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martes, 24 de julio de 2012

PECES AUTÓCTONOS: LOS MÁS OLVIDADOS.



El otro día decidimos que ya era el momento de que la niña se diera su primer chapuzón fuera de las piscinas. Como aún no tiene dos años no era el caso someterla a la criofilización en las aguas de las gargantas de La Vera, Ambroz o el Valle del Jerte, así que optamos por un río en Las Hurdes, concretamente en un punto donde sabia que las temperaturas en estas fechas suelen superar los 25 ºC. Al final, con un año tan seco había poco agua, faltaban casi 30 cm, lo que en un tramo donde no se superan los 180 cm se nota, el agua estaba algo más fresca (para mí perfecta) y la menor corriente estaba favoreciendo la acumulación de limo en el lecho rocoso.

Ya en el agua, la niña decidió que aquello estaba más frío de lo necesario y se salió a tirar piedras al agua y migas de pan a los peces, la famosa cal y arena. Yo me quedé observando los pececillos que se acercaban al pan: alevines moteados de Barbo común (Barbus bocagei) y lo que parecían calandinos (Squalius alburnoides) de varios tamaños, ambas especies endémicas de la Península Ibérica. Al poco rato se empezaron a descubrir unos pececillos moteados que permanecían casi inmóviles en el fondo, con esa característica cara de pasmao de las colmillejas. Por el diseño de sus motas y por no apreciarse las barbillas pienso que se trata de la Colmilleja del Alagón (Cobitis vettonica) un endemismo de la cuenca del Alagón (río tributario del Tajo).
Cobitis vettonica



Rodeado de endemismos y con el agradable frescor del agua comencé a darle vueltas al destino de estas pobres criaturas. Todavía tenía reciente la noticia de que el Tribunal Supremo, en un auto excepcionalmente rápido, había excluido al Black-bass del Decreto de Especies Invasoras (un decreto que agoniza antes de comenzar a andar). Para estos sabios ictiólogos del Supremo no se puede considerar invasora a esta especie norteamericana en base a que lo dicen ellos. La estrella de las repoblaciones franquistas quedaba indultada para desgracia de nuestras especies endémicas, de las que se alimenta con gran voracidad.

En un país como el nuestro, donde no sobra precisamente, es asombroso el desprecio con el que se trata el agua. O quizás por considerarla sólo un recurso de primera necesidad para nuestra especie es por lo que tratamos a los ríos como meros canales de distribución. Es una de esas paradojas inexplicables, como la de nuestro odio hacia los árboles en un país con graves problemas de desertificación.

Pero lo que ocurre con los peces de nuestros ríos no tiene parangón. De una manera grosera, olvidando especies introducidas hace siglos y otras procedentes del mar que ya no llegan a Extremadura gracias a los embalses, podemos decir que la mitad de nuestras especies son exclusivas de la Península Ibérica (no las hay en ningún otro lugar) y la otra mitad son especies introducidas con fines “deportivos” desde todas las puntas del Planeta. La única condición que debe cumplir cada nueva especie soltada en nuestros ríos es que se comporte como un psicópata depredador y para que esto se consiga tendrán a su disposición toda una colección de peces endémicos para su engorde. La lista en Extremadura ya es extensa: Lucio, Lucioperca, Black-bass, Pez gato negro, Siluro, Percasol, etc. Es un auténtico festival, basta que una especie se ponga de moda en revistas y canales temáticos para que su llegada a nuestras aguas sea inminente. En algunas zonas, como en los embalses, ya casi no quedan otras especies que los depredadores introducidos, que terminan practicando el canibalismo para sobrevivir.

Os imagináis que los cazadores decidieran hacer algo parecido y soltaran tigres, búfalos cafres y osos kodiak. Bueno, no hay que imaginar mucho, aquí ya pasó.

miércoles, 11 de julio de 2012

EL MURCIÉLAGO RATONERO FORESTAL (Myotis bechsteinii).

Foto de carnet de un macho de Myotis bechsteinii verato.


Cuando empecé a interesarme por los murciélagos, hace ya algunos años, había una especie que se podría considerar el Santo Grial de los murcielagueros, la especie más rara y enigmática: el Murciélago ratonero forestal (Myotis bechsteinii).

Cualquier consulta en una guía o manual especializado siempre insistía en que se trataba de una de las especies más raras y escasas de Europa. La información para la Península Ibérica era escasísima con unas pocas citas aisladas, aunque muy repartidas, a lo largo de varias décadas y que para mí eran poco menos que premios gordos de la lotería para aquellos afortunados observadores. Poco se sabía sobre esta especie más allá de la información aportada por un puñado de pequeñas colonias estudiadas en Alemania. Resultaba inimaginable el sólo hecho de poder estudiar una colonia de la especie, parecía algo reservado a los bosques boreales centroeuropeos. Los intentos de aplicar los conocimientos adquiridos en el estudio de aquellos murciélagos alemanes no dieron buenos resultados en los bosques de hoja caduca del norte peninsular, donde a duras penas se capturaron unos pocos ejemplares que hacían impensable su estudio. Parecía que esta especie debía ser un relicto de un clima pasado más atlántico con una población actual mínima a este lado de los Pirineos.



Existían, no obstante, un par de citas que mantenían la esperanza en los murcielagueros extremeños, ambas de individuos aislados hibernando en cavidades subterráneas cerca de la Sierra de San Pedro, una en Portugal, a menos de 10 km de la frontera, y otra en Montánchez (Cáceres). Conociendo el pequeño radio de los desplazamientos de esta especie era previsible la presencia de alguna colonia en la región. Después vendría la avalancha y cada robledal de Extremadura parecía ocupado por esta especie, de una forma tal que bastaba poner una red en un bebedero para encontrarlos. Los investigadores de SECEMU (la sociedad que estudia los murciélagos en España) localizaron y estudiaron colonias en la Sierra de Gata, Sierra de Gredos y Las Villuercas y se encontraron ejemplares dentro de la Sierra de San Pedro y en la Sierra de Tentudía, ya en plena Sierra Morena pacense. Alguna de esas colonias estaba entre las más grandes conocidas y en algunas zonas como en La Vera sus densidades eran de las más altas registradas. En otras partes de Europa sucedió algo parecido.

Aunque ya no es una rareza (sin olvidar que nunca será una especie abundante), esta especie sigue siendo muy interesante por su forma de vida, que curiosamente hace relativamente sencillo su radioseguimiento por su corto radio de acción. He podido acompañar a los investigadores durante sus seguimientos nocturnos de ejemplares equipados con transmisor en la sierra de Gata y La Vera y es una maravilla, casi magia, poder ir detrás de ellas andando, siguiéndolas en sus vuelos de caza o esperándolas mientras descansan en un árbol, para al amanecer poder ver cómo entran en su refugio a pasar el día. Utilizo el femenino porque esta es una sociedad matriarcal donde madres, hijas y abuelas forman las colonias de cría, mientras que los machos viven separados de ellas, por ello la mayoría de los individuos seguidos eran hembras.

Ahora que ya sabemos que nuestros bosques de robles también son ricos en especies, no todo va a ser dehesa, no estaría de más dedicarles un poco más de cariño.

martes, 3 de julio de 2012

EL HAYA (Fagus sylvatica) EN EXTREMADURA.

El haya de Herguijuela de la Sierra, Salamanca.
3,60 m de perímetro de tronco a 1,30 m


Los hayedos son uno de los bosques dominantes de la Europa templada, unos bosques monótonos dominados casi exclusivamente por el Haya (Fagus sylvatica), que allí donde la especie encuentra su óptimo no permite prosperar más que a unas pocas hierbas y helechos. Pese a su actual importancia no dejan de ser unos recién llegados, ya que sólo después de la recuperación climática tras las últimas glaciaciones se produce su expansión.

En la Península Ibérica se ha podido reconstruir bastante bien su expansión gracias al estudio de las turberas, así hace unos 4500-4200 años los bosques de haya cruzaron los Pirineos, hace unos 3800 años ya había hayedos en la Cordillera Cantábrica y hace unos 3200 años ocuparon el Sistema Ibérico. Algo más complicado de cuadrar resulta el hecho de que en el Sistema Central oriental los datos más antiguos de haya sean de unos 3700 años (dado que esa edad es la del nivel más profundo en la turbera estudiada se trataría por tanto de una edad mínima). Esto podría dar la razón a los que opinan que las hayas ibéricas meridionales proceden de antiguos refugios locales surgidos durante las glaciaciones y así los pequeños bosquetes actuales de hayas del Sistema Central serían los restos de aquellas pequeñas poblaciones relictas. Siguiendo esta teoría, la instalación de la sequía estival con el cambio climático debió frenar el imparable avance de los bosques de hayas centroeuropeas hacia el sur peninsular (hayas que a su vez procederían de los bosques refugio que se mantuvieron en las penínsulas del sur europeo durante las glaciaciones).

Está claro que las hayas forman parte de la flora del Sistema Central oriental desde hace milenios, podría darse el caso de ser incluso más antiguas que buena parte de los hayedos pirenaicos o cantábricos.

Siendo un chaval me asombraban los hayedos de Madrid y Segovia: Tejera Negra, La Quesera y Montejo de la Sierra. Tan bonitos, tan distintos y tan famosos. Pasó poco tiempo para que empezara a preguntarme porque no había hayedos en Gredos y así, cada vez que veía un lugar en el Valle del Ambroz, el Valle del Jerte o la Sierra de Gata con abedules, serbales, tejos y acebos, me imaginaba que las hayas podían haber estado allí alguna vez.

Durante años mi única esperanza fue la famosa haya solitaria de Herguijuela de la Sierra, que aunque se encuentra en Salamanca está muy cerca de las Hurdes cacereñas. Se trata de un buen árbol que tendrá sus doscientos años y está en una pequeña vaguada junto a un arroyo con algún acebo. Era tan poca cosa que ya lo había dado por perdido.

Pero he aquí que el Grupo de Investigación Forestal de la Universidad de Extremadura, dentro de un proyecto con especies relictas amenazadas, se puso a estudiar turberas del Sistema Central cacereño. Como en el mejor de los cuentos en una de las turberas mejor conservadas de la sierra de Béjar cacereña aparecieron restos de polen de haya. Parece ser que el haya es una especie que produce poco polen y tiene una baja capacidad de dispersión, por lo que suele estar infrarrepresentada en los estudios polínicos. Su aparición en la turbera se asocia a una fuerte etapa de deforestación durante el período visigodo (estos bárbaros del norte fueron los grandes especialistas de las quemas controladas), esto según los investigadores podría indicar que en esa etapa resultó más fácil que el polen del haya llegara a la turbera por falta de arbolado que lo frenara, pero no descarta su presencia anterior en forma de pequeños bosquetes que no dejaron rastro en etapas anteriores o posteriores.

Cuándo desaparecieron aquellas hayas será difícil de determinar pero, como ya comenté hace tiempo, hasta la Edad Media en esta zona los abedulares se conservaron en un estado bastante bueno, después se inició una etapa de desforestación feroz en la zona y ese momento pudo ser el último para las hayas extremeñas.
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