El mayor logro de los JJOO es
haber convertido un acontecimiento deportivo en una mezcla de pura competición
y ñoñería navideña. El espíritu olímpico, la camaradería, la deportividad, el
esfuerzo, etc. Es como si las monjitas de la madre Teresa de Calcuta decidieran
probar sus habilidades deportivas. Algo que en realidad sólo dura dos semanas
cada cuatro años, pero que es tiempo suficiente para que una persona simple
como yo se enganche a ellos como un bobo y disfrute con disciplinas deportivas cuya
existencia apenas conocía (¿cómo explicar que soportara un partido de ping-pong
entre dos chinos enloquecidos?). Ese es el gran triunfo de los JJOO.
Luego cada país organizador
decide que sus juegos serán los mejores, porque en el fondo ellos saben hacer
las cosas mejor que nadie. En concreto, estos pretendían ser los juegos más
sostenibles.
Por eso estos JJOO me han
deparado una desagradable sorpresa casi al final de la competición, algo que
jamás me habría esperado de los ingleses, conocida la buena mano y buen gusto
que este pueblo tiene para la jardinería (el famoso greenfingers que tanto admiro).
El caso es que estaba
tranquilamente disfrutando de la prueba masculina de bici de montaña, un circuito
con unos obstáculos artificiales de roca primorosos, magníficamente trabajados,
buscando la naturalidad como sólo saben hacer ellos (aunque una gran roca
estaba mal calzada y se movía ligeramente al pasar los ciclistas). Los
ciclistas entran ahora en un tramo con árboles viejos, la pista se empina y
llega una curva muy cerrada con gran desnivel, ¡qué bonito!, cómo lo
solventarán los paisajistas ingleses…
Justo en el punto de mayor
esfuerzo, donde la tracción de las ruedas con tacos es máxima, los
organizadores han decidido que esas ruedas pasen por encima de las raíces de un
viejo árbol muy cerca del cuello, esas mismas raíces superficiales que son las
más importantes para su supervivencia. Me imagino los daños que las ruedas de
unos 50 ciclistas en plena competición pueden hacer tras pasar 7 veces sobre
esas raíces. Seguramente pasarán los JJOO, se desmontará el circuito y todo
permanecerá en orden. Llegará el otoño y ese árbol tirará todas sus hojas. Pero
no me extrañaría nada que la próxima primavera ese viejo árbol se muestre
puntiseco en varios sectores de su copa. Como nadie ya recordará los JJOO más
sostenibles, todo se achacará a la edad de ese árbol: “Vaya parece que el
abuelete está empezando con los achaques”. Es el eterno problema de
comunicación que tienen los árboles, no gritan y sus reacciones son lentas.
Sí, una lástima que los árboles no tengan tu elocuencia... Besos.
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