Macho de Cordulegaster boltonii subsp inmaculifrons. Sierra de Gredos, Cáceres. |
La Libélula tigre (Cordulegaster boltonii) es una de esas
visiones que uno espera encontrar siempre que se acerca a una zona con aguas
corrientes y frescas. No importa que no sea precisamente un bioindicador fiable,
ya que soporta un cierto nivel de contaminación (la he visto tranquilamente en
una zona del río Jerte donde hay vertidos, permanentemente denunciados, de una
industria conservera).
Pocos odonatos hay tan
inquisitivos como esta especie. Los machos mientras vigilan su territorio
vuelan incansablemente arriba y abajo sobre el cauce a unos 30-150 cm de
altura, no dejaran libélula tranquila y serán feroces con otros machos de su
especie. Como las personas entramos dentro de su altura de patrulla, muchas
veces nos vemos sorprendidos por dos ojazos verdes que nos miran a poca
distancia, suspendidos en el aire con un increíble vuelo estacionario.
Parecería que está midiendo nuestras fuerzas, como si pensara en expulsarnos
del territorio. Si le ignoramos seguirá su patrulla, pero cada vez que pase por
el lugar donde nos encontramos repetirá su inspección. Seguramente tras
dejarnos irá pensando ¿quién este cabrito que no se aparta?, ¿acaso no es él el
rey del arroyo?
Hembra de Cordulegaster boltonii subsp. algirica durante la puesta. Las Villuercas, Cáceres. |
Si el macho es así de macarrilla,
la hembra no le va a la zaga. Si tiene que poner sus huevos, los va a poner por
huevos…No importa que un tipo plasta esté refrescando sus pies en el banco de
arena que ella había elegido, se colocará entre sus piernas y comenzará a
clavar sus huevos uno a uno en la arena, sin importarle la cara del agotado
paseante, que observará, sin atreverse a mover un músculo, como ese bicho sube
y baja rápidamente entre sus piernas como un martillo. Mala suerte si decides
hacer una foto a una planta carnívora en una zona de la turbera que ella ha
decidido utilizar para su puesta, se interpondrá continuamente delante de tu
objetivo con su vuelo de puesta, porque ella tiene que poner sus huevos allí
exactamente. Finalmente siempre consiguen que te avergüences de tu torpeza.
Son tan chulos que una vez leí el
caso de un macho que patrullaba siguiendo el curso de un pequeño arroyo que habían
enterrado con tubos y sobre los que habían colocado un pavimento. A él no le
engañaban.
En mi aldea de Orense hay a patadas y cuando éramos pequeños nos entraba un miedo terrible cada vez que veíamos una, y los mayores nos metían un miedo terrible en el cuerpo cuando nos decían que mordían como demonios...
ResponderEliminar(¡¡Y vaya susto te metías cuando pescabas renacuajos y en lugar de ellos cazabas una larva gigante de libélula!!)