En ocasiones, mientras paseamos por una zona de cumbre en
primavera, nos sorprenderá la cantidad de mariposas que podemos observar en
esas zonas tan aparentemente poco favorables. Bueno, en realidad nos
sorprenderá la cantidad de insectos (moscas, libélulas, cochinillas, tijeretas,
etc.).
Si, además, resulta que casi todos los individuos que
observamos en la zona son machos, todo esto nos conduce a un comportamiento
relacionado con el emparejamiento. Gracias al hill topping, en realidad una manera de facilitar el encuentro entre
ambos sexos, los machos de mariposas de una zona se concentran en puntos muy
concretos, que destacan sobre el entorno (normalmente una montaña, pero puede
bastar un gran árbol o un arroyo), allí esperarán a que las hembras recién
emergidas se acerquen a esas zonas (parece que tras unos vuelos exploratorios
todas se dirigen invariablemente hacia la mayor elevación del entorno). Las
hembras sólo permanecen en estos puntos el tiempo justo para escoger un macho y
emparejarse, dejando la zona inmediatamente después en busca de zonas adecuadas
para la puesta. Los machos se quedarán allí en busca de su oportunidad, ya que
ni siquiera en estos lugares tienen garantizado el emparejamiento, por lo que
los encuentros agresivos entre ellos son muy frecuentes. Esto supone un gran desgaste
ya que normalmente en estos puntos no tienen alimento a su disposición.
Cuando estamos subiendo a una montaña muchas veces nos
encontramos con algún macho de mariposa a media ladera realmente cascado, con las
alas destrozadas que le hacen muy difícil el vuelo, seguramente en algún momento mantuvo su territorio en lo más
alto y ahora ha sido vencido y expulsado. Si consiguió aparearse habrá merecido
la pena, si no lo logró habrá sido un fracaso total, aquí no hay término medio.