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lunes, 24 de enero de 2011

CONVIVIR CON EL FRÍO.



Saxifraga oppositifolia. Bujaruelo/Gavarnie, 2200 m (Spain/France)
 
Siempre que miro las cumbres de las montañas nevadas en invierno pienso en cómo estarán pasándolo las plantas alpinas. Por suerte la preocupación de ellas es bastante menor que la mía, de hecho, convivir con la congelación es el primer filtro que debe pasar una planta para poder considerarse alpina. En nuestras latitudes el mayor peligro para las plantas no es lo más crudo del invierno, sino los períodos de helada en época de desarrollo vegetativo. Por eso, en las impredecibles zonas alpinas tropicales la resistencia al frío en el período de crecimiento es mucho mayor que en las zonas templadas. Tal es el grado de resistencia que llegan a alcanzar algunas de nuestras plantas de montaña que para matarlas de frío tendríamos que llevarlas a otro planeta, así Silene acaulis o Saxifraga oppositifolia, dos clásicos, son capaces de soportar la congelación en nitrógeno líquido (-196 ºC).


Silene acaulis. Col du Portalet, 1800m (France/Spain).

Pero ¿cómo se defienden las plantas alpinas del frío? En realidad la mayor parte de sus estrategias se basan en evitarlo a toda costa, aunque cuentan además con mecanismos fisiológicos de gran utilidad. Lo primero que deben hacer estas plantas es quitarse del medio en invierno y dejar para el buen tiempo eso de creced y multiplicaos. Esto se consigue mediante el endurecimiento que conduce a la dormancia invernal. Durante el invierno, la duración del día regula este estado, impidiendo que una racha de buen tiempo active las plantas lo que supondría su muerte. Al final de la primavera lo regula la temperatura (esto explica las diferentes fechas de floración entre años) y, finalmente, durante el verano, sin riesgo de heladas, la duración del día vuelve a ser lo que dirige el proceso, siendo la resistencia mínima. Al final del ciclo vegetativo, cuando la planta consume menos recursos (los frutos ya han madurado) comienza el endurecimiento siguiendo la bajada de las temperaturas. Buscar sitios protegidos también es una buena estrategia, esto también sirve para los tejidos responsables del crecimiento que se protegen bajo tierra, como lo es hacerse un enano, ya que así se benefician del efecto iglú de la nieve y del exceso de radiaciones que recibe el suelo (en invierno a ras del suelo la temperatura es 3 a 10 ºC más alta que a 1 m de altura).

Cuando huir no es suficiente, pensemos en heladas tardías, estas plantas son capaces de hacerle frente al mal tiempo, por lo pronto conocen los anticongelantes desde hace millones de años, acumulando grandes concentraciones de azúcares en sus tejidos consiguen bajar el punto de congelación, además emplean el llamado supercooling (como los frigoríficos) que retrasa la formación de hielo mediante un diseño de sus tejidos en compartimentos lignificados, que hace que sea físicamente más complicado el inicio del proceso de congelación. Y cuando a pesar de todo se han congelado, y se ha producido la deshidratación celular que ennegrece los tejidos paralizando la fotosíntesis (así mueren las plantas congeladas), muchas de ellas son capaces de la reabsorción del agua intercelular permitiendo la reanudación de la fotosíntesis en 4-5 horas.

A la naturaleza parece que no le gusta que ninguna de sus criaturas le gane la mano, así que estas plantas equipadas al estilo “Al filo de lo imposible” lo pasan realmente mal cuando los veranos son muy cálidos llegando a morir de calor.

1 comentario:

  1. ¡Qué fuerte! Me dejas totalmente helada con el dato del nitrógeno líquido... Ahora que lo pienso, la frase parece una gracia fácil. Pero no, es que realmente me parece increíble.
    Abrazos

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