La colección de robles del Botànic de Valencia un imprescindible para los amantes de los árboles. |
El Medio Ambiente ha sido el gran
perdedor de esta crisis, su conservación se señaló desde el principio como un
freno al desarrollo y la crisis ha permitido hacer una tabula rasa sin apenas quejas. Tanto nos ha afectado esta crisis,
que incluso yo mismo me sorprendí el otro día al defender, en una conversación
informal, que los jardines urbanos no eran una prioridad en estos momentos.
Mientras volvía solo a casa, me vino a la cabeza mi argumento y no fui capaz de
encontrarle justificación. ¿Por qué tenemos que renunciar a vivir mejor?
Pero resulta que los jardines
urbanos, los jardines terapéuticos o los espacios naturales protegidos no son
un capricho de nuevos ricos. Hace unos 3000 años los persas ya creaban jardines
diseñados específicamente para aumentar la calidad de vida de las personas. Es
cierto que durante demasiados siglos, mientras los poderosos disfrutaban de sus
jardines, las sociedades preindustriales se peleaban con la Naturaleza para
sobrevivir. Curiosamente, el desarrollo industrial que destruía nuestro planeta
inocularía el amor hacia la Naturaleza en los humanos, desgraciadamente no en
todos.
Se pueden considerar los trabajos
del Dr. Rush, un estadounidense de principios del XIX, como los pioneros en
describir científicamente los beneficios de los jardines y huertos en las
personas. Actualmente hay una extensísima literatura científica que avala estos
beneficios, que van desde la reducción de la sensación de dolor y estrés a una mejora
de la atención, memoria, interacción social, autoestima, etc. Todo ello
provocando reducción del consumo de fármacos, mejora de la movilidad y una
sensación de autonomía y libertad imprescindibles para una vida digna.
Posiblemente el logro más famoso
de estos jardines fue la recuperación de miles de soldados americanos
destrozados física y psicológicamente durante la I Guerra Mundial, la
carnicería más inhumana de la historia (por mucho que la Segunda Guerra Mundial
la supere en el número de muertos).
Tener todo esto no debe ser
considerado un lujo. Una residencia de la tercera edad debe contar con un
jardín adaptado a las necesidades de las personas mayores, con unas pocas
pautas de diseño sus beneficios son tan grandes, que compensan el pequeño
incremento de gastos de personal que pudieran acarrear. Lo mismo ocurre con los
jardines de nuestros pueblos y ciudades, no son un regalo de nuestros alcaldes
en tiempos de bonanza, son un auténtico lugar donde encontrar el equilibrio
frente a una forma de vida cada vez más separada de la Naturaleza, que está
convirtiendo a los psiquiatras y psicólogos en los nuevos gurús y a nuestros
niños en marcianos.
Y en todo esto pensaba al volver
a casa, esperando para sentarme en el banquito de mi microjardín, para ver como
los verderones bajaban con sus pollos a beber como cada tarde.
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ResponderEliminarEl uso y disfrute de los parques, los jardines y los huertos debería estar recetado por la Seguridad Social. Cada vez que paso por San Francisco, en Badajoz, y veo esos enomes plátanos podados a lo bestia, mientras la gente busca debajo de las sombrillas y toldos de los bares una sombra artificial, justo bajo los árboles que podrían cumplir esa función....Todo un contrasentido.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo. Los árboles dan sombra, aportan humedad, fijan carbono, fomentan la pausa y la conversación. Tan sólo piden que los plantemos y que los cuidemos algo. Pocas inversiones hay tan rentables, aunque quizá sólo el miedo a un futuro incierto lleve a nuestras autoridades a cambiar su punto de vista sobre estos compañeros de viaje que nos hacen la vida posible y amable.
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