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domingo, 6 de marzo de 2011

DE PASEO POR LA SIERRA DE VILLANUEVA. Villanueva de la Vera, Cáceres (Spain).


Garganta de La Hoz

Una buena porción de la sierra de Gredos cacereña está dentro del término municipal de Villanueva de la Vera, no es la de mayor altitud pero tiene algunos enclaves de gran valor como la zona de Casquero de Peones, donde la orientación es norte (algo único en la sierra verata), la siempre venteada Loma de la Batalla o la Garganta de Mal Entradero, pero resulta llamativo que la mayor parte de su sierra esté dentro de grandes fincas privadas. La conocida como “desamortización civil” de Madoz, que pese a su mayor importancia es mucho menos famosa que la de Mendizábal , afectó en buena parte a los terrenos comunes de los pueblos. El gobierno necesitaba dinero y lo sacó de debajo de las piedras. En Extremadura esta desamortización trajo consigo un aumento de los latifundios y un aumento de la emigración, al verse privada la gente de los pueblos de recursos básicos como los pastos y la leña. En el caso de Villanueva la cosa pudo llegar a ser incluso peor de no ser por mi paisano D. José García Mora, el Cura Mora (Plasencia, 1829-1910), quien pudo pararle los pies al señor Godínez de Paz, diputado al que se le había adjudicado la parte de la sierra propiedad del municipio. Este buen hombre, no contento con las miles de hectáreas conseguidas a buen precio, intentó durante el amojonamiento en 1870 regalarse unos centenares de hectáreas más. El Cura Mora, un auténtico personaje de armas tomar, al que no le temblaba el pulso ni al criticar ferozmente a la jerarquía de la Iglesia, empezando por su propio obispo, no tuvo rival. Cuantos diputados más no verían a un cura mora frenar sus rapiñas.
Hoy visto en perspectiva, parece claro que esta dramática medida favoreció en muchos casos la conservación de los terrenos afectados, si el fin de esta desamortización era acabar con las llamadas “tierras muertas” lo que consiguió fue justamente lo contrario. Pero por otro lado, también tendremos que reconocer que hemos perdido la capacidad de disfrute de enormes extensiones de terrenos públicos, que hoy podrían ser espacios protegidos. En la comarca de La Vera tenemos ejemplos de terrenos comunes y terrenos privados en la sierra, que cada uno saque sus conclusiones. Yo reconozco que no lo tengo claro.

Aprisco para cabras

Y en esto pensaba al contemplar el maravilloso encinar de tipo carpetano que arranca a partir de los 1000 m cerca de la cabecera de la Garganta de La Hoz (no confundir con su homónima del Losar). En Extremadura no hay nada parecido, sólo en Las Hurdes quedan encinares tan bien conservados, pero allí se trata de otro tipo de bosque, más húmedo y de menor altitud. Este encinar serrano es un ejemplo de libro de una inversión de vegetación motivada por un sustrato raquítico. Los rebollos deberían ocupar esa ladera y las encinas deberían estar en las llanuras, pero con tan poco suelo el roble es menos competitivo que la encina. Los enebros, que en otras zonas más bajas de La Vera son los dominadores, aquí son sólo meros acompañantes. Estando en manos privadas este encinar ha sufrido algún zarpazo buscando leña, qué no habría sucedido siendo comunal y me atengo al dicho que he escuchado varias veces de la gente mayor del campo: “lo que es del común es del ningún”.

El Chorro de la Ventera. Arriba a la derecha la chaparrilla del susto.

Tras este manjar, mi guía decidió darme una sorpresa y me condujo hasta otro pequeño encinar, por el que descendimos. De pronto, se detuvo junto a una pequeña encina achaparrada y me preguntó si conocía el Chorro de La Ventera, al contestarle que sí me dijo un poco picado que seguro que nunca lo había visto así y me invitó a traspasar la chaparrilla. Le hice caso y por poco se me sale el corazón por la boca. Tengo miedo a las alturas cuando estas suponen un riesgo evidente de muerte (no lo llamaría vértigo), fruto probablemente de malas experiencias en mi infancia, así que os podéis imaginar lo que sentí al verme de golpe al borde de un cortado de 84 metros, tan liso y vertical que no parecía natural. Salté a la chaparra y me agarré todo lo fuerte que pude. Aunque las rodillas me temblaban, Intenté mantener la compostura cuando me agarré al bastón de mi amable acompañante para alejarme del borde y le dije que me sacara de allí inmediatamente. Un poco sorprendido retrocedió a regañadientes y, una vez alejados del borde del cortado, me dijo que lo que no íbamos a hacer es desandar el camino, ya que estábamos allí bajaríamos por una de las laderas del Chorro. Le dije seriamente que como volviera a darme un susto igual le atizaba un bastonazo. Al final la bajada fue bastante sencilla y nos colocamos cerca de la caída del chorro de agua, donde ya a salvo firmamos la paz. Lo de chorro en lugar de cascada, algo muy común en Extremadura, imagino que será porque el agua resbala por la pared y no se precipita en un salto más que en época de deshielo. En cualquier caso, con más de 80 metros bien podría llamarse Chorrazo de la Ventera, si no fuera nombre tan claramente inapropiado.

2 comentarios:

  1. Hola Alberto, ya que estabas ahí te podías haber acercado al Infierno, ya sabes, Recuencano hacia arriba, en la misma Hoz.
    Yo me quedo con las ganas de ir a la Ventera, pero cualquier dia vamos a que nos echen el alto, que la propiedad no hace amigos.
    Me gustan tus historias se aprende de todo.
    Un saludo.

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  2. Hola, me gustó mucho tu blog.
    Las fotos están muy lindas y interesantes.
    Saludos.
    Sill

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