El joven fotógrafo y bloguero junto al viejo abuelo. |
Mi primera visita al Abuelo de
Alburquerque, o el Abuelo de Extremadura como algunos lo llaman, fue en 1997 y
por aquella fecha el árbol aún se mostraba formidable, con su magnífica copa
rectangular, sus grandes crecimientos y sus hojas lustrosas y de un intenso color
verde. Tenía ya algunos problemas estructurales serios debidos a una antigua
poda bastante desafortunada, que originó grandes heridas sobre las que se anclaría
posteriormente la nueva estructura del árbol, confiriendo así gran fragilidad
al conjunto. Algunos desplomes ya se habían producido de hecho. Pero lo que
menos me gustó en aquella visita fue contemplar su corteza completamente llena
de inscripciones de nombres e iniciales, sólo habían pasado dos o tres años desde
su último descorche y el árbol ya presentaba ese triste aspecto. Sin duda una
grave falta de respeto hacia el venerable abuelo.
Después de aquello, en 1999, se
produjo una nueva agresión brutal sobre este árbol. Otra poda salvaje añadía
nuevas heridas de gran calibre y hacía desaparecer su bellísima copa.
Seguramente para siempre.
No volví a visitar el árbol hasta 2001 para comprobar la evolución de la poda,
lo que vi me gustó tan poco que hasta diciembre de 2012 no he vuelto.
La base se desparrama sobre la roca casi como la lava de un volcán. |
Puede que ahora ya no sea la misma persona,
más de una década es mucho tiempo, pero el caso es que he mirado al Abuelo con
otros ojos. Cierto que la copa no se recuperará y los desplomes seguirán
mermándola, pero me encontré el tronco limpio de marcas de desaprensivos, el
árbol sigue con vigor y ver de nuevo ese bellísimo tronco de 6 metros de
perímetro abriéndose paso entre la roca sigue siendo impresionante.
En mi mente estaba tratando de
ver a este alcornoque, que no creo que alcance los 300 años, dentro de unos
años. Quería imaginarlo como uno de esos
viejísimos castaños casi milenarios en los que ya apenas queda un tronco, ¡pero
qué tronco! Difícilmente esto será posible ya que el alcornoque no tiene la
fuerza estructural del castaño, o la encina, ni su capacidad de recogerse
sobre su viejo tronco, repetidamente podado y descorchado. Al Abuelo, por su edad y vigor, todavía le
quedaban años de plenitud expansiva antes de iniciar sus fases regresivas, pero
ahora deberá comportarse como un árbol anciano, eliminando su estructura
periférica y reconstruyéndose desde el tronco. Y eso es ir contra la
Naturaleza. Que tenga suerte.
Es curioso como se ven las cosas a medida que pasan los años, con una perspectiva diferente aunque dentro del mismo respeto.
ResponderEliminarLa naturaleza es hermosa, pero también cruel, hay que aceptarla como es, lo inaceptable son las manipulaciones humanas.
Un conmovedor reportaje, Alberto, te felicito.
Un abrazo.
Impresionante, las raíces sobre la mismísima roca...
ResponderEliminarY lo que yo me pregunto: ante un árbol que debería merecer cierta protección, no se pueden asegurar los dueños o los responsables que sean a hacer unas podas que no dañen este árbol tan fabuloso?
Un saludo!