El Castaño Menuero. |
Aunque la mejor época para visitar estos castaños es al final de la primavera, cuando las hojas nuevas de los castaños ya han brotado pero se conservan aún tiernas y permiten que se filtre una agradable luz verdosa, a mí me gusta visitar este lugar en pleno invierno, cuando en la hondonada que forma el Arroyo del Temblar no entra ni un solo rayo de sol en todo el día, a ser posible por la mañana, cuando el suelo cruje con nuestros pasos y el frío hace que nos piquen las mejillas. Es en ese momento cuando para mi gusto se saborea plenamente este lugar y desde luego que descubriremos el porqué del nombre del arroyo.
El Castaño Hondonero. |
Mi primer encuentro con estos castaños reconozco que fue, sino decepcionante, si un poco frío. Fue hace más de 15 años y llegué a ellos pocos días después de haber visitado el cercano Castaño de La Escarpia (del que ya hablé en otra entrada). Un viejo pastor que me vio junto al árbol me comentó que si no conocía unos castaños retorcidos que había en Segura de Toro. Me dijo que tenía que visitarlos porque eran cosa digna de verse, al marcharse recuerdo que dijo, en una versión más sonora que no voy a transcribir, algo así como “quien les daría las castañas para que salieran así los castaños”. Con la intriga del pastor, con el coloso de Casas del Monte en la cabeza y conociendo ya el Abuelo de Guadalupe, esta primera visita no me impresionó mucho. Pero algo debió quedarse inconscientemente en mi cabeza porque volví al lugar al poco tiempo y desde entonces los he visitado decenas de veces y ahora sí que me parece que he captado la esencia del lugar. Este huerto es un todo y como tal hay que valorarlo. Los 5 castaños forman un conjunto magnífico y se encuentran en un tradicional huerto serrano muy bien conservado, todo dentro de un paraje serrano bellísimo. Si se hubiera pretendido crear un parque temático no lo habrían hecho mejor.
El Castaño del Arroyo y al fondo el Castaño Retorcío. |
El Castaño Bronco. |
Un lugar en el cada árbol lleva su nombre ya merece la pena conocerse. Dice mucho de sus propietarios y nos ayudará a valorarlo mejor, hay cosas que no se pueden medir con una cinta métrica. En el hondón del huerto tenemos al bellísimo Hondonero o Jondonero, que si bien no es tan grueso como otros famosos castaños si está mucho mejor conservado y presenta una formidable copa en la que se aprecia perfectamente la estructura en cruz forzada por una poda tradicional maravillosamente equilibrada, que por un lado buscaba altura para producir vigas para las casas y por otro no olvidaba dar luz a la copa para favorecer la producción de castañas. El Abuelo y La Escarpia fueron como Hondonero, pero gran parte de su estructura se ha desmoronado y hoy ya no podemos entender su forma. Casi en el talud del Temblar vegeta el Castaño del Arroyo, el más viejo y el más deteriorado del grupo, que nos muestra como se enfrenta un viejo árbol a la muerte, con grandes rebrotes basales junto a un tronco dividido y seco en su mitad, es casi una escultura. Por encima de él está el Retorcío, un grueso paquete de fibras creciendo en forma de hélice como si de una toalla retorcida gigante se tratara. Más arriba, donde el suelo y la humedad son más escasos, El Menuero, llamado así por dar castañas muy menudas pero muy sabrosas, también con su tronco retorcido. Y por último, mi favorito, el Castaño Bronco. Este Bronco es uno de los árboles con más personalidad que yo haya conocido. Su nombre lo dice todo, y habla muy bien de generaciones de propietarios que decidieron mantenerlo pese a su rebeldía. Yo creo que su éxito se debe a que es un árbol que cae bien de puro desastre. Su estructura es todo anarquía, al margen de cualquier principio de la arquitectura arbórea, y no ha habido hacha capaz de doblegarle, por si esto fuera poco sus frutos son escasos y amargos. Cuando te paras a mirarlo no resulta un árbol hermoso, más bien al contrario, y sin embargo allí sigue con sus más de 700 años.
Detalle de la corteza del Castaño Bronco. |
Es otro de los motivos por los que no puedo pasar sin la montaña y sin algunas de las sensaciones que te proporciona: es un placer extraño el de sentirse insignificante, prescindible y totalmente frágil, aunque no desamparada. Es un placer extraño, pero un placer al fin y al cabo.
ResponderEliminarCreo que este tipo de entradas siembran mucho. Quizá recojamos respeto. Con un poco de suerte, puede que florezca incluso amor. Después de todo los erizos, mientras están verdes, no pinchan.
Abrazos
Magnífico documento que hay que agradecerte. Sobre todo la última, me parece una foto de verdadera categoría. Bravo.
ResponderEliminarAl contrario que tú, yo llegué a estos castaños gracias a tus fotos y me cautivaron rápidamente.
ResponderEliminarTu imagen del Menuero me sigue pareciendo fascinante.
Ahora me resulta tan turbador como atractivo ver en tan poco espacio la imagen de tu niña, que empieza asomarse a la vida, junto a estos troncos retorcidos, varias veces centenarios, que pugnan cada día por agarrarse a ella.
Un abrazo
Coincido en que la última foto es una obra de arte. Vaya geometría!!! Son impresionantes, y me encanta toda la información que propones. Y pensar que este árbol pueda remontarse a la época de la Reconquista!!!
ResponderEliminarUn saludo