Aquellos vecinos de La Asperilla que en el siglo XV, cansados de vivir
continuamente a caballo entre el pueblo y las fincas de castaño de la sierra,
decidieron quedarse a vivir en los sequeros de castaños, fueron los fundadores
de las Casas del Castañar. Pero sería injusto no reconocer que los verdaderos
promotores de aquello fueron los castaños. Castaños entre los que se contaban
los Castaños de Escondelobos, que ya por entonces debían ser unos ejemplares de
porte majestuoso.
Si a los vecinos de Casas del Castañar las cosas le fueron
bien y el pueblo creció, hasta el punto que La Asperilla terminó por
desaparecer, a los castaños las cosas le fueron mal. La enfermedad de la tinta
acabó en 150 años con más del 90 % de los castaños de la sierra. Dejaban el
hueco al que sería la futura estrella de la comarca: el cerezo.
Los Castaños de Escondelobos ya tenían 300 años cuando
nacieron las Casas del Castañar, forman parte del 10 % de castaños que
superaron la tinta y a punto estuvieron de ser apeados para hacerle un hueco a
los cerezos. Hoy están protegidos como Árboles Singulares de Extremadura. Deberían
ser venerados, pero qué poca gente los conocía y valoraba hace tan sólo 15
años.