Lysimachia vulgaris. La Garganta, Cáceres. 1300 m. |
Nos hemos acostumbrado tanto a
hablar de especies invasoras, que olvidamos que nosotros también hemos
dejado nuestros regalitos por el mundo. Cuando uno en su tierra ve a una planta
rara, que se agarra por los pelos para no desaparecer, en lo último que piensa
es que esa misma plantita esté provocando dolores de cabeza al otro lado del
charco.
Lysimachia vulgaris, pariente de las prímulas, es una planta muy rara en Extremadura, crece en bordes de
turberas, prados de siega muy húmedos y enclaves encharcados junto a arroyos y
gargantas. Un tipo de ambientes que cada día se hacen más raros en esta tierra.
Tanto es así, que tan sólo se ha citado en alguna localidad de La Vera y el
Ambroz, existiendo además una rara cita al norte de Monfragüe.
Si su magnífico aspecto de
yerbajo con carácter de poco le sirve ante los rigores extremeños, en Norte
América demuestra todo su potencial y ha trazado un mapa magnífico de la
extensión de las antiguas colonias británicas en la costa este. La afición de
los ingleses por la jardinería explicaría su distribución americana hasta
tiempos recientes, en los que ha pasado también a la costa oeste. Es una planta
resultona para un macizo junto al agua, pero que tiene la fea costumbre de
reproducirse por estolones, que brotan como locos de su rizoma a poco que la
cosa vaya bien. He leído que los jardineros estadounidenses y canadienses han
extraído rizomas de hasta 4 metros de longitud, lo que da un poco de miedo.
Aquí en Extremadura no parece que
se haya utilizado mucho con fines medicinales, aunque su gran poder astringente
ha servido para cortar hemorragias y de ahí le viene su nombre común. También
se ha utilizado para curar heridas y para teñir el pelo. Curar heridas y poner
el pelo rubio eran de seguro dos buenas cualidades para un colono.
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