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martes, 9 de agosto de 2011

Linaria alpina

Linaria alpina subsp. filicaulis. Picos de Europa, 2.100 m. Cantabria.


A estas alturas determinar cuáles son mis preferencias en lo relativo a la flora de montaña me parece de poco interés, varían tanto que hace tiempo que no me lo planteo. Dependerá de la zona que visite, del tiempo que lleve buscando a una especie, de su rareza, de las veces que ya me la haya cruzado antes, y así un largo etcétera. Soy voluble en este sentido, a qué negarlo.

Sin embargo, hay una especie que siempre resistía tras cada cambio caprichoso de criterios. No se trata de un raro endemismo, ni de una especie emblemática, ni pertenece a una reputada familia, ni es rara (esto hablando de plantas de montaña siempre es relativo, como se puede suponer), ni siquiera es de las más espectaculares, incluso podría pasar por una plantita de cotas bajas.

Linaria alpina subsp. alpina. Pirineos, 2.000 m. Huesca.

Pensando cuál era el secreto de la Linaria alpina o Violeta de glera, que esta es la especie de la que hablo, rápidamente me di cuenta que se trata de esa especie que nos da la bienvenida a la zona de plantas alpinas en Gredos y otras montañas del norte peninsular. Mucho debe de pesar el hecho de que guardo una grato recuerdo del primer día que la vi en una sierra cacereña: “así que aquí tenemos a una auténtica planta de los Alpes”. Ahora cada vez que paseo por una sierra y me cruzo con esta llamativa planta sé que llega el momento de aguzar los sentidos porque, a partir de ese punto, cualquier joya botánica de las cumbres se nos puede aparecer.

Linaria alpina subsp. alpina. Sierra de Béjar, 2.400 m. Cáceres.

La Linaria alpina tiene ese porte rastrero que tan bien le viene a las plantas que viven en cascajales y gleras móviles, pero que le hace perder ese aspecto compacto y almohadillado tan típico de las plantas alpinas (que alguna vez consigue en zonas muy expuestas). Pese a ello, se la ha localizado a 4.200 m de altitud en los Alpes, una altura al alcance de poquísimas especies de la flora europea que, si no me equivoco, no llegan a 20. Sólo por esto ya merecería nuestra admiración.

martes, 26 de julio de 2011

LA NIÑA GRIS DE PICOS DE EUROPA: Agriades pyrenaicus subsp. asturiensis

 Macho de Agriades pyrenaicus subsp. asturiensis.

Las Agriades son unas pequeñas mariposas de la familia de los licénidos que se caracterizan por sus costumbres eminentemente montañeras y por la bella coloración gris plateada de los machos, cosas ambas que hacen que ocupen un lugar de honor entre mis favoritas. En España existen tres especies: Agriades zullichi, Agriades pyrenaicus y Agriades glandon. Las dos primeras las he podido ver en campo, a la primera la encontramos a casi 3000 m en Sierra Nevada, de donde es exclusiva, pero ese día buscábamos plantas y llevábamos ya unos cuantos kilómetros en las piernas, estaba cansado y aún nos quedaba un rato, por lo que ni siquiera intenté fotografiarla, algo de lo que me estoy arrepintiendo desde entonces. A la segunda la encontramos a 2300 m en Picos de Europa, por tanto, ejemplares pertenecientes a la subespecie asturiensis, más plateada que las que vuelan en los Pirineos centrales.



El bebedero se había formado por el corte de una estrecha vereda en una pedriza. Había tres machos que se mostraron en todo momento colaboradores, el problema es que la citada vereda forma parte de una de las rutas más transitadas de los Picos de Europa en su parte cántabra. No me lo pensé dos veces y me tiré al suelo colapsando el paso para disgusto de mi mujer, que ponía cada vez peor cara al ver como una familia de franceses tenía que esperar a que tomara las fotos. Por el otro lado descendía un grupo de excursionistas que también tuvieron que detenerse. Con tanto espectador obligado me sentía molesto y decidí levantarme para desbloquear el camino y continuar la marcha.

Detalle del hábitat de esta especie, en el centro con flores blancas su planta nutricia Androsace villosa.

La forma de vida de esta mariposilla por su dureza me recuerda a la de las plantas alpinas. Su planta nutricia es la Androsace villosa, que aparece de forma dispersa en las laderas rocosas de las zonas altas, muchas veces tan sólo uno o dos ejemplares en una pared rocosa, por lo que imagino que deben pasar la mitad de su vida buscándolas para poner sus huevos. Las larvas, pese a tener un aspecto totalmente desvalido, pasaran el invierno a temperaturas inferiores a las de un congelador doméstico.

miércoles, 20 de julio de 2011

LA BOLLA GRANDE.

Cuenca del río Esperabán desde La Bolla. Las Hurdes (Cáceres).

La Bolla Grande, con sus 1519 m, es la cota más alta de la comarca cacereña de Sierra de Gata y segunda de Las Hurdes, ya que está a caballo de ambas. Sin embargo, parece que ni en una ni en otra se la tiene en gran estima. Para la gente de las Hurdes el Arrobuey (1403 m) o el Rongiero (1624 m) son mejor considerados, algo que también ocurre de manera mucho más acentuada en sus vecinos con el Jálama o Xálama (1493 m). Puede que al ser, como bien indica su nombre, una loma redonda en una cuerda no de la sensación de montaña que tienen las anteriores. A mí realmente siempre me ha parecido que la Bolla es una montaña con cuatro hombros: la Bolla Chica (1408 m), el Cotorro de Albecerro (1151m), La Cotorra (1283m) y El Cerro (1361m) y que su carácter fronterizo entre comarcas y provincias, con cada cota convertida en un hito, desdibuja esta imagen. Sea como sea, es un sitio tranquilo, ni es montaña de entidad para montañeros, ni tiene un gran reclamo para el turista senderista.

La cima de La Bolla con sus característicos dientes de perro y prados de Plantago subulata.

Ahora con los GPS y los Sistemas de Información Geográfica los cuadernos de campo están perdiendo su valor como almacén de nuestro saber y se limitan a ser un soporte para recoger una información que más tarde terminará en nuestro ordenador. De esta forma las notas se hacen más rápidas y sin pretensiones de permanencia. Pensaba en esto cuando el otro día ojeando un cuaderno viejo, con anotaciones y dibujos como los de antes, encontré una entrada sobre la Bolla Grande. Fue un paso raudo por la cima, estábamos localizando nidos de Buitre negro y no había tiempo para nada más, pero allí abrí una pequeña cajita con la indicación “¿Ajillos en la cumbre?” Yo que conozco cómo terminaba la historia me fui a otro cuaderno viejo y busqué una excursión realizada meses después a la Peña de Francia (Salamanca), donde se había descrito un endemismo exclusivo para esta sierra: Armeria salmantica. Y allí aparecía otra llamada de atención: “Ver Ajillos de la Bolla Grande”. Lógicamente volví a La Bolla, ahora con el único fin de buscar aquellos ajillos que había visto en la distancia con el rabillo del ojo. No tardaron en aparecer entre las afiladas pizarras convertidos en unas preciosas matas de Armeria salmantica.

Matas de Armeria salmantica en su hábitat.

Resulta curioso ver a los espinosos cambrones (Echinospartum ibericum) intentando "suavizar" las aristas de las pizarras.

Entonces pude disfrutar de esta modesta cumbre que, para mí, ofrece la mayor sensación de montaña que uno puede obtener en Extremadura si descartamos Gredos, ni siquiera el Pico Villuercas de Guadalupe (destrozado por su antigua base americana) se acerca a esto. El suelo tapizado de Plantago subulata y las matitas redondas de Echinospartum ibericum entre un suelo descarnado de pizarras agudizan esta sensación. La influencia atlántica es muy patente y las abundantes nubes y nieblas también ayudan a crear el cuadro, que ahora quedaba completo con su endemismo, como toda buena montaña. Las repoblaciones de pino están apenas unos metros más abajo pero no me importa, esos escasos metros suponen un cambio ambiental insoportable para los árboles.
Pinos enanos y retorcidos en el límite del arbolado en la ladera oeste, que da vistas a la Malena, única zona extremeña de la cuenca del Duero. Nubes por arriba y nubes por abajo, ¿llovió?


Esta zona por desgracia está en el punto de mira de la industria eólica y hay varios parques planteados en estas cuerdas. En la parte salmantina parece que ya hay uno con el visto bueno. Las energías renovables no tienen porqué ser siempre sostenibles. Ahora que parece que los molinillos vuelven a tener buena prensa sería bueno que nos planteemos con seriedad los inconvenientes de estas instalaciones en las montañas. No son sólo los molinillos y su insoportable daño paisajístico y en todos los animales voladores en zonas tan sensibles como las montañas, son las múltiples pistas de servicio, las grandes cimentaciones de hormigón y, sobre todo, las líneas eléctricas de evacuación. Demasiadas cosas para que uno piense en una mera ocupación temporal retornable.

miércoles, 13 de julio de 2011

UN VIAJE EN EL TIEMPO.

Bosque de abedules (Betula alba)

Ya sé que es un sueño inalcanzable de la Humanidad y que tiene su propio género en la ciencia ficción, pero no os engaño si digo que yo, gracias a mi afición a la flora, soy capaz de darme algún que otro viaje en el tiempo.

La Uva de zorra (Paris quadrifolia) tapiza el suelo de los bosques boreales. En Gredos, practicamente ha quedado recluida de manera relicta en anchas fisuras umbrosas y húmedas en zonas altas de la sierra.

A tan sólo una hora y media en coche desde mi casa se encuentra un lugar que me permite experimentar la sensación de pasear por un bosque de la transición del Pleistoceno al Holoceno en el período Preboreal de la Sierra de Gredos, esto es hace unos 10.000 años. Reconozco que el paseo debe ser corto, por lo reducido del lugar (yo hago trampas y suelo sentarme a disfrutar un buen rato). Vale también que mis viajes en el tiempo son aptos para el IMSERSO, que no hay uros, ni osos, pero, qué queréis que os diga, tampoco hay partidas de cazadores neolíticos.

La orla de este bosquecillo está compuesta por avellanos, acebos y serbales de cazador.

El Estretopo (Streptopus amplexifolius) es otra especie de bosques boreales ahora refugiada en los megaforbios. No hay que confundirla con el Sello de Salomón (Polygonatum odoratum) todavía frecuente en los bosques de la sierra.

En esa época los hielos de la última glaciación comenzaban a retirarse, aunque aún se mantenían glaciares en las cumbres de Gredos, y las temperaturas y la pluviosidad aumentaron. Los abedules formaban extensos bosques en la sierra, que más tarde serían sustituidos por los robledales. Empezaban a aparecer también en las zonas más húmedas especies como los avellanos, los alisos o los tejos y entre las plantas del sotobosque dominaban especies boreales, que ahora en Gredos ya sólo viven en pequeñas comunidades relictas al amparo de las fisuras rocosas umbrosas y rezumantes de las zonas altas, son los llamados megaforbios. Plantas con nombres tan sonoros como Uva de zorra, Pie de oso, Sanícula o Estretopo.

Pie de oso (Heracleum sphondylium)

No está claro el momento exacto en que este bosque desapareció de la sierra, sabemos que hace unos 8.000 años los robledales empezaron a extenderse a costa de los abedulares, pero no sabemos cuál fue su máxima expansión natural, antes de que el hombre entrara en acción y enmascarara el factor climático. Hace unos años, durante la realización de un proyecto de investigación en el que tuve la suerte de participar, se analizaron muestras de turba extraídas de una turbera que en línea recta está a poco más de un kilómetro de este lugar. Los resultados mostraban que, aunque la huella del hombre ya era muy evidente en la vegetación de entonces, en esta zona los bosques de abedules se habían mantenido hasta la Edad Media en bastante buen estado, momento en el que comenzó una deforestación feroz en la zona con fuertes incendios, alterando la zona de una manera que hoy es casi irreconocible.


P.S. Hace unos días que soy incapaz de introducir comentarios en otros blogs, espero que sea un problema breve.

miércoles, 6 de julio de 2011

ENDEMISMOS GREDENSES: Sedum campanulatum

Sedum campanulatum. Reserva Natural Garganta de los Infiernos (Cáceres).

No lo tiene fácil el Sedum campanulatum para ser una de las plantas más famosas de la Sierra de Gredos y eso que es uno de sus endemismos más bellos (si no el más bello). En un principio fue confundido con su pariente Sedum lagascae de distribución mucho más amplia, lo que automáticamente le privaba del sello de exclusividad que tanto nos gusta y le dejaba en la categoría de yerbajo. Sin embargo, no resulta complicado identificar a esta especie, ya que su flor está soldada en forma de campana, de donde lógicamente le viene el nombre.

Yo la conocía de nacederos, fuentes y fisuras rezumantes entre bloques graníticos, donde aparecía a alturas tan bajas como los 600 m de los famosos Pilones de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos (Cáceres). Pero ni rastro de ese hábitat efímero de zonas rezumantes del que era la especie característica. Había recorrido durante años toda la parte cacereña de la sierra y sólo conocía esas pequeñas poblaciones a baja y media altitud.

Rezumadero en una turbera colgada con Sedum campanulatum. Tornavacas (Cáceres) 2.200 m.

Pero como suele ser habitual, las cosas aparecen cuando no se buscan y un buen día de finales de mayo, mientras salíamos de un brezal-piornal a unos 1900 m, para descansar en una vaguada donde la escorrentía del deshielo impedía el establecimiento del matorral, nos topamos con unos praditos de Sedum campanulatum  acompañado de dos ajillos, el Ajo serrano (Allium schoenoprassum) y el Ajillo amarillo (Allium scorzonerifolium). De pronto me di cuenta que había buscado a esta planta ignorando las dos premisas que definen este hábitat: rezumante y efímero. Ahora, conocido el error, la planta debería aparecer si la buscaba justo en la época adecuada. Así fueron apareciendo los famosos prados efímeros de esta especie, alguno de ellos de muchos miles de individuos y algunos de ellos en las zonas más frecuentadas por mí. Fue suficiente con adelantar un mes la primera subida a la sierra, cuando aún no han florecido la inmensa mayoría de las plantas serranas.

martes, 28 de junio de 2011

LAS PARADAS DEL BOCATA: Phyteuma hemisphaericum.

Phyteuma hemisphaericum. La Covacha. 2.399 m.


Las paradas para el bocata son momentos inmejorables para reflexionar y, además, siempre te permiten descubrir alguna de las pequeñinas que de otra forma suelen pasarnos desapercibidas. En estas estaba yo en la cima de la Covacha con sus 2.399 metros (La Covacha del Losar -Losar de La Vera- decimos en Extremadura, un poco como venganza por que los abulenses conocen a este tramo de sierra como la sierra del Barco-El Barco de Ávila-, cosas de vecinos), disfrutando con unos amigos del merecido alimento, de unas vistas inmejorables y de la simpática presencia del Topillo Nival o Neverón de Gredos, cuando me fijé en una diminuta plantita que crecía en una minúscula fisura rodeada del característico liquen serrano (Rhizocarpon geograficum), que da esa tonalidad amarilla a las rocas. Se trataba de una vieja conocida, la Phyteuma hemisphaericum, un pariente de las campanitas con la que ya había coincidido en otros puntos de la sierra, siempre en las cumbres y siempre en unas fisuras imposibles. ¿Cómo haría aquella planta con un aspecto tan frágil para crecer en un lugar así?, sin apenas alimento y ¿cómo se las apañaba para reproducirse?, ya que siempre la encontraba aislada o en grupos mínimos (algo típico de todas las fisurícolas de alta montaña).

Mientras pensaba en estas cosas empecé a mirar con otros ojos a mi bocata y a mis botas, al fin y al cabo, cuando terminase con él, esas botas me llevarían de regreso a la comodidad de mi casa y allí se quedaría esta plantita dispuesta a afrontar el durísimo invierno. Por mucho que piense y lea sobre ello no deja de parecerme algo casi milagroso, que hace que mi admiración hacia estas plantas sea cada día mayor.

martes, 21 de junio de 2011

LA TEJEDA DE TOSANDE IN MEMORIAM. Dehesa de Montejo, Palencia.

Pocos tejos tan fotografiados como este bellísimo ejemplar.

Posiblemente sea la tejeda más conocida y visitada de España y aunque, desde mi punto de vista, no es tan impresionante como las de Casaio http://desdeeltorreon.blogspot.com/2011/02/el-teixadal-de-casaio-casaio-ourense.html o El Sueve http://desdeeltorreon.blogspot.com/2010/10/la-tejeda-del-sueve.html , si que me parece imprescindible para cualquier amante del Tejo, por la belleza del  porte de algunos de estos ejemplares y, sobre todo, porque pocas veces nos resulta posible ver juntos a varios centenares de estos magníficos árboles.

El hayedo con los tejos en la falda de la Peña Cantonal.

Guardo un grato recuerdo de la visita, que no creo que sea capaz de repetir ahora que ya han abierto una senda con pasarelas de madera entre los tejos. Es el eterno dilema del conocido desarrollo sostenible. El día anterior habíamos hecho muchos kilómetros y rematamos la jornada con un maratón gastronómico en un restaurante de Cervera de Pisuerga que casi me cuesta la vida. Salimos del hotel a cenar para despejarnos un poco y caímos en un restaurante muy curioso y recomendable, dirigido por un vaquero-micólogo-cocinero:

-Mientras os decidís, probad esta cecina que preparo en invierno para no aburrirme con la carne de mis vacas.

-Bueno, vale, comeremos ternera, pero poco que hay que dormir.

-Machote, tú te zampas un chuletón y ni te enteras ¿y la señora?

-Pues…

-Perfecto, chuletón y solomillo. Por cierto, también soy aficionado a las setas y precisamente hoy he cogido unos boletos que están de morirse. Mirad todas las mesas tienen setas.

-Pues…

-Perfecto, os las traeré de entrante mientras os preparo la carne.

-¿Crees que nos disparará si salimos corriendo?

-Aquí están, sabor auténtico de la montaña. ¿Cómo queréis la carne?

-Pues…

-Perfecto, os traigo otra botella de vino…

 Abrumado con semejante torbellino, con más de una botella de vino, medio kilo de vaca palentina y un extenso muestrario de las setas comestibles de la montaña en mi estómago me fui a la cama. Realmente todo estaba exquisito y volveremos al restaurante si pasamos por allí, pero jamás para cenar. Sobra decir que tuve alucinaciones esa noche. A la mañana siguiente me preocupaba mi pésimo estado.

Un espejismo, lo que parecía un joven árbol resultó ser un brote.


Un corro impresionante.

La Tejeda de Tosande es la agrupación de tejos más accesible que conozco y en poco más de una hora de tranquilo paseo uno llega a los primeros ejemplares. Eso fue una suerte para mí aquel día, pero es un problema para la conservación del lugar. Llegados a los tejos me sorprendió la cantidad de árboles dañados por el hacha, esto crea unos árboles más achaparrados, pero con unos troncos más gruesos y tortuosos, creando por momentos una mezcla de bosque de cuento y jardín de bonsáis. La regeneración es nula por exceso de herbívoros, una desagradable norma en casi todas las agrupaciones de tejo que conozco.

Una vista desde la parte alta de la tejeda.

Antes de regresar merece la pena exigirle un poco más a nuestro trasero y subir toda la ladera para ver la tejeda desde arriba (1792 m en la Peña Cantonal), en una zona de matorral rastrero muy interesante con enebros, brecinas y arándanos.
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