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miércoles, 24 de abril de 2013

JORNADA DE PAJAREO POR LA SIERRA DE BÉJAR.


Estos pechiazules no lo pusieron fácil para retratarlos y cuando no estaban entre el matorral estaban en contraluz.
 
Durante los últimos años sólo subía a la sierra en busca de plantas y, desde que nació la niña he estado dos años sin subir, así que ya tenía ganas de dedicar una jornada al Pechiazul, uno de mis pájaros favoritos. Para ello me he acercado a la Sierra de Béjar que, aunque tiene poblaciones de Pechiazul más pequeñas que las de Gredos, me pilla más cerca de casa.
 
Este apareció corriendo junto a mis pies, puso a prueba mis reflejos y perdí.
 
¿Banderas de plegarias tibetanas? Estos roqueros rojos pensaron que este era un buen límite para su territorio.
 
El día estaba engañosamente frío, con sol brillante en un cielo azul y un vientecillo que si bien al principio no desagradaba al rato te helaba. La primera parada fue para buscar Bisbita alpino y Alondra. Sólo pude ver un macho de la primera, aunque muy cerquita, y la segunda se encontraba en pleno celo con todos los machos cantando como locos en el cielo. También estaban muy activos con sus impresionantes vuelos de celo los escasos escribanos montesinos que hay a esta altitud (1800-2000 m), las currucas zarceras, los acentores comunes e incluso las tarabillas comunes. En esta primera zona no encontré pechiazules y no intenté buscar acentores alpinos, que en esta sierra son muy escasos y sólo se encuentran en las zonas más altas, donde los neveros que utilizan para alimentarse resisten hasta el mes de agosto. También escuché el canto de un solitario Escribano hortelano (seguro que en unos días habrá muchos más cantantes en el coro).

Acostumbrado al paso de collalbas grises norteñas, más grandotas y rojizas, esta Collalba gris ibérica me parece bellísima.


La segunda parada era para dos de las joyas de la avifauna europea: el Pechiazul y el Roquero rojo. El primero aún parece escaso y sólo vi tres individuos en dos zonas distintas, que apenas se asomaban a lo alto de los piornos, permaneciendo todo el rato ratoneando en la base de los matorrales (uno me salió casi de los pies). Sin cantar y en tan bajo número debe ser que este año vienen algo retrasados. Los que estaban en su salsa eran los roqueros rojos, de los que pude ver hasta tres parejas e incluso disfruté de las escaramuzas de dos machos en sus límites territoriales. En esta zona también había Bisbita campestre, Alondra, Collalba gris y el omnipresente Acentor común. También oí un cuco por la zona, que andará tras los nidos de Acentor común.

Roquero rojo, una extraña combinación de timidez y curiosidad.

Si bien el número de especies observadas es muy bajo, su interés compensa con creces la excursión. En un momento, además, en que la sierra está bellísima y se puede pasear entre neveros y por cervunales repletos con tres especies de narcisos (N. bulbocodium, N. rupicola y N.pseudonarcissus) y Crocus carpetanus.

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