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jueves, 21 de noviembre de 2013

Willkomm en Plasencia (Cáceres).


Antirrhinum hispanicum (Antirrhinum graniticum). Extremadura (Plasencia, in vineis ad Jerte).

Siempre he sentido una especial debilidad por los exploradores naturalistas del siglo XIX y, aunque mis predilectos son el británico Alfred Wallace y el español Félix de Azara, el botánico sajón Mauricio Willkomm (que es como le gustaba que le llamaran en España) se codea con ellos pese a no viajar por remotas regiones de los trópicos.

Heinrich Moritz Willkomm


Heinrich Moritz Willkomm (1821-1895) es el autor, junto con el danés Johan Martin Christian Lange (1818-1898), de la que podría considerarse la primera Flora ibérica moderna, una obra en tres volúmenes escrita en latín donde se describen más de 5.000 taxones y que, aunque parezca mentira, todavía era muy utilizada en los años 70 del siglo XX como manual de consulta, a pesar de tener un título que asusta al más recio: Prodomus Florae hispanicae, seu sinopsis methodica omnium plantarum im Hispania sponte nascetium vel frequentis cultarum quae inotuerunt. Podemos consultar su contenido gracias a la biblioteca digital del Jardín Botánico de Madrid.

El tramo final del cañón del río Jerte.

Fue una lástima que durante sus viajes por España su mala situación financiera nos privara de su prevista visita a Gredos, ya que durante su segundo viaje perdió unos meses preciosos ganando dinero en investigaciones al margen de la botánica para poder continuar la exploración. Cuando pudo reanudar el viaje, la temporada estaba ya muy avanzada y sólo hizo una breve incursión a Guadarrama. Sin embargo, puede que gracias a eso Willkomm dispusiera de unos días para unas exploraciones por Plasencia en octubre de 1850.
 
Me gusta mucho imaginarme a Willkomm recorriendo algunas de mis zonas de campeo juveniles favoritas. Para él los alrededores de esta ciudad “son especialmente hermosos, y constituyen una de las comarcas más extraordinarias de la Península”. Pero lo que más me agrada es el interés que despierta en él “el angosto paso rocoso que atraviesa el río Jerte en la parte occidental de la ciudad, a través de una formación granítica, que constituye aquí una parte de la meseta de la Alta Extremadura. El paso, de una hora aproximada de largo y que recuerda una pista de caballos en el fondo de un valle rocoso, ofrece en mayo y junio un aspecto extraordinariamente rico e interesante”. Este era también mi lugar favorito, sin dudas. Allí se guardaban los tesoros más valiosos de mis salidas al campo: cigüeñas negras, alimoches y búhos reales. De aquello poco queda ya.

En este cañón del Jerte Willkomm pudo recolectar las siguientes especies: Digitalis thapsi, Phagnalon saxatile, Rumex scutatus, Lavandula pedunculata, Stipa gigantea, Thymus masticina, Xolantha guttata, Ranunculus hederaceus, Antirrhinum granitinum, Eryngium tenue, Euphorbia nicaeensis, Teucrium scorodonia, Dianthus lusitanus, Leucojum autumnale, Tolpis umbellata y Lotus angustissimus.

Para saber más sobre los viajes de Willkomm por España os recomiendo el libro “Viajes de un botánico sajón por la Península Ibérica” de Juan Antonio Devesa y María de Carmen Viera y editado en 2001 por la Universidad de Extremadura. https://sites.google.com/site/digitdevesa/libros

domingo, 3 de noviembre de 2013

EL NESTO DE LA DEHESA. Berzocana, Cáceres.


El Nesto de la Dehesa. Berzocana, Cáceres.
 
Los mestos (Quercus x mixta), cruce de encina y alcornoque, son relativamente comunes en Extremadura, pese a que tradicionalmente han sido mirados con malos ojos, pues ocupan en la dehesa el lugar de una encina o un alcornoque, sin tener sus ventajas productivas. Aunque claro, son mucho más bonitos que sus padres y eso ha sido suficiente para que un puñado de ellos se haya convertido en árboles monumentales.


Berzocana es más famosa por sus robledales y por el monumental Roble de la Nava, pero su Dehesa Boyal, el monte Valhondo, esconde otro magnífico árbol monumental: El Nesto de la Dehesa. Aquí los suelos raquíticos sólo permiten que prospere el encinar, los robles quedan para zonas más altas de la sierra. El Nesto, con su corteza de roble y su porte destaca sobre todas las encinas, casi parece un roble.

Morucha vigilando a su choto.
 
Hacía muchos años que no me acercaba a ver a este árbol y si no es por una vecina de Berzocana que me encontré en la dehesa, que amablemente me acercó hasta el árbol, no lo hubiera encontrado fácilmente. Afortunadamente no tuve que andar dando vueltas entre las jaras y encinas, porque detrás de cada grupo de jaras había una vaca morucha con cara de pocos amigos.

En un claro se dejaron ver algunos de los pequeños tesoros que escondían las jaras.

Esta vez la visita no fue muy larga porque entre las jaras junto al mesto me encontré un ternero de poco tiempo y su madre se estaba poniendo muy nerviosa, así que antes de que empezara a llamar al resto de la vacada y se llenara todo de moruchas corriendo a mi alrededor, decidí tomar unas fotos rápidas y dejar tranquilo al ternero.

Ya en casa consulté los datos que tenía de este árbol, tomados el día 14 de noviembre de 1998, ahí es nada. Me agradó encontrarlo en buena forma e imagino que sus datos biométricos habrán variado muy poco. Lo más destacado de este ejemplar es su tronco cilíndrico de unos 4 metros de altura, sobre el que se abre una copa de casi 20 metros de diámetro, formada al estilo que le dan a los robles por esta zona.
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