Casi 10 m de perímetro de tronco y ese imponente aspecto que sólo alcanzan los robles. Yo me quedo con esta imagen. |
Si uno quiere conocer una buena
clasificación aplicable a árboles monumentales hará bien en olvidarse de
decretos y boletines oficiales, ya que la Administración nunca ha sabido
entender lo que se traía entre manos con estos ejemplares. Yo recomiendo la
consulta del libro “Árboles excepcionales del mundo” de Thomas Pakenham, sé que
a algunos expertos en este tipo de árboles no les resulta un libro reseñable,
ellos se lo pierden.
Pakenham, después de haber recorrido
todo el mundo fotografiando árboles, los clasifica en:
·
Gigantes: dioses, diosas, osos.
·
Enanos: por miedo a los hombres pequeños,
esclavizados.
·
Matusalenes: vivos y muertos, santuarios.
·
Sueños: prisioneros, exóticos, amantes y
bailarinas, serpientes y trepadoras, espectros.
Siguiendo a Pakenham, un árbol
oso sería un ejemplar de formas monstruosas y dimensiones espectaculares, algo
así como uno de los Ents de Tolkien.
Incluso podríamos llegar más lejos en casos especiales de árboles osos,
tendríamos los trolls “tan feos como
brutales”. Pues bien, me vais a perdonar, en especial aquellos que lo
consideren ofensivo, pero precisamente en un oso virando alarmantemente a troll es en lo que pienso cuando veo una
imagen del Roblón de Estalaya.
La base quemada, los complejos mínimos sobre los muñones, etc. Del dios al troll. |
Hay infinitas listas de árboles monumentales
de España y casi tantos libros sobre ellos, unos ejemplares entran y otros
salen según los autores, el Abuelo de Estalaya es uno de esos ejemplares que
debe estar en cualquier recopilación seria. No en vano se trata del mayor
ejemplar de Roble albar o Carballo fresnal (Quercus
petraea) de nuestro país.
La edad de este ejemplar supera los 500 años, pero no creo que llegue
a los más de 900 que se le atribuyen en algunas fuentes. Debe haber tenido una
vida gloriosa hasta hace unos 100 años. En un paraje idílico, viendo como hayas
y robles se disputan el monte, seguro que más de un oso ha pasado bajo su copa.
Pero todo lo bueno termina y el aspecto que muestra actualmente el árbol es el
fruto de una sucesión de daños provocados por el hombre en forma de podas
salvajes que convirtieron a este árbol, que debió ser majestuoso, en un
gigantesco tocón en parte quemado por algún bárbaro. Se cuenta que hace 50 años
se libró de una tala de más de 1.000 robles, pero parece ser que tan sólo fue
respetado porque su apeo daba más trabajo que beneficio.
Ahora hay un camino magnífico que
facilita su visita y una sencilla pasarela de madera alrededor del árbol, que
evita daños al sistema radicular de este anciano por parte de sus numerosas
visitas. Sólo faltaría que buena parte de los visitantes dejaran de saltar la
pasarela para seguir subiéndose al tronco para llevarse una foto recuerdo, del
tipo “cazador con su trofeo”.
He tenido la suerte de verlo este verano y es realmente espectacular, pese a todos los daños que ha sufrido. Y el camino hasta él realmente idílico como bien dices, con la fortuna además de no encontrarnos a ningún otro ser humano
ResponderEliminarSiempre me han llamado la atención estos árboles centenarios y tendré en cuenta tu recomendación sobre Pakenham, no es que yo entienda mucho, pero me parece muy acertada su curiosa clasificación. Es muy interesante todo lo que nos cuentas!
ResponderEliminarUn abrazo.
Aunque me conmueven todos, siento especial debilidad por el tipo oso... La belleza se lleva por dentro. Besos.
ResponderEliminarLa manía de podar los árboles forestales sin ninguna necesidad, como si fueran manzanos o perales, ha destrozado miles de árboles monumentales. Este roblón sin podar y sin quemar sería mucho más espectacular y podría vivir otros 500 años. A pesar de todo es un ejemplar imponente y verlo en directo debe dar un subidón de adrenalina. ¡Qué ganas tengo de cogerme una semanita de vacaciones para recorrer los maravillosos bosques de Extremadura! Un abrazo Alberto desde Mallorca.
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