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martes, 13 de junio de 2017

Canto del cisne en los rebollares villuerquinos (Rhaponticum exaltatum y Centaurea toletana).

Rhaponticum exaltatum. Guadalupe (Cáceres), 1000 msnm.

En el mes de junio las flores han desaparecido de los rebollares de Las Villuercas, el pardo comienza a ser el color dominante y nuestros pasos ahora crujen al pisotear la hojarasca reseca. Parece que estos bosques han entregado la cuchara hasta el otoño.

Pero es en junio cuando debemos buscar a dos de las joyas botánicas de estas sierras, una relativamente abundante y otra muy rara. Dos especies que nos recuerdan lo frescos y húmedos que llegaron a ser estos bosques en otro tiempo, por mucho que ahora cada vez se parezcan más a los alcornocales.

Centaurea toletana. Garciaz (Cáceres), 1100 msnm.

En el suelo, de color amarillo, la Centaurea toletana y a la altura del pecho, la escasa Rhaponticum exaltatum, que antes era conocida por el más bonito nombre de Leuzea rhaponticoides. Ambas endemismos ibéricos y ambas cardos, al fin y al cabo.

domingo, 4 de junio de 2017

Los Tejos de Brañarronda.

Arroyo de Brañarronda (Rioscuro), al fondo los tejos a unos 1400 msnm.

Por cómo han disfrutado por Cáceres de esta árida y cálida primavera las retamas (Retama sphaerocarpa), con una floración espectacular como no recordaba, me hago una idea de los cambios que se nos vienen encima. Por suerte, hemos podido disfrutar de una mínima tregua en la montaña leonesa antes del verano. Por mucho que los lacianeses se quejaran también de su primavera cálida y seca, en este caso las comparaciones son odiosas.

Y como no solo de osos vive el hombre, hubo momento para los tejos, que como es bien sabido por este blog son una de mis debilidades. Cuando nos indicaron las dimensiones de los tejos que íbamos a ver una sonrisilla de condescendencia se me escapó, el mismo cuento de siempre pensé.



No sé si nuestro guía se percató de mis dudas, pero quiso zanjar la cuestión cuanto antes y no hubo anestesia, de pronto nos topamos con un conjunto de tejos entre los que había uno de los más grandes que yo haya visto. Debido a lo superficial de sus raíces y a los evidentes rastros de visitantes que no saben comportarse ante árboles venerables, no quisimos pisotear bajo su copa, pero su perímetro de tronco debía superar muy de largo los 6 metros y, además, conservaba su porte natural. La presencia de numerosos tejos juveniles aumentaba, si eso era posible ya, mi satisfacción.

El exceso de pisoteo ya es muy visible junto a este tejo.

Los tejos lógicamente no estaban solos, forman parte de un bosque magnífico dominado en unas partes por Quercus petrea, con algunos ejemplares monumentales y por Fagus sylvatica en otras. Junto a ellos, Betula pubescens subsp celtiberica, Acer pseudoplatanus, Ulmus glabra, Fraxinus excelsior, Tilia platyphyllos, Ilex aquifolium, Sorbus aucuparia, Corylus avellana, Prunus avium, Salix cantabrica y Salix caprea. Con todo este despliegue de arbolado el sotobosque es típicamente nemoral, destacando por su abundancia Omphalodes nitida, Saxifraga spathularis, Paris quadrifolia, Lilium martagon, Helleborus viridis, Luzula sylvatica, Sanicula europea, Galium odoratum, Euphorbia amigdaloides y Saxifraga hirsuta.

Estrella céltica tallada en la roca por un "celta" contemporáneo. Seguro que a él esto le pareció muy guay.


Tras esta inmersión eurosiberiana la vuelta al termomediterráneo sobrecalentado ha exigido algo de adaptación, hay que reconocerlo. Mucha gente ha encontrado últimamente en Trump un argumento perfecto, un chivo expiatorio. Yo no me engañaría, antes de Trump ya teníamos el problema y no lo solucionamos. Desde Río de Janeiro han pasado 25 años y seguimos igual. Trump no es tan poderoso como él supone, como diría Bob Dylan “incluso el presidente de los Estados Unidos, a veces tiene que estar desnudo”.
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