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martes, 21 de diciembre de 2010

MATUSALEM NACIÓ EN UNA MONTAÑA

Arenaria tetraqueta subsp. amabilis.  Endemismo de Sierra Nevada. Lavaderos de la Reina (Granada) 2900 m.

Es conocido que las plantas que viven en la montaña alcanzan edades sorprendentes, sin embargo, casi siempre se asocia este hecho a árboles venerables. Lo cierto es que en la alta montaña el concepto de tiempo adquiere otra dimensión y todo se ralentiza hasta el extremo, aquí cualquier pequeña plantita puede ser un duro contrincante para los árboles más veteranos de nuestros campos. En un mundo donde las plantas de ciclo anual son casi una excepción, las estrategias vitales se miden fácilmente en siglos y en el caso de las especies con reproducción clonal en milenios, como se ha comprobado con las especies andinas del género Azorella, con edades estimadas superiores a los 4000 años.

Minuartia recurva. La Ceja (Ávila), 2400 m.


La naturaleza no suele regalar el tiempo, concede a cada especie el tiempo justo para desarrollarse y asegurar su descendencia (el aumento de la esperanza de vida en nuestra especie va unida a un retraso en la emancipación, lo digo por si alguien pensaba que somos la excepción). En la alta montaña los períodos favorables para el desarrollo de las plantas puede ser de tan sólo un par de meses, por lo que las plantas lógicamente deben vivir más años para compensar esto, así una planta bianual que el primer año forma la roseta y el segundo florece puede necesitar hasta 10 años para completar su ciclo en alta montaña (hay que pensar en crecimientos de unos pocos milímetros por temporada). Pero este hecho por si sólo no puede explicar una longevidad tan prolongada, debe haber además otras razones. Las plantas de montaña pueden resumir su filosofía de vida en la frase “con lo que te ha costado llegar, quédate y disfruta un rato”. Aquí está el secreto de Matusalem, la extrema dificultad para el arraigo con éxito en la alta montaña obliga a estas plantas a mantenerse durante muchos años para producir un número suficiente de descendientes reproductivos que garanticen la continuidad de la población, es una forma poco sofisticada de jugar pero funciona.

El problema que tiene esta estrategia es que se olvidó de incluir el "factor humano" en la ecuación. Hoy día, curiosamente la mayor debilidad que tienen las plantas de montaña, lo que las hace muy vulnerables, es su largo ciclo, que les impide reaccionar a perturbaciones más o menos repetidas. Su esfuerzo de muchos años para dotarse de unas costosísimas estructuras que les permitan hacer frente a los duros factores ambientales se puede ir al traste por el pisotón de un montañero, por el golpe de un ski o por el pisoteo excesivo del ganado o las reses cinegéticas, por no hablar de esas estaciones de esquí que se abandonarán por falta de nieve en unos años, tras llevarse por delante algunos de los mejores lugares para nuestra flora de montaña que tardarán siglos en recuperarse.

1 comentario:

  1. Ya se me acaban los calificativos ante esa forma tan brillante de exponer las cosas.
    Feliz Navidad!
    Un abrazo

    JM

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