Papaver lapeyrousianum. Subida al Mulhacén, 3.400 m. Granada (Spain). |
No creo exagerar si digo que, fotográficamente hablando, mi peor pesadilla se hizo realidad coincidiendo con una visita a la Sierra Nevada granadina. Tras varias jornadas disfrutando de sus joyas botánicas ese día tocaba el entorno del Mulhacén, con sus cerca de 3.500 m. Cuando quedaban pocos metros para la cumbre decidí comenzar a tomar fotos de la delicada Amapola del Mulhacén (Papaver lapeyrousianum), así que como hacía bastante viento busqué una planta resguardada bajo una piedra. Pero en ese momento ocurrió lo peor, la cámara no funcionaba o, para ser más exactos, había cobrado vida propia en una extraña forma de modo superautomático, en el que ella, con independencia de lo que a mí me pareciese, seleccionaba aleatoriamente velocidad, iso, calidad, balance de blancos…y hasta el momento del disparo. Teniendo en cuenta que me encontraba rodeado de plantas endémicas raras y hermosas y que esta rebelión de la cámara suponía que no podría tirar ni una sola foto, se puede entender el estado de shock en el que caí. Hicieron falta muchas respiraciones profundas para que el corazón me volviera a latir por debajo de las mil pulsaciones por minuto. Otra vez humano, volví a encender la cámara y, tras decenas de intentos, conseguí tomar esta foto. No es la foto que yo esperaba traerme a casa de esta especie, pero la cámara no dio otra opción, de hecho esta fue la última foto de mi querida compacta y en rigor la autoría le correspondería a ella.
Papaver lapeyrousianum es exclusiva de las cumbres más altas de Sierra Nevada y de los Pirineos y sirve para mostrarnos las relaciones que en otros tiempos existieron entre las floras de ambos sistemas montañosos. Ocupa zonas de gleras siendo su situación en Sierra Nevada poco halagüeña, ya que sólo se conoce una población de menos de 3.000 ejemplares en su zona más alta, existiendo constancia de su desaparición en El Veleta a comienzos del siglo XX. Para algunos especialistas estas plantas de Sierra Nevada deberían ser consideradas una especie distinta a la pirenaica o, cuanto menos, una subespecie independiente. Sea como sea, son una auténtica belleza por su porte enano y su precioso color naranja, tan raro entre nuestras flores silvestres.
Ahh, dónde quedaron aquellas míticas F3 a base de tornillos, palancas y engranajes... Cuando había que pensar (más) las fotos.
ResponderEliminarY no está mal la amapola.
Tu blog me parece interesante y lo compartí. Espero, no te moleste. Gracias. Saluditos.
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