Epipactis helleborine. Subida al Puerto de Honduras, Gargantilla (Cáceres). |
A fuerza de ver a los insectos
como pequeñas maquinitas dirigidas férreamente por sus instintos, nos suele
resultar difícil darles al menos un pequeño margen de independencia para poder
elegir. Pero está claro que tienen sus propios gustos y harán bien en
conocerlos todas aquellas especies interesadas en aprovecharse de ellos. Aunque
las plantas hacen todo lo posible por engañar y utilizar a los insectos, estos
son capaces de vengarse mediante robos que acarrean graves daños. Es una
batalla que nunca acabará.
Las prestigiosas y reputadas
orquídeas son, sin embargo, algunas de las plantas más tramposas y canallas de
la Naturaleza. Ya hemos hablado aquí del Zapatito de dama, le toca el turno
ahora a la Falsa verdegambre (Epipactis
helleborine), una planta que representa muy bien las malas artes de parte
de las especies de este grupo.
Se trata de una planta extendida
por toda Europa y Asia, por donde llega hasta Japón. En Norteamérica fue
introducida en 1891 y ahora ocupa buena parte de Canadá y Estados Unidos,
siendo considerada como plaga en algunas zonas. No parecen unas buenas
credenciales, pero estoy seguro que la maldad no anida en su corazón y que todo
debe tener su explicación.
Las Epipactis son orquídeas de bosques templados y umbrosos, zonas en
las que los potenciales insectos polinizadores son escasos. Además, presentan
unas flores pequeñas y poco llamativas (aunque vistas de cerca tienen la
inconfundible belleza de las orquídeas). Su modo de vida no es fácil y
requieren establecer una buena relación con las micorrizas de los árboles
grandes de su entorno próximo, algo que muchas no consiguen. Si consiguen
establecerse se aferran al lugar y son difíciles de erradicar (como bien saben
los jardineros estadounidenses), aguantarán bajo tierra cuando las condiciones ambientales
no sean las adecuadas, para florecer cuando la cosa mejore, no importa que eso
suceda una vez cada 20 años. Ante tanta dificultad muchas especies de Epipactis son capaces de autopolinizarse
para no depender de unos insectos tan poco predecibles en estos medios. Epipactis helleborine está en el grupo
de las que todavía necesitan la ayuda de los insectos para su fecundación. Y lo
consigue sí o sí.
Los investigadores han analizado
el néctar de esta especie y el resultado es sorprendente, llegando a
describirlo como una “bomba narcótica”. Así, entre las múltiples sustancias
identificadas se encuentran 4 atrayentes de insectos, 3 sustancias fuertemente
narcóticas que producen sopor, sedación, narcosis e incluso alucinaciones,
varias sustancias responsables del olor característico de la planta (lo que
sería la única artimaña honesta de la planta) y vanillin un fuerte atrayente de
animales (incluida nuestra especie), que fue aislada por primera vez en la
orquídea Vainilla (Vanilla planifolia).
Por si esto no fuera ya suficiente, el néctar tiene sustancias azucaradas que
reaccionan con los hongos que siempre están presentes sobre la flor, creando
una fermentación etílica que origina alcohol etílico en buenas dosis. El
resultado de esto no es ninguna sorpresa y aparece citado en la literatura
científica como la “abeja borracha”.
Las plantas de Epipactis helleborine son grandes y tienen muchas flores, semejante despliegue químico no pasa desapercibido y cualquiera que pase un rato sentado frente a una de estas plantas se dará cuenta de cómo las organizadas abejas, las precavidas moscas, las marciales hormigas y las inflexibles abejas sociales sacan su lado más oscuro. Es un espectáculo lamentable de hormigas incapaces de andar con sus patas hacia arriba, avispas incapaces de coordinar sus dos pares de alas, abejas durmiendo la mona y escarabajos ahogados en el alcohol. Como estamos en verano el número y diversidad de especies de bichos es asombroso, muchas de ellas por su tamaño ni siquiera son útiles como polinizadores. ¿Por qué esta orquídea organiza semejantes botellones dejando tantos insectos intoxicados? Parece que esta planta no sabe contar y desconoce el efecto de lo que se cocina en su negocio, para ellas será suficiente con que algunas abejas o moscas atontadas e incapaces de volar correctamente recorran toda la inflorescencia pasando de flor en flor o, como máximo, sean capaces de desplazarse entre las plantas próximas de la misma población, asegurando con ello su fecundación. Lo más curioso es que los insectos se comportan como auténticos toxicómanos que buscan repetir la experiencia.
Las plantas de Epipactis helleborine son grandes y tienen muchas flores, semejante despliegue químico no pasa desapercibido y cualquiera que pase un rato sentado frente a una de estas plantas se dará cuenta de cómo las organizadas abejas, las precavidas moscas, las marciales hormigas y las inflexibles abejas sociales sacan su lado más oscuro. Es un espectáculo lamentable de hormigas incapaces de andar con sus patas hacia arriba, avispas incapaces de coordinar sus dos pares de alas, abejas durmiendo la mona y escarabajos ahogados en el alcohol. Como estamos en verano el número y diversidad de especies de bichos es asombroso, muchas de ellas por su tamaño ni siquiera son útiles como polinizadores. ¿Por qué esta orquídea organiza semejantes botellones dejando tantos insectos intoxicados? Parece que esta planta no sabe contar y desconoce el efecto de lo que se cocina en su negocio, para ellas será suficiente con que algunas abejas o moscas atontadas e incapaces de volar correctamente recorran toda la inflorescencia pasando de flor en flor o, como máximo, sean capaces de desplazarse entre las plantas próximas de la misma población, asegurando con ello su fecundación. Lo más curioso es que los insectos se comportan como auténticos toxicómanos que buscan repetir la experiencia.