Siempre he pensado que los que tenemos el enorme privilegio
de pasar el mes de agosto en Extremadura deberíamos hacer como el Topillo de
Cabrera: cavar un buen hoyo y enterrarnos hasta el otoño. Pero uno, que a estas
alturas del verano tiene ya la pellica bien renegría, no se va a echar atrás
por 35 °C de nada (eso es casi para salir con una rebequina).
A poco más de 1000 m en la sierra de Guadalupe, en un lugar
clásico por las herborizaciones de Caballero, se encuentra un pequeño matón de
robles rebollos rodeado y acosado por los castañares fruteros. Allí sobrevive Rhaponticum exaltatum, exquisito y
escaso endemismo ibérico, que en estas fechas reparte sus semillas.
Su futuro está ligado al de este pequeño bosquete, que ya se
ha salvado en una ocasión de la transformación. Esperemos que al próximo
intento, que seguro que lo habrá, tenga la misma suerte.
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