Los Narcissus cantabricus llegan a crear aquí extensos prados de flores blancas sobre la piedra. |
Durante unos años viví en Mérida
(Badajoz) y desde mi casa veía cada día esas pequeñas sierritas cuarcíticas
situadas al otro lado del Guadiana. Parecían poca cosa, tan escasas de altura,
tan rodeadas de cultivos y pueblos. Con el tiempo no me quedó más remedio que
asomarme a ellas si quería salir al campo sin tener que pasar mucho tiempo en
el coche. El flechazo fue inmediato.
Parecía como si la gente hubiera
olvidado estas sierras pedregosas e incultivables. Aunque esto no fue así
siempre, ya que están llenas de abrigos con pinturas rupestres que nos hablan
de una presencia antigua de las personas en estos territorios. Las cabras
también tuvieron su protagonismo hasta no hace mucho y allí donde la sierra
alcanza mayor entidad, como sucede en Hornachos, aún quedan restos de majadas
de cabreros.
En inviernos extremadamente secos como el pasado, bastante tienen con sobrevivir Erodium mouretii y Jasione crispa subsp. mariana. |
La elevada pendiente, el denso
matorral y la presencia casi permanente de las rocas, ya sean pedrizas o
canchales, no las hace muy apetecibles para el caminante. Su poca extensión, en
la mayoría de los casos, impide que se mantengan allí poblaciones numerosas de
reses cinegéticas y sus laderas tampoco acogen extensos alcornocales. Si unimos
esto a la riqueza de los terrenos agrícolas que las rodean, las Vegas del
Guadiana y la Tierra de Barros, podemos entender que hayan sido terrenos marginales
durante largos años. Qué sentido tiene penar en la sierra si el llano es tan
fértil.
Nos encontramos así con algunas
de las laderas de monte mediterráneo mejor conservadas de Extremadura. Zonas
donde es posible disfrutar de ejemplares de Coscoja de porte arbóreo, o donde
no es difícil contabilizar más de 20 especies leñosas distintas por hectárea,
por poner un par de ejemplos. Todo esto está muy bien, aunque para un sibarita
de los yerbajos como soy yo esto no era suficiente.
Pero bastó con subir a algunos de
esos paredones cuarcíticos que coronan estas sierras para que mi opinión
cambiara radicalmente y lo hizo de tal modo, que hoy creo que después del
Sistema Central y las loreras de Villuercas, esto es lo mejor que tenemos en
Extremadura en cuanto a flora y que me perdonen los calerizos.
Vista de cerca esta flor de Scrophularia oxyrrhyncha tiene un aspecto casi animal. |
Allí me encontré con una
comunidad aparentemente discreta y nitrófila de plantas rupícolas y de pie de
cantil de no más de 20 especies, entre las que se encuentran algunos endemismos
de gran belleza, que sólo se pueden ver juntos en estas sierras. El primero de
ellos es el Erodium mouretii, descrito
con ejemplares de unas pocas localidades de Marruecos, fuera de allí sólo está presente en estas sierras, con otras tres
pequeñas poblaciones en la Sierra de San Pedro (dos de ellas en Cáceres) y una aislada
en Huelva. El segundo es Scrophularia
oxyrrhyncha, endémica de estas sierras cuarcíticas, incluyendo las sierras
periféricas de la Serena (por el sur y el noreste) y su prolongación por
tierras de Córdoba y Ciudad Real (creo que hay incluso una localidad en Jaén).
El tercero es el más extendido y abundante, se trata de la Jasione crispa subsp. mariana,
un endemismo de Sierra Morena y las sierras cuarcíticas extremeñas.
Aspecto de uno de estos jardines colgantes , durante un invierno normal, justo al inicio de la floración. |
Esto puede parecer poca cosa, una
nueva exageración mía, ¡yerbajos nitrófilos!, justo lo menos glamuroso de la
flora. Pero cuando a finales del invierno se combinan sus floraciones, el
resultado es impresionante, con las paredes llenas de flores: azules de la Jasione y el Jacinto (Hyacinthoides hispanica), rojas de la Scrophularia, rosas de la Dedalera (Digitalis thapsi), blancas de Narcissus cantabricus y de Sedum hirsutum y amarillas de Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis (el antes llamado Narcissus perez-chiscanoi) y Narcissus triandrus subsp. pallidulus. La base de los cantiles y
las fisuras terrosas se tapiza de un exuberante verde de Candilillo (Arisarum simorrhinum), Mercurial (Mercurialis annua) y Acedera (Rumex induratus). Son muy abundantes también
los helechos, entre los que destaca Polypodium
cambricum, que forma grandes cascadas por las zonas rezumantes. Incluso las
gramíneas se suman a la fiesta con los llamativos penachos pajizos de la Lamarckia aurea. Sin olvidar, por
supuesto, al Erodium mouretii con sus
flores blancas de nervios violeta.
En años buenos de agua parece
increíble que un medio tan inhóspito como una pared de cuarcita pueda acoger
semejante volumen vegetal, que inevitablemente me hace recordar a los
megaforbios de montaña. El secreto está en una combinación de orientación,
precipitación, niebla y aportes de materia orgánica que se da sólo en
determinados lugares, aquellos donde se forman estos pequeños oasis en la roca
o, más bien, jardines colgantes. Pero en años malos, como el actual, sus
plantas se mueren de sed.
Saludos Alberto. Aquí de nuevo leyendo la flora que por aquí no aparece, más que en peñascos de gran altura y no todas las que nombras. Son también comunes las jasiones en las paredes de las viñas de la parte más mediterránea de este pequeño país, y, las scrophularias como la nodosa y la que lleva el mimo nombre que el género. Bien documentado, Alberto, siempre me es grato leer sobre las especies que no aparecen en esta húmeda zona. Gracias.
ResponderEliminarun abrazo.
Hola Alberto,soy José Antonio (flora de merida ). Interesante artículo, siempre nos enseñas esos pequeños detalles que a otros escapa.
ResponderEliminarTengo alguna duda que contarte: la acedera la he encontrado en las paredes rocosas de la sierra de arroyo san servan, pero he consultado y me aparece como Rumex acetosella.
Estos tiempos atras, vi una planta que consultando mis guias me la describia como Narcissus papyraceus. Tienes alguna referencia de su presencia en Mérida? Estaba con la flor pasada y en un camino rodeado de cultivos,en un pedregal. Gracias
Hola José Antonio, ya ves que no se me olvida tu tierra. La acedera típica de los roquedos es la Rumex induratus, la otra acedera que citas es más común en pastizales, aunque puede verse en algunas fisuras terrosas amplias o repisas. Seguramente esté presente en todas estos roquedos, pero la induratus es una de las especies que define este hábitat.
ResponderEliminarEl narciso que citas yo lo he fotografiado cerca del cordel que creo que marca el límite entre los términos de Mérida y Mirandilla.
Un saludo.
Cada dia me sorprendes mas, felicidades compañero.
ResponderEliminarbonitas fotografías.
ResponderEliminarun saludo