Phyteuma hemisphaericum. La Covacha. 2.399 m. |
Las paradas para el bocata son momentos inmejorables para reflexionar y, además, siempre te permiten descubrir alguna de las pequeñinas que de otra forma suelen pasarnos desapercibidas. En estas estaba yo en la cima de la Covacha con sus 2.399 metros (La Covacha del Losar -Losar de La Vera- decimos en Extremadura, un poco como venganza por que los abulenses conocen a este tramo de sierra como la sierra del Barco-El Barco de Ávila-, cosas de vecinos), disfrutando con unos amigos del merecido alimento, de unas vistas inmejorables y de la simpática presencia del Topillo Nival o Neverón de Gredos, cuando me fijé en una diminuta plantita que crecía en una minúscula fisura rodeada del característico liquen serrano (Rhizocarpon geograficum), que da esa tonalidad amarilla a las rocas. Se trataba de una vieja conocida, la Phyteuma hemisphaericum, un pariente de las campanitas con la que ya había coincidido en otros puntos de la sierra, siempre en las cumbres y siempre en unas fisuras imposibles. ¿Cómo haría aquella planta con un aspecto tan frágil para crecer en un lugar así?, sin apenas alimento y ¿cómo se las apañaba para reproducirse?, ya que siempre la encontraba aislada o en grupos mínimos (algo típico de todas las fisurícolas de alta montaña).
Mientras pensaba en estas cosas empecé a mirar con otros ojos a mi bocata y a mis botas, al fin y al cabo, cuando terminase con él, esas botas me llevarían de regreso a la comodidad de mi casa y allí se quedaría esta plantita dispuesta a afrontar el durísimo invierno. Por mucho que piense y lea sobre ello no deja de parecerme algo casi milagroso, que hace que mi admiración hacia estas plantas sea cada día mayor.
Mientras pensaba en estas cosas empecé a mirar con otros ojos a mi bocata y a mis botas, al fin y al cabo, cuando terminase con él, esas botas me llevarían de regreso a la comodidad de mi casa y allí se quedaría esta plantita dispuesta a afrontar el durísimo invierno. Por mucho que piense y lea sobre ello no deja de parecerme algo casi milagroso, que hace que mi admiración hacia estas plantas sea cada día mayor.
Qué preciosa foto. Y efectivamente, Alberto, la vida es un delicadísimo milagro. Además, bravo por el título de este reportaje. Un saludo,
ResponderEliminarRamón
Hasta cuando paras a comerte un bocadillo encuentras lo inencontrable y explicas lo inexplicable
ResponderEliminarUn abrazo
Fantástica foto... y me pregunto cómo se reproducen, si viven aisladas (tendré que investigar lo de las fisuricolas que dices tú)
ResponderEliminarUn saludo