Durante el mes de abril en el Castañar Gallego de Hervás (Cáceres) el sotobosque, libre todavía de la sombra de las hojas de los castaños, presentaba infinidad de flores entre las que sobresalen por su belleza: Orchis langei, Cephalantera longifolia, Rannunculus bulbosus, Omphalodes nitida, Scrophularia scorodonia, Arenaria montana, Hyacinthoides hispanica, Paeonia officinalis, Linaria triornitophora, Antirrhinum meonathum y algunas Primula acaulis, que todavía mantenían las flores. Todo el mundo parece haber hecho los deberes antes de que broten los castaños y se acabe la luz, incluso los árboles y arbustos (ya florecieron los espinos y los cerezos regoldos). El bosque después será otro y otras, también, las especies vegetales protagonistas. Será el momento de las especies nemorales que prosperan en los sotobosques umbrosos (en esta fecha ya se ven las rosetas de algunas de ellas como Lilium martagon, Epipactis helleborine, Delphinium fissum sordidum o Paradisea lusitanica).
Pero a mí ese día la planta que me llamó la atención era el Polygonatum odoratum, el famoso Sello de Salomón o Lágrimas de la Virgen. Aunque es una planta que he fotografiado muchas veces, rara vez le dediqué el tiempo suficiente para “saborearla”. Y claro, con la calma vienen las dudas. Ya de entrada su aspecto y el hecho de ser una afamada planta con múltiples aplicaciones etnobotánicas y con un demostrado poder medicinal despierta el interés (me comentó en su día Amadeo González Allepuz que junto al Dictamus hispanicus forma parte del licor Beata María), luego su extraña morfología plantea dudas. Si es una planta claramente adaptada a la polinización por insectos, más concretamente por abejorros, para los que destina una generosa y costosa recompensa, ¿por qué parece que esconde sus flores debajo del paraguas de su follaje? Un rato de observación de los abejorros del entorno y la cosa parecía encajar. En estas fechas las grandes reinas de Bombus terretris del castañar están criando en solitario a su primera generación de obreras en sus nidos del suelo y los vuelos eran todos rasantes. Visto así, las flores del Polygonatum deben parecer auténticos semáforos colgantes como los que vemos en las películas americanas, además las grandes flores así dispuestas facilitan bastante las operaciones de los abejorros. Tampoco veía muy claro el enorme gasto en la floración que tiene esta planta, un estudio realizado en Galicia plantea la existencia de una fuerte competencia entre las flores de esta planta. Entonces ¿qué beneficio tiene la planta al producir tantas y tan elaboradas flores si eso va a suponer que las últimas, prácticamente improductivas, merman su capacidad a las primeras? Seguramente alguien no esté jugando limpio con el Polygonatum (¿un abejorro deshonesto?) y le obliga a este sobreesfuerzo para garantizarse su reproducción. Pero bueno, los tramposos también tienen familia…, así que mejor ir a buscar una botella de Beata María.
Una de mis preferidas; me gustan las cosas sencillas. Dentro de poco disfrutaremos de nuevo de sus particulares flores.
ResponderEliminarNo tenía ni idea de lo del Beata María.
Saludos
Planta muy interesante. Gracias por esta información
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