunidad para acercarnos a la zona del Desmán.

Detalle del joven macho de Desmán ibérico


Otra imagen del mismo ejemplar
Durante el recorrido de los pocos kilómetros de pista que nos separaban del Desmán se nos cruzaron unas garduñas y una familia de tejones que corrieron delante del coche unos 100 m. Cuando llegamos al arroyo donde se capturó al Desmán estaban a punto de liberarlo, era un macho grandote y sólo lo pudimos ver unos segundos antes de que volviera a su arroyo. Fueron unos segundos, pero para todos nosotros suficientes. Cuando ya volvíamos al coche uno de los compañeros de Julio gritó “¡Otro!” y apareció entre gritos por los mordiscos con un nuevo ejemplar de Desmán que tras medirlo, pesarlo y sexarlo (otro macho, este pequeñito y joven) colocaron en un pequeño cubo con agua y larvas de tricópteros, que devoraba sin inmutarse ante nuestra presencia. Pudimos observarle durante unos pocos minutos mientras se alimentaba y no pude evitar tirar unas fotos con una pequeña cámara prestada (la mía con los nervios se me cayó al arroyo nada más bajarme del coche, aunque una vez seca volvió a funcionar). Durante largas jornadas había acompañado al equipo de Julio Gisbert sin suerte y esa noche, en apenas unos minutos había visto dos desmanes. Era hora de regresar con los nóctulos, a los que pudimos seguir de regreso a sus refugios antes de irnos a dormir. En días posteriores de seguimiento a pie por el bosque Godfried Schreur y Manuel Iglesias conseguirían localizar cerca de 20 árboles ocupados por nóctulos gigantes y estimar una población mínima de unas 50 hembras reproductoras. Se localizaba así la tercera colonia española de esta especie.

sábado, 9 de octubre de 2010

JUGAR CON DOS BARAJAS: Primula farinosa

Primula farinosa del Col du Portalet (1600 m)

Primula farinosa es tan pequeñita y tan delicada que parece mentira que tras esa apariencia se oculte un ser casi maquiavélico capaz de lograr sus fines en cualquier situación, algo que sabemos gracias a unos suecos que decidieron dedicar parte de su tiempo al estudio de esta bella planta.
Para una plantita que crece en los prados alpinos más frescos y jugosos la posibilidad de enfrentarse a una vaca, una oveja o un sarrio es ciertamente elevada. Toca decidir el camino a tomar y Primula farinosa mantiene sus cartas ocultas hasta el final. Se trata de una especie polimórfica, con un tipo con escapos largos y por ellos sus flores se elevan sobre la hierba y otro tipo de flores rastreras que se mantienen dentro del herbazal. Ambos tipos conviven en las mismas poblaciones, es la forma de jugar de esta especie, siempre con dos barajas.
Si no pasa ningún herbívoro por la zona las flores altas atraerán polinizadores suficientes para garantizar la producción de semillas. Aunque esto es muy raro que ocurra, en su medio lo normal es que termine presentándose un herbívoro. Así, aunque el pastoreo acabará con alguna Primula y provocará que las semillas producidas sean más vulnerables a los predadores, eliminará competencia y mejorará las condiciones de asimilación de energía para las supervivientes (más sol y más nutrientes para cada una), con lo que la cosecha de semillas de las supervivientes será muy alta y de calidad. Además, en estas circunstancias entrarán en juego las flores rastreras, que ahora sin la cobertura de la hierba serán más visitadas por los polinizadores, siendo también más productivas. Si el pastoreo es excesivo seguramente desaparezcan todas las plantas altas, pero las plantas bajas serán bien polinizadas y producirán muchas semillas, que además corren menos riesgo de ser predadas.
Sin embargo, debe mantenerse un mínimo equilibrio en el sistema, ya que tanto un sobrepastoreo como la falta total del mismo obligan a una producción de semillas basada en una mayor eficacia en la polinización y esto tiene su coste para la planta, que se traducirá en una menor floración al año siguiente. Por otro lado, sin pastoreo continuo la planta de flores bajas terminaría por desaparecer al no poder reproducirse regularmente y se desmoronaría el sistema al perder este recurso de emergencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

EL OBELISCO


Durante el mes de julio en los Llanos de Cáceres se superan los 40 grados centígrados con relativa frecuencia. En uno de esos días de máximo calor y a medio día tomé esta foto que nos muestra a un Sympetrum fonscolombeii, una de nuestras libélulas más abundantes, en la conocida como postura del obelisco. En esos momentos los rayos del sol caían casi verticalmente y colocándose en esta llamativa postura la libélula va a exponer una menor superficie al sol, con lo que evita un sobrecalentamiento excesivo. A mayores temperaturas, mayor grado de inclinación.

La segunda imagen de la misma especie, tomada en los regadíos de las Vegas del Guadiana, muestra otro obelisco de menor inclinación, pero esta vez utilizando una antena de coche como posadero. Este macho debió confundir el capó brillante con una lámina de agua y la antena con una planta, así que allí se instaló a defender su territorio. Este es un comportamiento habitual en muchas especies de odonatos de aguas estancadas. En ocasiones las hembras llegan a realizar sus puestas en los capos de los coches, confundidas también al creerlos charcos de agua. A veces, cuando los vehículos están muy calientes, esto les llega a producir la muerte al quedar pegadas al metal ardiente.

lunes, 4 de octubre de 2010

GENCIANAS, ABEJORROS Y TRAMPOSOS

Genciana de turbera (Gentiana pneumonanthe)

Estaba terminando un paseo por la sierra de Gredos cuando llegué a un cervunal con centenares de Gencianas (Gentiana pneumonanthe) en flor. Me senté a comerme un bocata junto a un grupo de ellas en espera de sus polinizadores. Gentiana pneumonanthe es la típica flor “diseñada” para ser polinizada por abejorros, es azul, en forma de tubo, con puntos nacarados que actúan como señales indicadoras del néctar y su tamaño es el adecuado (además los abejorros son lo suficientemente fuertes como para abrir las flores que se cierran de modo reflejo al más mínimo roce). Y efectivamente, al poco tiempo ya tenía delante de mí obreras de Bombus terrestris y Bombus pascuorum polinizando sistemáticamente esas flores.
Bombus pascuorum subsp. dusmeti  iniciando la apertura de la Genciana junto a unas Eufrasias.
Aunque parezca mentira sacará la cabeza por delante. Con esa sutileza no hay grano de polen que se resista.




Bombus terrestris despegando. ¡Misión cumplida!


Era una visión bucólica, un bello paraje con bellas flores que esperan a bellos y laboriosos insectos para su polinización. Todo parecía encajar perfectamente, la Naturaleza es sabia y sus engranajes encajan a la perfección…pero entonces llegó otro abejorro, como en las buenas películas con aspecto más siniestro, de un color negro con reflejos violetas (Xylocopa violacea), y pese a tener un tamaño similar a Bombus terrestris no hizo el más mínimo intento de entrar en la flor, sino que fue sin la más mínima duda a la parte baja de la misma y le realizó un pequeño orificio perfectamente circular con sus potentes mandíbulas por el que robó su néctar. Esta operación la realizó de manera idéntica y con gran rapidez en varias flores y desapareció tan furtivamente como había llegado. En esta ocasión no sólo no polinizó las flores, sino que sus daños las dejaron inviables. Los engranajes chirriaban, la imagen dejó de ser bucólica…seguí con mi bocadillo ahora más tranquilo por vivir en un mundo imperfecto, pero mucho más interesante.

domingo, 3 de octubre de 2010

UNA DE MURCIÉLAGOS


Al bueno de Caesar Rudolf Boettger (1888-1976), los murciélagos le jugaron una mala pasada y me imagino las malas noches que pasaría desde que en 1962 publicó en una revista científica la descripción de una nueva especie de gasterópodo recolectado en una cueva de Creta en 1955. Con toda una vida dedicada a la malacología, con doce especies y dos géneros de gasterópodos descritos como nuevos para la ciencia, su solvencia profesional era incuestionable. Es más, se trataba de un hombre con un agudo sentido de la observación  como demostró al describir como nueva especie al Lagarto de El Hierro (Gallotia caesaris) en 1914, aún cuando no fue hasta 1997 cuando los avances en estudios genéticos corroboraron la afirmación de Boettger. Amparado por toda su pericia profesional no le tembló el pulso a la hora de describir la nueva especie de caracol (Tenagus sp.) en base a unos individuos juveniles. Más le hubiera valido no ir a trabajar ese día. Los caparazones de esos individuos juveniles de Tenagus resultaron ser unos huesos del oído del Murciélago grande de herradura (concretamente la cóclea o caracol) y la publicación de Boettger se convirtió en un ejemplo del profundo desconocimiento que existía con respecto a los quirópteros hasta hace bien poco.
Impresionante Rhinolophus mehelyi pelirrojo de los Montes de Toledo extremeños


El estudio de los quirópteros no es cómodo y los horarios son lo menos complicado. Hace falta desplazar muchísima tecnología, tanta que un investigador de quirópteros puede llenar perfectamente una furgoneta con los trastos que necesita para una noche de trabajo. Posiblemente por ello son pocos los que se ocupan de su estudio, aunque lo compensan con un tesón casi fanático.

Rhinolophus mehelyi y Rhinolophus euryale descansando juntos en su refugio



He tenido la suerte de pasar largas noches con este tipo de investigadores y guardo gratos recuerdos de ellas. Uno de ellos son las buenas noches pasadas en la Sierra de Gata cacereña siguiendo ejemplares de mi especie favorita, el Murciélago mediano de herradura o Rhinolophus mehelyi, equipados con transmisores. Es algo mágico poder seguir las correrías nocturnas de estos animales, aunque cuando te pilla la Guardia civil circulando con la antena en el techo del coche cuesta un poco explicarse (recuerdo la cara de ese guardia civil que no puede entender que a alguien le pagen por jugar a los cazafantasmas). Una de las colonias estudiada contaba con las dos especies de rinolofos medianos presentes en Extremadura (mehelyi y euryale), ambas muy similares, con gran solape en sus emisiones de ecolocación y con tamaños parecidos (aunque algo mayor el mehelyi). La pregunta era obvia ¿cómo pueden convivir dos especies casi idénticas en la misma zona?, la forma de proceder también. Así, se le colocaron transmisores a varios ejemplares de las dos especies y tras unas pocas noches de seguimiento la cuestión parecía aclararse. Los Rhinolophus euryale, algo más ligeros, abandonaban el refugio y permanecían toda la noche cazando en los robledales de la sierra, llegando a penetrar en zonas de arbolado muy denso. Los Rhinolophus mehelyi abandonaban el refugio y se dirigían sin detenerse a las vegas del Alagón a unos 20 km del refugio. Allí solían escoger alineaciones de chopos o eucaliptos próximos a zonas de praderas donde pasaban la noche cazando utilizando varios árboles como percha. Estas especies lo tienen muy claro, dentro del refugio no son competidores sino que suman su número obteniendo los beneficios del grupo y una vez que abandonan el refugio cada una ocupa su lugar sin interferir entre ellas. Un buen ejemplo.
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