Estaba terminando un paseo por la sierra de Gredos cuando llegué a un cervunal con centenares de Gencianas (Gentiana pneumonanthe) en flor. Me senté a comerme un bocata junto a un grupo de ellas en espera de sus polinizadores. Gentiana pneumonanthe es la típica flor “diseñada” para ser polinizada por abejorros, es azul, en forma de tubo, con puntos nacarados que actúan como señales indicadoras del néctar y su tamaño es el adecuado (además los abejorros son lo suficientemente fuertes como para abrir las flores que se cierran de modo reflejo al más mínimo roce). Y efectivamente, al poco tiempo ya tenía delante de mí obreras de Bombus terrestris y Bombus pascuorum polinizando sistemáticamente esas flores.
Bombus pascuorum subsp. dusmeti iniciando la apertura de la Genciana junto a unas Eufrasias. |
Aunque parezca mentira sacará la cabeza por delante. Con esa sutileza no hay grano de polen que se resista. Bombus terrestris despegando. ¡Misión cumplida! |
Era una visión bucólica, un bello paraje con bellas flores que esperan a bellos y laboriosos insectos para su polinización. Todo parecía encajar perfectamente, la Naturaleza es sabia y sus engranajes encajan a la perfección…pero entonces llegó otro abejorro, como en las buenas películas con aspecto más siniestro, de un color negro con reflejos violetas (Xylocopa violacea), y pese a tener un tamaño similar a Bombus terrestris no hizo el más mínimo intento de entrar en la flor, sino que fue sin la más mínima duda a la parte baja de la misma y le realizó un pequeño orificio perfectamente circular con sus potentes mandíbulas por el que robó su néctar. Esta operación la realizó de manera idéntica y con gran rapidez en varias flores y desapareció tan furtivamente como había llegado. En esta ocasión no sólo no polinizó las flores, sino que sus daños las dejaron inviables. Los engranajes chirriaban, la imagen dejó de ser bucólica…seguí con mi bocadillo ahora más tranquilo por vivir en un mundo imperfecto, pero mucho más interesante.
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