Viola crassiuscula, endemismo de Sierra Nevada. Subida al Mulhacén, 3400 m |
Siempre me ha parecido un misterio la capacidad que tienen las pequeñas violetas para prosperar en nuestras más altas cimas El género parece que se originó en los Andes desde donde se extendieron por las montañas de las zonas tropicales y zonas templadas del hemisferio norte, contando en la actualidad con unas 600 especies. Dentro del género encontramos especies que viven a más de 4600 m en los Andes peruanos o capaces de soportar durante el crecimiento temperaturas de -20 ºC en sus hojas (Viola chrysantha), marcas que superan a las que presentan algunas plantas ártico-alpinas que resistieron a las glaciaciones en los famosos nunatak (refugios rocosos sin hielo) y que me llevan a imaginarme un avance de estas especies durante los períodos fríos, refugiándose más tarde en las montañas con la mejoría del clima. En Europa el récord lo ostenta Viola calcarata que sube a más de 3000 m en los Alpes (equivalente a más de 4000 m en los Andes tropicales).
Viola cazorlensis. Guadalhornillo, 1500 m |
Quizás el secreto de las violetas sea su sistema reproductivo, donde no queda margen para la especulación (algo que debería aprender una especie como la nuestra). Las violetas, como otras plantas, tienen flores hermafroditas a principio de la temporada, sus flores deben ser polinizadas por insectos como abejas y lepidópteros, esto es bueno al facilitar el intercambio genético entre poblaciones, pero es malo porque en la montaña muchos días no hay condiciones óptimas para el vuelo de insectos. Esto no asusta a las violetas ya que al final de la temporada producen flores capaces de autofecundarse, lo que les permite una reproducción clonal. Si el año ha sido bueno climatológicamente habrá una buena cantidad de semillas, muchas de las cuales contendrán genes de individuos de otras colonias. Si el año ha sido malo habrá semillas, aunque sean de casa, lo que garantizará el futuro de esa colonia. El talón de Aquiles de este sistema puede estar en la dispersión de esas semillas, aquí las violetas dejan la mayor parte del trabajo a los subcontratistas (insectos) para lo que recurre al viejo truco de la recompensa. Las semillas llevan una pequeña reserva de aceites en el exterior (eleosoma) que son muy apreciadas por los insectos, hormigas sobre todo, que las arrastran hasta sus refugios donde buena parte de ellas germinarán. Este sistema garantiza que las semillas se alejen de la planta madre en unos medios como gleras rocosas o fisuras donde esto es complicado, pero sólo recorrerán distancias muy cortas lo que dificulta su dispersión y explica en parte la gran cantidad de especies endémicas con áreas de distribución muy escasa dentro del género.
No entiendo muy bien cómo no se ha comentado más esta foto (sobre todo hablo de la primera de esta entrada). Con ese juego de colores, ya la quisiera yo para mí. No sé si tienes más primeros planos de esas sorprendentes violetas de montaña. Gracias por hacerme saber de la existencia de tan bellos seres,
ResponderEliminarRamón García Durán