Festuca gredensis. Valle del Jerte, Cáceres 1800 m. |
Hoy me apetece hablar de una de nuestras joyas botánicas,
probablemente la más humilde y menos glamurosa, pero para mí una de las más
interesantes por ser la imagen de uno de los hábitats más duros que tenemos en
Extremadura. Tan duro que ya sólo encuentra hueco en los cordales de Gredos y
se va desvaneciendo en las mayores alturas de la Sierra de Gata.
Que te llamen Paja indigesta hay que reconocer que no es algo
que ayude a la popularidad. El insigne explorador botánico suizo Pierre Edmond Boissier,
incansable asignando nombres como muestran los cientos de plantas descritas por
él, debió de quedarse sin palabras cuando en 1838 se topó con esta especie en
Sierra Nevada (Granada). Pese a su refinamiento suizo, seguramente el nombre
popular español de Rompebarrigas debió pesar en su decisión. Así nació la Festuca indigesta.
Hábitat típico de Festuca gredensis. La Vera, Cáceres, 1700 m. |
Lo cierto es que los hábitats de montaña muchas veces se
vuelven invisibles, imposible competir con la grandiosidad del paisaje cuando sólo levantas unos centímetros del suelo. Las tópicas expresiones “mar de
rocas”, “universo pétreo”, “desierto de roca”, “paisaje mineral”, etc.
confirman que esas interesantísimas comunidades botánicas, maravillosamente
adaptadas a las durísimas condiciones de la alta montaña y plagadas de endemismos exclusivos no cuentan para la
mayor parte de los visitantes de estas zonas. Si a unas bellísimas plantas
recubiertas de flores les ocurre esto y son pisoteadas sin contemplaciones, es
fácil imaginar lo que pasa con unos hierbajos bastorros que no tienen narices a
crear un pastizal denso. Heidi ha hecho mucho daño.
Durante años Festuca
indigesta fue la especie característica de los pastos raquíticos silíceos
oromediterráneos de toda la Península Ibérica, hasta que en los años 80 del
siglo XX comenzaron a describirse especies nuevas a partir de ella. Ahora cada
macizo ibérico tiene su Festuca del
grupo indigesta endémica. Al Sistema
Central extremeño le correspondió la Festuca
summilusitana descrita con ejemplares de las sierras portuguesas de Geres, La
Estrela y Marão. Aunque eso no duraría mucho, porque en 2000 se describe Festuca gredensis a partir de Festuca summilusitana, quedando dentro
de esta nueva especie todas las poblaciones cacereñas (de la Fuente
&Ortúñez, 2000).
Cada vez que me cruzo con esta especie, a veces incluso voy
buscándola, no puedo evitar hacerme siempre la misma pregunta cuando la tengo
delante de mí: “¿Cómo se estará en este sitio un día de diciembre a las 6 de la
mañana?” Y es que hay pocos sitios más inhóspitos en la sierra que aquellos
donde esta planta crece, aunque no sean los que mayor altitud alcanzan, suelos
rocosos azotados por el viento que, por ese motivo, en invierno se quedan
muchas veces sin la protectora cubierta de nieve. En primavera las grietas de
las rocas pueden asegurar un suministro de agua mayor que el de su entorno,
pero en verano ese favor se lo cobran con creces convirtiendo estos lugares en
pequeños hornos de piedra. Las comunidades que se forman así son muy ralas y
con muy pocas especies, muchas veces las mismas que encontramos en los prados
de cumbre, otras veces las más duras entre las que habitan los piornales y
cambronales y siempre Festuca gredensis.
Una presentación de esta modesta planta, de lo más atractiva y sustanciosa. Creo que a partir de ahora la miraré con otros ojos. Muchas gracias y un saludo, Alberto.
ResponderEliminarRecuerdo haber ido por los montes pateando este tipo de "hierbajos".
ResponderEliminarDespués de leerte, seré un poco más respetuoso.