La Tras la Sierra es una de las dos sierras que se desgajan de Gredos para formar el Valle del Jerte (la otra es Tormantos). El puerto de Honduras permite cruzar por ella del Valle de Jerte al Valle del Ambroz y aunque el recorrido sigue siendo de gran belleza, lo que hoy vemos no es ni un pálido reflejo de lo que allí debió haber hace 100 ó 200 años. El Rebollo (Quercus pyrenaica) debió formar aquí uno de los bosques de roble más impresionantes de España, los vestigios que aún nos quedan ponen los pelos de punta con sólo imaginar los miles de robles centenarios que se han perdido (por no hablar de otras especies relictas). La sobrexplotación ganadera, que no respeta los periodos de reposo de la ganadería tradicional, los cambios de cultivo, los incendios y las talas abusivas ha conducido a esto. Posiblemente, las grandes talas de finales del siglo XIX y mediados del XX, dirigidas por la administración ante la necesidad de madera para la cercana línea de ferrocarril que unía Extremadura con Asturias (hoy abandonada), desencadenó este proceso. Si la responsable de mantener estos montes era capaz de una tala indiscriminada de miles de robles centenarios, algunos con portes colosales capaces de dar hasta 22 traviesas de ferrocarril, que no harían los ganaderos que arrendaban los pastos. De aquel bosque, allí donde ahora no hay cerezos, sólo quedan miles de tocones aún sin pudrir y robles centenarios maltratados por el hacha desperdigados por aquí y por allá a lo largo de varios términos municipales. Un bosque fantasma sin regeneración, que ve como con cada nueva tormenta se van cayendo uno tras otro los pocos robles viejos que aún quedan. Es cierto que en los últimos años se han realizado reforestaciones en la zona, pero el poco/nulo respeto con el que se han efectuado no induce al optimismo.
El tamaño de la persona que hay bajo su copa nos da una idea del tamaño de este roble |
La Tras la Sierra es una de las dos sierras que se desgajan de Gredos para formar el Valle del Jerte (la otra es Tormantos). El puerto de Honduras permite cruzar por ella del Valle de Jerte al Valle del Ambroz y aunque el recorrido sigue siendo de gran belleza, lo que hoy vemos no es ni un pálido reflejo de lo que allí debió haber hace 100 ó 200 años. El Rebollo (Quercus pyrenaica) debió formar aquí uno de los bosques de roble más impresionantes de España, los vestigios que aún nos quedan ponen los pelos de punta con sólo imaginar los miles de robles centenarios que se han perdido (por no hablar de otras especies relictas). La sobrexplotación ganadera, que no respeta los periodos de reposo de la ganadería tradicional, los cambios de cultivo, los incendios y las talas abusivas ha conducido a esto. Posiblemente, las grandes talas de finales del siglo XIX y mediados del XX, dirigidas por la administración ante la necesidad de madera para la cercana línea de ferrocarril que unía Extremadura con Asturias (hoy abandonada), desencadenó este proceso. Si la responsable de mantener estos montes era capaz de una tala indiscriminada de miles de robles centenarios, algunos con portes colosales capaces de dar hasta 22 traviesas de ferrocarril, que no harían los ganaderos que arrendaban los pastos. De aquel bosque, allí donde ahora no hay cerezos, sólo quedan miles de tocones aún sin pudrir y robles centenarios maltratados por el hacha desperdigados por aquí y por allá a lo largo de varios términos municipales. Un bosque fantasma sin regeneración, que ve como con cada nueva tormenta se van cayendo uno tras otro los pocos robles viejos que aún quedan. Es cierto que en los últimos años se han realizado reforestaciones en la zona, pero el poco/nulo respeto con el que se han efectuado no induce al optimismo.
La perfección de la tracería de la copa es patente en la imagen |
Uno de esos supervivientes es el Roble de Prado Sancho, situado en un pequeño enclavado particular de difícil acceso junto al Arroyo de La Lobera (Cabezuela del Valle, Cáceres), eso le salvó. Pocos árboles tan bellos como este magnífico ejemplar de Roble rebollo, que de no ser por el Roble del Romanejo sería indiscutiblemente el más destacado ejemplar de Extremadura para su especie. Como el Romanejo también fue podado en su juventud y el hacha no volvió a tocarle durante siglos, permitiendo que se creara una copa globosa natural y armoniosa. El tronco tiene un perímetro de casi 5 metros a la altura del pecho y se eleva hasta los 4,5 metros donde arrancan dos gruesos cimales horizontales y dos verticales que se ramifican de manera muy intrincada cerrando todos los huecos y alcanza más de 30 metros de diámetro, culminando con ramas que se aproximan al suelo.
Vista general del roble y el prado |
Su situación en una hondonada le ha protegido de los vientos y los rayos, y las regaderas del prado le han aportado un suministro abundante y permanente de agua. Sin embargo, su biomecánica preocupa. Su trono está hueco, algo normal en un árbol varias veces centenario, y presenta una alarmante grieta que nos indica que el árbol está sufriendo esfuerzos que no es capaz de transmitir correctamente al suelo (la inclinación con la que crece el tronco es sospechosa en este sentido), lo que puede dar lugar a un desgaje muy severo. Sería una pena en el próximo temporal hubiese que incluir a este ejemplar en el parte de bajas.
Realmente tuvo que ser impresionante el robledal. Cuando subes caminando desde Cabezuela y llegas a los prados donde se encuentran estos magníficos ejemplares, después de atravesar el "dominio de los cerezos" piensas en como debió ser el Valle....
ResponderEliminarun saludo
Se me pone mal cuerpo al imaginar cómo debieron ser esos bosques de robles gigantes y lo espectacular que sería que se hubiesen conservado durnate un par de siglos más.....Miles de árboles inútilmente talados para una vía muerta...
ResponderEliminarPero dieron trabajo en los años del hambre.
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