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domingo, 19 de febrero de 2012

EL PICO VILLUERCAS: EL HEDIONDO, EL CENIZO Y EL CAMBRÓN…Y NO ES UNA DEL OESTE.

Subida al Pico Villuercas desde el Pozo de Nieve de Guadalupe (Cáceres).


Aprovechando estos escasos días de frío que nos ha regalado este extraño invierno me acerqué al Pico Villuercas, a ver si sonaba la flauta y me topaba con algún Treparriscos. Al final sólo estuvieron presentes los consabidos Acentores alpinos. No me importó mucho, ya que la cabra tira al monte y yo, entre acentor y acentor, andaba mirando ya con el rabillo del ojo a los yerbajos de la zona.

Una cumbre minimalista, tan de moda entre los malos jardineros. El vértice geodésico, la garita, un cenizo y hormigón.



El hecho de ser la cota más alta de los Montes de Toledo, con sus 1.601 m, no le ha evitado ser la montaña más machacada que conozco. Su cima, literalmente, ha sido borrada de la faz de la tierra y en su lugar, hoy día, sólo hay ruinas de una antigua base de radares militares, con su carretera, su helipuerto y sus absurdas garitas. Además, algunas antenas de telecomunicaciones han venido a sumarse recientemente al desastre. Tras el abandono por parte de los militares, las instalaciones fueron pasto del vandalismo más cerril, como si con ello se consiguiera algún tipo de venganza frente al antiguo ocupante.

                 Pajonales de montaña con Arrhenatherum elatius y Festuca paniculata.

Hubo un tiempo en que los botánicos se acercaban a esta cumbre en busca de plantas raras de montaña, siendo como era una auténtica isla de altura, e incluso existe alguna cita de plantas gredenses en la zona de principios del siglo XX. Ahora ya resulta imposible saber si aquellas especies realmente estuvieron allí alguna vez o si se trata de algún error con las etiquetas de los pliegos (algo, por otra parte, relativamente frecuente). Nunca sabremos si su desaparición se debió a las obras, al cambio climático o a un correcto etiquetado.



Estas citas, siendo como soy un enamorado de la flora de montaña, siempre atrajeron mi atención y he estado por la zona varias veces. Cierto es que no he encontrado lo que buscaba pero, también es cierto, que uno siempre termina encontrando algo. En este caso se trata del famoso Hediondo, que es una forma rupícola de altura del Arraclán (Frangula alnus), que forma junto con el Cenizo (Adenocarpus argyrophyllus) una comunidad muy característica de los cantiles cuarcíticos de cumbre de Las Villuercas (junto a Jasione crispa subsp.mariana, Dianthus lusitanus, Genista cinerea y Sedum brevifolium, entre otras), enriquecida aquí, gracias a su altitud, con escasos ejemplares de Cambrón (Echinospartum ibericum). Resulta curiosa la observación de estos pequeños hediondos en un ambiente tan poco propicio para esta especie, que encuentra su óptimo en la placidez de las alisedas más húmedas.

Robles rebollos por encima de 1500 m.

Rebollos casi en la cima

Tampoco desmerece la magnífica representación del límite forestal que encontramos conforme vamos subiendo hacia la cumbre. Los rebollos (Quercus pyrenaica) casi alcanzan la cima, o lo que queda de ella, pero lo hacen en forma de matas de no más de 50 cm. Algunas decenas de metros más abajo, por encima de los 1.500 m, encontramos a estos robles convertidos en arbolillos de menos de 2 m con troncos y ramas tortuosos, como auténticos bonsáis. Por debajo de ellos aparece ya un bosque de rebollos de porte casi normal.

Bosquete de encinas en un resalte rocoso sobre el robledal. Al fondo Navezuelas y sus castañares.

 En algunos puntos, como los resaltes rocosos de la vertiente de Navezuelas, la escasez de suelo hace imposible el asentamiento de los robles, apareciendo unos bosques de Encina (Quercus ilex subsp. ballota) a una altitud inusual y por encima del robledal, que recuerdan a los bosquetes invertidos que se forman en similares circunstancias en Gredos, aunque estos villuerquinos son más húmedos y diversos.

Los cenizos no se rinden fácilmente, ni ante el ejército.

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